Como mamás, es importante reconocernos y aplaudirnos a nosotras mismas por los esfuerzos que realizamos cada día, con tal de hacer lo mejor posible en nuestro rol de mamás. Eso sí, algo que quiero resaltarte es que no existe la madre perfecta. Todas las que decidimos ser mamás hemos pasado por momentos de aprendizaje y situaciones que siempre tendrán una primera vez, en donde un sinfín de emociones, dudas y nuevas experiencias le van dando forma a la historia que vamos construyendo en este camino de la maternidad. Es por eso que te pido que enfoques los reflectores en el amor e interés con el que haces cada cosa. Siempre debes estar bien consciente de que eres una mujer de carne y hueso, un ser humano con defectos y virtudes. Sin embargo, desde el amor, haces lo mejor que puedes. Te sugiero entonces que evites enfocarte en el "hubiera" o en las autocríticas, ya que esa no sería una bonita forma de festejarte.
Los altibajos siempre estarán presentes, los tropiezos y los aciertos también. Por lo tanto, cada momento de satisfacción que se queda grabado en las memorias del alma de madres e hijos, siempre nos recordará que hicimos lo mejor que pudimos con las herramientas que teníamos en ese momento. Es por eso que, a pesar del distanciamiento, puedes celebrarte haciéndote un pequeño homenaje, quizá un álbum de recuerdos con las mejores experiencias que te recordarán lo mejor de ser madre.
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Un mito muy importante es que la maternidad es un camino lleno de felicidad y plenitud. Las imágenes de las revistas de mujeres embarazadas o de madres conviviendo con sus hijos muchas veces nos dan una falsa proyección de la realidad. Y es por ello, que mi intención al escribirte esto, no es que vivas un idilio lleno de rosas y de belleza pura e intocable. Al contrario, me parece importante que reconozcas cada momento difícil como un esfuerzo que trae frutos.
Quizá no la hayas pasado nada bien en tu primera vez como mamá, o quizá hayas tenido un embarazo lleno de malestares. Probablemente hayas vivido momentos de angustia cuando se enfermaba, comenzó con sus berrinches o te retó por primera vez. Y bueno, como verás, la lista es larga y los desafíos de cada etapa siempre tendrán algo nuevo. Sin embargo, lo mejor es tener presente que cada renuncia, cada esfuerzo e incluso cada angustia, ha valido la pena. Así que no te detengas y compártenos en los comentarios cuáles han sido tus mejores experiencias, aquellas que te dicen que tu esfuerzo ha valido la pena.
Te invitamos a escuchar este episodio de nuestro pódcast 'Mamá Dice', donde exploramos esas experiencias de ser madre que hacen que los esfuerzos y sacrificios valgan la pena:
Las cosquillas que te llenaron de felicidad al sentir por primera vez vida en tu interior.
El embarazo tiene sus dificultades. Entre las náuseas que muchas pueden sentir, los mareos y los cambios hormonales, puede resultar una transformación que no es muy bien recibida por tu organismo. Sin embargo, estoy casi segura que cuando sentiste esa pequeña vida dentro de tu pancita, esos malestares pasaron a un segundo plano e hicieron que valiera la pena el trayecto del embarazo.
Cuando compraste por primera vez ropa de maternidad porque tu vientre estaba creciendo y tu ropa te apretaba.
Si bien el embarazo causa ciertos estragos en el cuerpo, como el subir de peso, el estiramiento de la piel y en algunas mujeres las estrías, no deja de ser la representación y la huella de que nuestro cuerpo es el refugio de la vida. Es un milagro de la creación ya que el útero y el cuerpo entero con todo y sus cambios, es el mejor espacio, el más seguro y cálido para ese bebé que se está gestando. Esa ropa de mayor talla representa la preparación del nido. ¡Eso es emocionante!
Cuando tocabas tu vientre, le hablabas a tu bebé para que te sintiera y te respondía con movimientos.
Lo recuerdo y se me pone la piel chinita de la emoción. Esas ganas de querer comunicarte con tu bebé para decirle lo mucho que lo amas, compartirle música, contarle un cuento o simplemente para conectarte con él, es una de las experiencias más lindas. Lo mejor de todo es cuando recibías su respuesta con cualquier movimiento ligero. Aunque los bebés no entienden las palabras, sienten la vibración y por lo tanto perciben la intención de esa vibración.
