Miedos terribles que le transmitimos a nuestros hijos sin querer

Algunos miedos que sientes podrías estarlos transmitiendo a tus hijos sin darte cuenta. Caminar con un paraguas abierto todo el tiempo esperando a que llueva sería una actitud muy incongruente, sin embargo, así actuamos con los miedos. Tus pequeños aprenden por imitación, pues ellos te observan todo el tiempo y pueden copiar tus gestos, respuestas y temores cuando siempre esperas lo peor. De hecho, hay algunas investigaciones que indican que los miedos se pueden transmitir a través de los genes. Con esto no te digo que te conviertas en un robot, entiendo que todos los seres humanos podemos y tenemos el derecho a experimentar emociones. La idea es que tus miedos no los limiten en su seguridad, autoestima y capacidad de autoprotección. Así que pon atención.

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Tú eres la figura principal en la que se cobijan tus hijos. En ti sienten protección, seguridad y confianza. Si te perciben temerosa pensarán que eres incapaz de protegerlo y por lo tanto entrará en estados continuos de estrés que a la larga lo pueden afectar. 

Si tu pequeño te observa con malos mecanismos para enfrentar situaciones angustiosas o ante situaciones cotidianas pensará que es normal reaccionar en modo de supervivencia, es decir, su organismo estará alerta todo el tiempo y sus respuestas estarán enfocadas en huir, atacar o paralizarse. Esto no es bueno para tus hijos.

Miedo a que le ocurra un accidente a tus hijos.

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Tienes una actitud de temor permanente y sientes que algo le puede suceder. Aunque no es lo que quieres, siempre le recuerdas que debe cuidarse hasta del suelo que pisa. Quizá tuviste experiencias cercanas con los accidentes y por eso tienes una reacción magnificada.

Evita la mayoría de los peligros y acepta los que no están en tus manos.

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Haz lo que te corresponde. Por ejemplo: tapar los enchufes de luz, no dejar a la mano productos químicos o artículos con los que se pueda atragantar y ponerle el cinturón de seguridad en el auto, entre otras cosas. Lo importante es que no esperes siempre lo peor.

Miedo a que alguien quiera abusar de tu hijo sexualmente.

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Es un miedo natural y de protección responsable hacia nuestros hijos. Solo no permitas que se vuelva obsesión. Si tú fuiste víctima o presenciaste abuso sexual, quizá sientas que las personas que se acercan a tus hijos lo hacen con malas intenciones y corres el riesgo de caer en una actitud paranoica.

Habla con ellos sobre estrategias preventivas sin trasmitir tu propio pánico y pide ayuda profesional.

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Si has notado que no dejas de pensar en ello, que tu miedo es excesivo, te has vuelto sobreprotectora y provocas que tus pequeños desconfíen de todo el mundo, debes acudir con un psicólogo experto en el tema para que te pueda orientar adecuadamente.

Miedo a que lo secuestren.

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Hoy día no es para menos. La inseguridad en las calles ha aumentado y ello puede acrecentar tu miedo a que alguien le haga daño. En el noticiero, el periódico e internet te puedes enterar de casos terribles contra la infancia y sentir mucho temor por ello.

Mantén las medidas de seguridad cuando salgas con tus pequeños pero disfruta con ellos los paseos.

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Evita a toda costa mencionarles lo que ves en el noticiero. A veces muchos padres creen que infundirles miedo a sus pequeños los ayudará a estar alerta. Sin embargo, les puedes provocar mucho estrés. Ponte atenta y vigílalos sin perderlos de vista, pero sin caer en delirio de persecución.

Temor a que alguien los lastime cuando están fuera de tu alcance.

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Miedo a que sean víctimas de bullying, de abuso de poder o de luchas entre compañeros pueden ser ejemplos de situaciones donde tú no estás presente y por lo tanto no tienes el control de la situación.

Evita inculcarles una actitud defensiva ante el mundo.

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Los miedos muchas veces nos llevan a atacar a otros sin necesidad de hacerlo. Esta es una estrategia solo de supervivencia y por lo tanto es poco funcional para algunas situaciones de la vida. Si tus hijos viven a la defensiva pueden tener serios problemas de socialización.

