Te cuento que tras mi divorcio y con dos hijos de ese matrimonio disuelto pensar en la idea de casarme era lo último que deseaba, aunque con el paso del tiempo fui cambiando de idea pues me había vuelto a enamorar y estaba lista para unir mi vida con mi nueva pareja. A diferencia de mi primera experiencia casada, en esta segunda oportunidad tanto mi actual esposo como yo llegamos con un equipaje muy especial, los hijos de ese primer matrimonio, yo aportaba dos hermososo niños y él contribuía con dos lindas adolescentes. En mi mente todo sería perfecto, aunque la realidad se aseguró de demostrarme que tener una familia reconstituida o blended family es extremadamente difícil.
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Nunca pensé que sería madrastra y de la noche a la mañana me vi en ese rol que tiene tan mala prensa y que además suena tan mal. Tener dos hijastras no fue fácil, pero mucho más difícil fue que mis niños de pronto tuvieran un padrastro. Y es que si a veces tienes problemas con tu esposo (que es el padre de tus hijos) a la hora de educar a los niños los conflictos son aún más grandes cuando tu nueva pareja intenta corregir a su manera a unos niños que no son de él pero que sí conviven juntos bajo el mismo techo. Confieso que tener una familia reconstituida ha sido una de las pruebas más grandes que he tenido; muchos celos, rebeldía ante una nueva autoridad, una vida dividida, problemas de adaptación y muchas fracturas con mi nuevo esposo.
Por suerte también esta nueva aventura nos trajo cosas maravillosas, una nueva oportunidad de tener una linda familia y un precioso bebé en común. Te cuento lo que he vivido y aprendido de esta experiencia en este nuevo encuentro de Mamás Sin Filtros.
Después de divorciarme teniendo dos hijos me volví a casar.
Sí tengo que decir que soy de las valientes que volvió a creer en el matrimonio y uní mi vida a mi esposo con dos hijos de mi primer matrimonio mientras él llegaba con dos hijas fruto de su primera relación.
Nos mudamos a nuestra nueva casa y pensé que todo sería maravilloso.
Honestamente no pensé que en ese momento tanto mi esposo como mis hijos e hijastras teníamos que preparnos para la nueva realidad que viviríamos. Es así como sin ninguna información previa comenzamos a convivir bajo el mismo techo y los problemas se comenzaron a presentar uno a uno.
La convivencia tiene muchos retos para cada miembro de una familia reconstituida.
Creo que fui muy ingenua al pensar que todo iría perfecto. Mi esposo ya no estaba acostumbrado a tener hijos pequeños en casa y ellos no estaban habituados a tener una figura paterna que no fuera su papá (y además con un estilo muy distinto) por lo que la convivencia comenzó a volverse extremadamente difícil y conflictiva. Además, mis niños estaban muy celosos de mi nuevo marido.
Para mis pequeños fue muy duro aceptar una nueva figura en su vida.
Aunque los chicos estaban acostumbrados a convivir con mi ahora esposo, lo hacían en muy contadas ocasiones y en aventuras súper divertidas como ir a Disneyland, Legoland o la playa, pero no viviendo el día a día con todos los retos que eso tiene. Ellos se quejaban mucho de mi marido y no lo obedecían a la vez que él estaba muy frustrado y no sabía qué hacer.
Convertirme en madrastra tampoco fue fácil.
Me convertí en la mala del cuento, o al menos es lo que pensamos cuando escuchamos la temible palabra de madrastra. La convivencia con mis hijastras al principio también fue muy difícil debido a los celos y a que cada una de nosotras tenía que encontrar su nuevo sitio en la estructura de nuestra nueva familia. Aunque ellas no vivían con nosotros y solo nos visitaban sí ponían más presión a nuestra ecuación.
Decidimos buscar ayuda profesional.
Tanto mi esposo y yo teníamos claro que las cosas tenían que cambiar ya que nuestra familia estaba creciendo y dentro de poco tendríamos un bebé en común. Por un lado comenzamos a trabajar con una terapeuta de pareja que nos sigue ayudando a entendernos mejor, a comunicarnos y a comprender los procesos que como familia vivimos a la vez que delimitamos hasta donde llega nuestra autoridad y las responsabilidades de cada uno. También trabajamos con una psicóloga infantil que nos ha apoyado para entender los distintos procesos que pasa cada uno de nuestros hijos para poder ser más empáticos con ellos, entre otras estrategias que hemos ido desarrollando por el bien de nuestra amada familia.
Nuestra familia creció y llegaron más bendiciones a ella.
Nació Matteo, nuestro bebito en común, y yo diría que el cemento que nos une a todos para siempre. Siempre será el hermano de mis otros dos niños y el hermano de mis hijastras y el nene que compartimos mi esposo y yo. Su llegada (aunque en un principio causó un terremoto de celos en nuestros hijos e hijas) es una gran bendición y seguimos trabajando día a día para ser una mejor familia reconstituida en donde el amor sea nuestro guía.