Cuando tu bebé nace te olvidas del dolor físico al tenerlo por primera vez en tus brazos.
Aunque a veces puedes sentirte asustada al ver a un ser tan indefenso entre tus brazos, es un momento único. Te conecta con las ganas de proteger y cuidar a ese pequeñito que está buscando alimentarse de ti. En ese instante es muy posible que el miedo se vaya, sobre todo cuando decides respirar acompasadamente con él, al sentir su corazoncito latir en tu pecho.
Cuando tu bebé aprieta tu dedo porque busca tu protección, ahí descubres tu gran responsabilidad.
Esa presión en tu dedo te lleva a una sensación de querer darle la seguridad que busca en ti. Tú eres su referente de protección y confianza. Eres quien le da el calor y el cobijo que necesita para sentirse seguro. Desde su pequeño corazón y con su instinto de supervivencia sabe que contigo estará a salvo. Y eso es lo que genera en ti las ganas de luchar contra el mundo si es necesario. Es aquí que sientes un gran sentido de responsabilidad.
Cuando al amamantar a tu bebé, a pesar del dolor que puedes sentir, tu bebé te mira a los ojos.
Las madres que tuvieron la oportunidad de amamantar en exclusiva, saben que más allá de el alimento que los nutre físicamente, esto también representa una oportunidad para fortalecerlos emocionalmente. Es un proceso doloroso debido a la prensión que hace el bebé al seno materno. Sin embargo, la satisfacción que puedes sentir al conectarte con la mirada de tu bebé ayuda a que el posible dolor que sientas, se alivie en instantes.
A pesar del tiempo que te consume la maternidad, sientes un amor que quizá no habías experimentado antes.
No quiero decir que sea una norma, hay madres que, por circunstancias de la vida, tienen dificultades para conectarse con sus hijos, sobre todo si sufren de depresión postparto. Aunque más allá de estas excepciones, casi siempre el tiempo que le dedicas al bebé puede resultar excesivo y agotador, pero se pierde la tensión cuando al cargarlo tienes las ganas y la voluntad de estar él a pesar del cansancio.
Cuando a pesar de no comprender su llanto, te conectas a tal nivel que comienzas a descifrar lo que necesita.
Sabemos que las madres desarrollamos una especie de telepatía cuando logramos captar si el bebé llora por hambre, sed, sueño, se siente mal o le van a salir los dientes. Muy a pesar de la angustia que sientes cuando las primeras veces no logras descifrar lo que necesita, sabes que al final encontrarás el camino y conectarás con él. Claramente sentirás lo que necesita.
Cuando no te importa sentarte en el lodo o llenar de pintura tu ropa con tal de disfrutar con ellos.
El tiempo pasa y sabes que las etapas también cambiarán. Cada momento compartido será único e irrepetible. Es importante aprovechar la forma en como miran y sienten el mundo desde su capacidad de asombro y sus enormes ganas de disfrutar descubriendo su entorno. Acompañarlos en este trayecto, te vuelve niña de nuevo y no importa lo que tengas que recoger o limpiar, ni el esfuerzo que implique, porque para ti lo más importante es disfrutar junto con ellos.
Cuando dicen “mamá” por primera vez o dieron su primer paso y estuviste ahí.
Muchas veces las renuncias incluyen acortar el tiempo de trabajo, pasar más tiempo en casa y dejar algunas otras responsabilidades temporalmente. Sin embargo, sabes que valió la pena porque gracias a ello pudiste estar presente en los momentos importantes. Aquello que dejaste en pausa y el esfuerzo económico que quizá trajo como consecuencia, no se compara a la alegría que sientes cuando eres testigo de cada etapa que tu pequeño va atravesando.
Cuando sientes una disposición ilimitada para pasar el tiempo necesario con tu pequeño.
No es que renuncies por completo a tu vida social, lo que sucede es que quizá ya no puedas permanecer tanto tiempo en las reuniones si tu bebé se pone irritable. Quizá ya no puedas compartir tiempo con tus amigas como antes porque es la hora de la siesta de tu bebé, o tal vez tengas que cancelar algunos compromisos si es que tu hijo se enfermó. Sin embargo, estos esfuerzos no te pesan porque sabes que es por el bien de tus pequeños.
La primera vez que lo dejas en kínder, notas su carita de tristeza y sientes la presión en tu pecho.