Miedo a que fracasen o se lastimen en sus intentos por explorar nuevas habilidades.

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Si acostumbras utilizar frases como: "Te vas a caer. Es muy difícil, no creo que lo logres. Te vas a lastimar", estás reafirmando y proyectando en ellos tus propios miedos. Si tú te sientes incapaz de lograr algunas cosas, no significa que debas arrebatarles su capacidad siendo tan pesimista.

Cuídalos, no los pierdas de vista, pero confía en su capacidad y transmíteles seguridad.

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No les impidas explorar, puedes acompañarlos con la mirada y con algunas frases como: "Toma tus precauciones. Hazlo poco a poco. Tú puedes solo ve un paso a la vez". Su seguridad depende en gran medida de que los sientas capaces.

Miedo a que contraiga una enfermedad incurable.

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Si has tenido una pérdida reciente en tu vida, has sido víctima de una enfermedad, o estas muy expuesta a malas noticias en cuestiones de salud es posible que sientas temores enfocados a esto y que te preocupes en exceso por el estado de salud de tu pequeño.

Haz los chequeos médicos pertinentes, pero no te angusties frente a él transmitiéndole incertidumbre.

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Tomar precauciones pertinentes es nuestra responsabilidad como padres. Si notas un síntoma extraño acude con el médico pero hazlo con tranquilidad y confianza. Si tu pequeño te siente con miedo y angustia lo asustarás y creerá que algo anda mal cuando ni siquiera tú lo sabes.

Miedo a que tu hijo sea rechazado o criticado por otros.

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Se puede sentir atacado "cuando en realidad no es así" o preferirá pasar desapercibido y quizá se volverá introvertido con tal de evitar la crítica. En tu miedo al rechazo quizá le has enseñado que debe cuidar en exceso su imagen. No limites su naturalidad, ten cuidado.

Edúcalo sin hacerlo un robot, no limites su personalidad y creatividad por el qué dirán.

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Déjalo ser, no limites su curiosidad, su alegría. No lo hagas víctima de un temor no superado por ti. Si tienes miedo al rechazo, "es tu miedo" y debes descubrir la causa. No dejes que se rinda debido a la opinión de otros o que se adapte a lo que otros esperan de él.

Miedo a que crezca y que ya no te necesite.

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Tu rol de madre puede enfrascarte a dedicarte en cuerpo y alma a tus hijos, olvidándote de nutrir otras áreas de tu vida. Tu labor es muy importante en su desarrollo, aunque también lo es el que te sientas plena en otras áreas. Muchas madres se preguntan: ¿Qué haré cuando crezca?

No evites que atraviese sus etapas y déjalo crecer.

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Harás cosas por él que puede hacer por sí mismo, resolverás sus problemas, lo harás dependiente y sin querer lo estarás incapacitando. Permite que se equivoque, que ponga a prueba nuevas habilidades y capacidades, dale responsabilidades adecuadas a su edad.

Miedo a que te abandone.

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Estos miedos son muy comunes en madres separadas o divorciadas. Temen que sus hijos algún día quieran separarse de ellas para irse con papá y por lo tanto se convierten en madres ansiosas y muy consentidoras o permisivas, con tal de que no se vayan.

Disfruta cada instante que vives con tus hijos sin apegarte a ellos.

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Algún día emprenderán el vuelo y no se trata de abandono. Son los ciclos naturales de la vida. Por ello vive cada instante con ellos y comparte con alegría sus etapas. Si te perciben con miedo a separarte de ellos, solo los sofocarás o les provocarás sentimientos de culpa.

Miedo a la soledad basado en un pensamiento: 'Tú y yo estamos solos en este mundo'.

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Muchas madres, sin querer y sin que sea un acto intencional, pueden provocar en sus hijos un sentimiento de responsabilidad que no les corresponde. Esto genera que se inviertan los roles y que sean los hijos quienes quieran proteger a la madre.

Deben sentirte fuerte, suficiente y sobre todo que eres una figura que los cuida y cobija, no al revés.

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Cuando tus hijos te perciben capaz y fortalecida ante las adversidades estás fomentando en ellos la seguridad en sí mismos. Si no te creen capaz de cuidarlos pueden sentir una terrible angustia porque no saben de quien sostenerse.