Cuando nació mi primer hijo, estaba tan asustada, tensa y nerviosa –a pesar de que me había leído cuanto libro encontré sobre la maternidad, el embarazo, el antes y después del parto- que confieso que una de las cosas que más me fustró fue lograr amamantar a mi bebé. De paso, me dejé tentar por mitos como: “el bebé se está quedando con hambre, tu leche no lo está alimentando o llenando lo suficiente”, que me repetía constantemente mi tía. Entre frases como ésa y la obligación de regresar al trabajo a pocas semanas de haber dado a luz, tomé la decisión de alimentar a mi bebé solamente a base de fórmula.
Mientras él crecía y yo tenía que lidiar con múltiples infecciones de oído, garganta, fiebre y demás enfermedades o virus que enloquecen a los padres primerizos, escuchaba reproches sobre el hecho de no haberlo amamantado, como posible causa de lo que yo sentía que era una salud quebradiza.
Así que cuando mi segundo hijo iba a nacer, decidí que sería un niño alimentado única y exclusivamente por leche materna. De acuerdo a la Unicef: “si todos los niños y niñas fueran alimentados exclusivamente con lactancia desde el nacimiento, sería posible salvar cada año aproximadamente 1.5 millones de vidas. Y esas vidas no sólo se salvarían, sino que mejoraría sus condiciones actuales, debido a que la leche materna es el alimento perfecto para el niño durante los primeros seis meses de vida en forma exclusiva y hasta los dos años en forma complementaria”.
El calostro, que es la primera leche que produce la madre después del parto, proteje al bebé contra distintos tipo de infecciones y enfermedades, además de ser un laxante natural para el recién nacido. Las ventajas de amamantar son incontanbles tanto para él como para ti. Por ejemplo, la lactancia ayuda a disminuir la hemorragia postparto y la posibilidad de padecer anemia, sin contar con que algunos especialistas aseguran que incrementa la conexión afectiva entre el niño y la madre.
Otro detalle que yo agregaría a la ventajas de amamantar a tu bebé es la cantidad de dinero que vas a ahorrar en fórmula infantil. No tengas miedo y atrévete a superar la prueba por la que todas pasamos los primeros días. En mi caso, fue una experiencia literalmente dolorosa. Sentía un dolor intenso cada vez que trataba de alimentar a mi bebé, hasta que me fui acostumbrando y, se convirtió en un acto cotidiniano y placentero. Al punto que cuando me tocó dejar de amamantarlo –más o menos al año y medio- para mí fue más difícil que para él. De hecho, creo que ni me extrañó. Amamantar es un acto plenamente amoroso que todas las madres deberíamos experimentar. ¿Te vas a atrever a hacerlo?
Imagen vía Vicglamar Torres