Sé que quisieras tenerlo junto a ti todo el día, o que quizá al verlo triste porque se separa de ti, quieras rescatarlo y llevártelo a casa para que no se sienta solo en la escuelita. Sin embargo, ese esfuerzo que haces por comprender que es parte de su crecimiento, confiando en que estará bien, es una forma de aceptar el cambio de etapa, aunque te duela el corazón.
Cuando te cocina unas ricas galletitas de plastilina para jugar a la comidita.
Sabes que quizá el sabor no será el más delicioso y que tendrás que limpiar el tiradero, sin embargo, no te importa porque jamás despreciarías el esfuerzo que hace para decirte lo mucho que te ama cuando quiere compartirte de su comida. Te lo comes con todo el placer del mundo porque para ti es importante recibir su atención y su regalo.
Cuando te obsequia con amor sus primeros dibujos, aunque solo sean pequeños garabatos.
Esos papeles con colores y líneas tienen un gran sentido para él. Es un obsequio que debes apreciar y conservar en el baúl de los recuerdos. Son mensajes que te dedica a ti, porque eres la persona a la que le quiere expresar todo su amor. Al ver tu rostro de felicidad sabe que entiendes lo que te quiso dibujar o escribir. Esto fortalece su seguridad y confianza en ti.
Cuando es su primera Navidad y recibe los regalos de Santa o de los Reyes magos.
Aunque es un bebé y sabes que en el fondo no tendrá idea de lo que significa aún ese momento simbólico, tú te sientes feliz de compartirle las tradiciones que sabes que en algún momento le darán ilusión y lo llenarán de magia. Te entusiasmas mucho cuando buscas sus obsequios por primera vez e incluso, recuerdas tus propias ilusiones de niña en tus navidades pasadas.
Cuando hacen una línea en la pared para ir midiendo cuantos centímetros va creciendo.
Siempre pendiente de alimentarlo sanamente, buscando las recomendaciones de su pediatra, cocinándole rico y nutritivo. Todo esto, con la ilusión de que crezca fuerte y sano. Y nada mejor que irlo midiendo en casa, viendo la ilusión que le causa que la línea cada vez va más arriba y que con su sonrisa se pone feliz al ver que con cada centímetro, se vuelve más grande.
Cuando se le cae su primer diente y juntos lo dejan debajo de la almohada esperando una recompensa.
Es un momento especial y también de tradición basada en las ilusiones de los niños. Ese momento también implica que está creciendo y que su cuerpo está cambiando. Sin embargo, se conectan mucho con el regalo especial del ratón de los dientes y ese entusiasmo visto en sus ojitos al esperar el dinerito o el regalito del ratoncito, es algo que nunca vas a olvidar. No importa si tienes que desvelarte para esperar a que esté bien dormido y dejar que entre el ratón a su habitación.
Sus primeros festivales escolares donde no deja de mirarte cuando te dedica su actuación.
No importa el trabajo que le dediques al vestuario o el tiempo que tardes en conseguirlo recorriendo todas las tiendas de disfraces. Son momentos que disfrutas porque sabes que tienen caducidad y que algún día terminarán. Ese esfuerzo vale la pena porque cuando te dedican una canción y te buscan en medio del público, saben que ahí estás para ellos, y que siempre contarán contigo.
Sus primeras travesuras cuando pintó la pared o los muebles sin mala intención.
Sabes que no hay maldad alguna en sus primeras travesuras. Es una etapa en donde no saben medir las consecuencias de una acción y eso habla de su desarrollo sano. Sobretodo porque desde su curiosidad y su necesidad de explorar, tienen acciones que no los limitan a descubrir cosas. Claro, aquí es donde entra tu ojo que vigila y frena cualquier acción que vaya en contra de su seguridad.
Cuando conviertes tu sala en una zona de juegos didácticos y quitas todo lo que pueda lastimarlo.
Es notable cuando tus prioridades cambian, ya que dejan de importarte aspectos como el orden o incluso la decoración. Estás dispuesta a convertir tu sala o comedor en un espacio abierto de exploración y juegos. No te importa toparte con juguetitos didácticos por todo el piso y aprendes a sortearlos, a caminar entre ellos para después invertir cierto tiempo en recogerlos. Sabes que ese esfuerzo vale la pena con tal de ver a tus pequeños desarrollar sus habilidades.