“Un paso a la vez, aquí y ahora” es una de mis fórmulas favoritas al decidir cuándo y cómo quiero conectarme y disfrutar cada día de mi vida. Por ello, necesitaba deshacerme de ese terrible hábito de vivir mentalmente en el pasado a través de recuerdos o resentimientos, o de vivir en el futuro llena de angustia por el porvenir. Así que, lo importante es el momento presente.
No olvides que la felicidad es una práctica continua y no una meta final. Estamos tan acostumbradas a vivir con prisa y estrés que no logramos percibir las bendiciones de las que estamos rodeadas. Peor aún, es un enfoque de vida que sin querer le trasmites a tus hijos. Así que toma nota y evita estas 15 formas de sabotear tu felicidad y la de los tuyos.
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La felicidad nada tiene que ver con que estés exenta de problemas o que tengas que estar con una sonrisa de oreja a oreja todo el día. Tampoco tiene que ver con que no sientas tristeza, enojo o frustración. Ese es el terrible problema que tenemos con el concepto de la felicidad, pensamos que todo tiene que ser color de rosa.
Cada cosa nueva que ocurre en tu vida es parte de esa felicidad en acción, aunque parezca lo contrario. Así que la tranquilidad de saber que estás haciendo lo mejor que puedes y que estás creciendo con cada experiencia, es lo que te ayudará a tener el enfoque adecuado sobre la felicidad. Así que no cometas estos errores que te comparto que te impiden ser feliz.
Nunca es suficiente para ti, siempre quieres más y no disfrutas tus logros, reflejándole esto a tus hijos.
Cuando tu no logras darte una pausa para disfrutar de tu vida, de tu día, de tu trabajo, de tus hijos, de tu desayuno, de tu despertar. Cuando no logras darte un minuto para contemplar tu alrededor, para respirar un poco y para vivir un paso a la vez, puedes contagiar a tu familia de ese mensaje impliscito de vivir en el "apurate" y tus hijos pueden volverse demasiado exigentes consigo mismos, pero sobretodo sentir que no te complacen con nada, y peor aún, que no complacen al mundo y después a sí mismos con nada.
Eres demasiado impositiva porque quieres tener todo bajo control.
Quieres que las cosas se hagan a tu manera siempre, no te permites ser flexible contigo misma y por lo tanto no eres flexible con tus hijos. Tener el control te lleva a sentir en una falsa seguridad porque en el fondo tienes miedo de no ser la mujer perfecta y por lo tanto la madre perfecta, entonces no les permites ser ellos mismos, tomando una actitud de imposición constante, hasta caer en el extremo del: ‘hazlo, porque lo digo yo’.
Tienes miedo de tomar riesgos y eres excesivamente precavida.
Si tus hijos perciben tus temores e incluso los haces blanco de los mismos, estarás enseñándoles a no tomar riesgos y a dar pasos solamente si están seguros de los resultados. Tu mejor que nadie sabes que la vida no funciona así. El tomar decisiones depende mucho de saber lidiar con el éxito y el fracaso de los resultados, es la única forma de lograr un verdadero crecimiento personal. Así que aprende a tomar pequeños riesgos para que tus hijos lo vivan como un ejemplo a seguir en su vida y para que tu te sientas plena.
Cuando cometes el grave error de desquitar tu estrés con tus hijos.
A pesar de las tormentas, tienes que tener claro que si bien estás en todo tu derecho a eliminar saludablemente tus emociones, esto no incluye descargarlas con tus seres queridos. No se trata de que reprimas lo que sientes. Es que no deposites en los demás toda la presión emocional que no estás sabiendo manejar. Esto puede alterar la armonía en casa y dejar secuelas psicológicas en tus hijos.
Cuando quieres tener todo bajo control, hasta lo que no está en tus manos.
Hay una frase maravillosa de Víctor Frankl que dice que si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento. Es magnífico saber que tienes el poder sobre ti, aunque a veces es terrible (pero muy necesario) aceptar que no tienes control sobre las acciones de los demás o las situaciones de tu entorno.
Cuando nada es suficiente para ti y te quejas de todo.
