¿Tú estás de acuerdo con la frase de que los niños son crueles por naturaleza? Sé que se puede abrir un gran debate con respecto a este tema. Sin embargo, he llegado a la conclusión de que me gusta mucho más la frase “honestos sin empatía” porque no creo en la crueldad como algo inherente a la inocencia de un niño. Un pequeñín “debe” aprender empatía a través de quienes lo educamos para que desarrolle esa sensibilidad de ponerse en los zapatos de otros y no convertirse en un monstruo que pueda ser muy destructivo afectando la autoestima de otros. En esta nueva edición de "Mamás Sin Filtros", te comparto mi experiencia en preescolar al haber sido víctima de bullying cuando fui niña. También te cuento cómo esa vivencia me sirvió para saber detectar en mis hijos conductas de poca empatía y así guiarlos para que puedan tener claro que ponerse en el lugar de otros es muy importante.
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En una conversación de sobremesa, llena de recuerdos gratos, también surgieron pedacitos de mi vida que no había compartido con mis hijos. Fue un episodio de mi etapa preescolar donde sufrí acoso escolar por parte de una maestra que me castigaba física y emocionalmente. Esto trajo como consecuencia que fuera blanco de muchas burlas de compañeritos del kínder.
De estar en plena risa y momentos de añoranza por la infancia, pasamos a un momento de seriedad donde platicamos como familia sobre las experiencias difíciles sobre este tema. También surgió uno que otro debate con respecto a ciertas conductas de mis hijos a las que tanto su papá como yo les pusimos freno cuando se estaban convirtiendo en posibles señales de falta de compañerismo y empatía cuando eran niños.
Escucha este episodio de nuestro pódcast con consejos sobre qué hacer si le hacen bullying a tu hijo:
En Estados Unidos uno de cada 5 estudiantes sufre bullying.
Según las estadísticas uno de cada 5 estudiantes, es decir el 20% es víctima de bullying según los datos del National Center for Educational Statistics. El mismo estudio reporta que los estudiantes hombres reciben más agresiones físicas que las mujeres, aunque las chicas son en mayor proporción blanco de los agresores en 24% mientras que los chicos reciben el 17%.
Existen varios motivos por los que un estudiante es víctima de bullying, entre las razones que más se mencionan se encuentran la apariecia física, raza y el origen étnico, alguna incapacidad, por creencias religiosas o debido a la orientación sexual.
Por todas estas razones te cuento mi caso para inspirarte a que enseñes a tus hijos a no ser acosadores escolares.
Cuando era pequeña, la directora del preescolar solía usar el abuso psicológico y bullying como medida para la obediencia.
Cuando era niña, por supuesto que no conocía este término, eso es algo que he comprendido ahora que soy adulta y me doy cuenta lo dañinos que fueron los malos tratos de esa maestra, sobretodo para mi autoestima. Siempre fui una niña muy pequeña de tamaño y además estaba con un año de adelanto en el colegio. Mis compañeros eran dos años mayores que yo en edad y eso, más los constantes gritos de la maestra, la forma en cómo ridiculizaba mi trabajo frente a otros poniendo un sello con la figura de un burrito, son señales de bullying y abuso de poder.
Durante la convivencia en familia, decidí compartir ese episodio de mi vida con mis hijos aprovechándola como un buen momento de reflexión para todos.
No sé si porque nunca había salido el tema o no me gusta recordar ese episodio de mi vida que nunca se los había contado. Pero entendí que a veces tocar temas aparentemente sensibles puede ser la mejor forma de contactar con mis hijos porque así me funciona mejor. Siento que es la forma en la que verdaderamente me escuchan y no me equivoqué, porque estaban muy atentos a lo que les platicaba. Incluso hasta me hacían preguntas con un genuino interés y con mucha disposición para reflexionar.
Recordamos momentos clave cuando mi hija era pequeña y al ser tan sociable nunca me imaginé que estuviera teniendo actitudes poco empáticas con otros.
Cuando iba en tercero de primaria ella tenía muchas ganas de festejar su cumpleaños con una acua-fiesta y mi esposo y yo decidimos cumplirle su deseo. Preparamos la fiesta con mucha ilusión e hicimos juntas las invitaciones. Sin embargo, yo no contaba con que estaba excluyendo a una niña del grupo, la única del salón que no recibiría ninguna invitación. Guardó todo en su mochila y muy contenta me dijo que al día siguiente haría el aviso a todos sus compañeros y por supuesto yo pensé que, al hacerlo público, incluiría a todos, además en mi cabeza ese era el plan.
Tres días antes del festejo la maestra de colegio de mi hija me citó porque quería hablar conmigo y me llevé una gran sorpresa.
Su maestra de clase fue muy amable e incluso se notaba sorprendida por la conducta que había tenido Sofy con una de sus compañeritas y le agradezco mucho hasta hoy que me haya puesto al tanto de lo que estaba pasando. Resulta que mi hija efectivamente hizo pública la invitación a su fiesta de alberca, comenzó a repartir las invitaciones y sin ningún aplomo miró a la compañerita quien por cierto la maestra me platica que estaba muy emocionada por la fiesta, y simplemente con desaire le dijo: “Tú no, tú no estás invitada” y claro que a la pequeña se le pusieron sus ojitos tristes y solo se fue a un rinconcito a llorar. Cuando la maestra me lo platicó no lo podía creer.
Sentí mucho enojo hacia la actitud que había tenido mi hija, no pude evitar remontarme al pasado y recordarme cuando me segregaban por ser menor que todos.
Sé que una cosa no tenía que ver con la otra. Aunque la vida es así, a mí me pasa que a veces asocio cosas con mi historia y la mente a veces hace malas pasadas. Entonces esperé a que se me bajara un poco el enojo para poder hablar con ella. Mi intención más que regañarla era guiarla y enseñarle a ponerse en los zapatos de otros. Me di cuenta de que al ser tan sociable mi hija estaba tomando un camino inadecuando de liderazgo, haciendo uso negativo de ese empoderamiento que su grupo le estaba dando. Al ser una niña tan popular, se le fueron los pies del piso y evidentemente era mi labor y de su papá centrarla.
Puse manos a la obra y tuve conversaciones con mis dos hijos con la intención de que aprendieran a ponerse en los zapatos de otros.
Para mí era muy importante que ella se diera cuenta de lo que sus desplantes o sus rechazos podían provocar en otros. Así que cada que vez que tenía la oportunidad le preguntaba: ¿Qué te imaginas que puede sentir una persona que…? Esa se convirtió en mi pregunta clave cuando sentía que necesitaba orientarla. Para mí haber vivido acoso me dejó muchas cicatrices importantes que fui sanando a lo largo de mi vida. Es por eso que lo menos que quería es que mis hijos sean poco empáticos. Creo que la experiencia al final me llevó a entender la importancia de ayudar a mis hijos a ser humanitarios, comprensivos y constructivos.
Escucha estos consejos para educar a tus hijos para que no hagan bullying en nuestro pódcast 'Mamá Dice'.
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Karina Suárez Fernández es psicóloga clínica, psicoterapeuta de profesión y madre de dos.