Estar embarazada no significa ponerse como una ballena

Tener un peso saludable es importante siempre. Por el bienestar físico y mental, por la estética y para mantenernos ágiles y activas. Pero en el embarazo esto cobra más importancia todavía. Tanto el sobrepeso como el bajo peso pueden acarrear consecuencias negativas para la madre y el bebé.

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Cuántas veces has oído que una embarazada come por dos. ¿Miles? Muy bien, en todas las ocasiones te mintieron. No es cierto que una mujer que espera un hijo debe ingerir alimento por ella y por el bebé en camino (como si la criatura se alimentara como un atleta).

Tampoco es verdad que el embarazo es una coartada para satisfacer todos los antojos, tragarse lo que les apetezca y levantarse a medianoche a devorar diez litros de helado.

En el otro extremo, no es sensato ni mucho menos conveniente controlar las comidas y medir las calorías por temor a pasarse del peso ideal y luego quedar gordas.

Es preciso encontrar el equilibrio para no aumentar más que el peso indicado por el médico tratante, ni llegar al extremo de negarse los nutrientes necesarios para la madre y el feto.

Ninguna madre quiere perjudicar a su bebé. Y es nuestra responsabilidad velar por nuestra propia salud y bienestar. Lo mejor, en todos los casos, es atender únicamente al profesional en cuyas manos nos hemos puesto. Y no a cuanta prima, amiga y conocida que nos venga a dar consejos.

Lo que ha funcionado para una persona no tiene por qué ser bueno para otra. Además, las necesidades del cuerpo varían a lo largo del embarazo, en esos meses en los que la actividad del cuerpo se multiplica para generar una nueva vida.

Hay que tener en cuenta el punto de partida: no es lo mismo si la mujer ya tiene sobrepeso o, por el contrario, está demasiado delgada, al momento de quedarse embarazada.

Lo que sí es seguro es que la obesidad conlleva una serie de consecuencias negativas en la madre, que se pueden agudizar durante el embarazo, como fatiga, hipertensión, preclampsia, diabetes gestacional, debilidad del suelo pélvico y un aumento del riego de parto pretérmino y de cesárea.

El aumento de peso medio en las embarazadas ha de ser entre  22 y 28 libras. En los días siguientes al parto, se experimentará una pérdida de entre 11 y 17 libras debido a que ya no está el peso del bebé, así la placenta y el líquido amniótico; por la disminución del tamaño del útero y la redistribución del exceso de líquidos en el cuerpo de la madre.

Lo que corresponde, pues, es mantener una alimentación equilibrada, con productos frescos y de buena calidad; practicar actividad física moderada. Estas son las dos claves para controlar el incremento de peso durante el embarazo, lo que facilitará el parto y la recuperación después de dar a luz.

Y después del parto, la reciente mamá va aumentando el gasto calórico al incorporarse a la vida cotidiana; y ese gasto se mantiene más elevado de lo habitual si se opta por la lactancia materna, ya que dar el pecho implica un mayor consumo de calorías en la madre. Y, es por cierto, la mejor fuente alimenticia para el bebé.

Así que ya sabes: no tienes que ponerte como un elefante marino, ni debes comer por dos durante el embarazo.

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