Esto es un círculo vicioso que te lleva a un laberinto sin salida. Es evidente que estás insatisfecha con tu vida porque no le encuentras ningún sentido. La queja constante es una adicción a la infelicidad, esto te incapacita a ver los regalos ocultos en cada experiencia. Así que, tienes que practicar el ejercicio de “un día sin quejas”. Verás lo positivo que será para tu vida y la de tus hijos.
Te niegas a cumplir tus sueños, echándole la culpa al tiempo o a la maternidad.
Muchas veces he escuchado a mamás decir: “Es que, si no fuera por mis hijos yo estaría… Pero, como los amo tanto renuncié a mis sueños". No hagas eso, no les des una responsabilidad que solo es tuya. Has sido tú quien decidió no perseguir sus metas. Tus hijos jamás te estorbarán para ello, son tus miedos quienes te lo impiden.
Dependes emocionalmente de tu pareja dando un ejemplo equivocado a tus hijos.
Si estás en una relación destructiva permites el maltrato en cualquiera de sus formas y no renuncias poniendo de pretexto “a tus hijos”. Nuevamente los estarías cargando de una responsabilidad que no les toca. Ellos podrían sentir que es culpa de ellos que tú tengas que tolerar los maltratos en una relación sin futuro. Pide apoyo profesional y no los arrastres a un ejemplo equivocado del amor.
Vives con rencor, culpando a los demás por tus problemas.
¡Si no fuera por… yo hubiera logrado tal…! Este es uno de los lemas del resentimiento. Vivir estacionada en el pasado responsabilizando a tu mamá, a tu papá o a las circunstancias de tu situación actual te impide conectarte con el presente. Si tus hijos miran en ti esta postura, sólo les estás enseñando a no hacerse responsables del control de su vida, a no tomar el timón de su barco.
Te das por vencida enseguida y no haces los esfuerzos suficientes para cumplir tus metas.
Entre el pretexto de no tengo tiempo, la prisa por el estrés y tus miedos a no atreverte a cumplir un sueño, te derrotas convenciéndote con el pensamiento: “Eso no es para mí”. Si tus hijos te miran, debes tener mucho cuidado ya que cuando les enseñas el esfuerzo necesario para escalar en la vida, lo que podrían ver es tu ejemplo.
Tiendes a comparar tu vida con la vida de otros.
Es terrible cuando te comparas para sentirte en desventaja. Es una forma diferente de entrar en una situación donde para ti nunca será suficiente. Esto es porque no disfrutas tus logros al querer los alcanzados por otros. Esto es lo que te impide conectarte con el presente, con lo que sí tienes, con los regalos que la vida te ha dado porque estás distraída mirando a otros.
Pierdes el sentido y la plenitud de tu vida escudándote en la maternidad.
Sí, ser madre es maravilloso, pero no es el único rol en tu vida. El problema es que cuando llegues a la etapa de nido vacío corres el riesgo de encontrarte sin rumbo. Tus hijos deben percibir en ti a una madre entregada a su felicidad. Es decir, puedes combinar cada uno de tus roles sintiéndote plena y al mismo tiempo ser madre.
Estás muy concentrada en cubrir las expectativas que otros tienen de ti.
Con tal de evitar la crítica o el rechazo, poco a poco te vas convirtiendo en la persona que los demás quieren que seas y vas perdiendo tu identidad. Evidentemente te sientes incompleta ya que te transformas para agradar a otros. Si tus hijos perciben tu falta de identidad y por lo tanto tu dificultad para poner límites, pueden aprender esto de ti. Ten cuidado.
Ya no sonríes, te has convertido en un robot que lleva la misma rutina todos los días.
La risa es una de las herramientas más poderosas para aligerar la carga pesada del estrés. Encontrarle el sentido del humor a la vida, aprender a reírte de ti misma y regalarte una buena carcajadas te ayudará a conectarte con la capacidad de disfrutar. Ríe con tus hijos, juega con ellos, hazles cosquillas. Enséñales a relajarse divirtiéndose.
Tienes una actitud sumamente pesimista ante la vida.
Tu podrías decir que sólo eres realista. Sin embargo, eso de esperar lo peor de todo y de todos es un mal hábito que atraerá negatividad a tu vida. Y aunque no significa que debas estar siempre sonriente o esperando lo mejor todo el tiempo, es importante que descubras qué hay detrás de tu amargura. Puede haber mucho miedo o dolor disfrazado de pesimismo.