Jovencita inmigrante vive la peor pesadilla que es más común de lo que piensas

Detrás de la sonrisa de Lizeth Mejía existe una historia desgarradora que la separa del resto. A los 7 años, tuvo que cruzar la frontera buscando una vida mejor y ahora, a sus 18 años, enfrenta el miedo de no poder convertirse en la profesional que sueña. Hoy le ponemos un nombre y un rostro a esta Dreamer que, sin duda, se identifica con el dolor de muchos jovencitos inmigrantes.

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Lizeth Mejía ha tenido la bendición -o la pesadilla- de pasar por experiencias que pocos jóvenes logran superar. La mexicana llegó de Acapulco, su tierra natal, a los siete años, cruzando la frontera junto a cientos de ilegales que tenían un solo objetivo en fin: el sueño americano. Como ella misma cuenta, la decisión no estuvo en sus manos. Dejar atrás su vida, su país, sus abuelitos, se ha convertido en una cruz en su espalda. Pero eso sólo fue el comienzo. La adolescente teme que su anhelo por convertirse en alguien de bien, se vea truncado por las leyes de los Estados Unidos.

"Yo siempre he trabajado extra para llegar a donde estoy. Como ilegal, como inmigrante, mi gran miedo no es tanto que me deporten, sino, ver perdido años de esfuerzo por una simple reforma", explica Lizeth, quien no está de acuerdo con el escaso derecho que tienen los Dreamers.  "Desde que llegamos acá, mis padres me han inculcado la importancia de la educación. Para eso lucho, ¿sabes? Para lograr lo que mis papás no pudieron, que valgan sus sacrificios, y ser un ejemplo para mis hermanitos", cuenta conmovida.

Así es la historia de millones de jóvenes indocumentados que llegaron desde chiquiticos, que prácticamente son americanos y que por un simple papel tienen sus metas colgando de un hilo. A pesar de las decepciones, Lizeth no se da por vencida. La adolescente se llena de emoción al pensar en su carrera como contadora. "Quiero estudiar administración de negocios. ¡Sé que a mis 25 años ya voy a estar graduada! Quiero que mis hermanos sigan mis pasos. Yo seré la primera de mi familia en entrar la universidad y ese es el mayor legado que puedo darles". Mejía también busca eliminar el estereotipo de los hispanos en este país. "No todos los jóvenes latinos somos malos. No todas las chicas nos embarazamos siendo niñas. Mi lucha va a ser una huella, va a demostrar que existen hispanos que sí quieren llegar alto".

Verdaderamente, Lizeth no habla y no se comporta como de su edad. Es una mujer madura, con los pies en la tierra, que sabe que su estatus no es limitación alguna para cumplir con sus objetivos. La angustia de lo desconocido, de una posible deportación y hasta el hecho de sentirse menos que los demás por ser una "dreamer", no es obstáculo. "El Dream Act básicamente nos pone en una categoría que no nos ayuda; te hace sentir como menos persona. Pero seguiré adelante por mi futuro. Mi camino sería más difícil, sin embargo, no me cansaré de luchar y pelear por mis sueños".

Ella es sólo una de centenares de voces que permanecen en silencio. Su valentía, como lo define, no será en vano y hará lo imposible por conseguir becas que la ayuden a materializar el deseo de sus padres. Aunque existe un largo camino que recorrer, no pongo en duda que el nombre de Lizeth Mejía será sinónimo de logro y orgullo para miles de jóvenes que están pasando por la misma situación.

Imágenes vía Lizeth Mejía