“Bullying” en las escuelas… ¿Pero hasta cuándo?

¿Qué sentiríamos si nuestro hijo(a) regresa de la escuela con un ojo morado o si nos confiesa que se burlan de él? Estoy segura que nos enfureceríamos de sólo pensar que otro niño se haya atrevido a lastimar lo más preciado en nuestras vidas. ¿Qué le diríamos al niño?

Muchas madres, para evitar problemas mayores, le pedimos al niño que no se enfrente al agresor y que hable con el personal escolar para que lo ayude. Sin embargo, seamos realistas, también le diríamos que la próxima vez que sea agredido se defienda y si el agresor es más grande, que lo haga con lo que tenga en mano.

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Los niños agresores, o bullies como les llaman en inglés, siempre han existido y siempre existirán.  Pero para sentirse importantes, aceptados, populares, necesitan tener a quién molestar.  Ellos se llenan de poder, no por la diferencia (que si es gordita o usa espejuelos o no le gustan los deportes) sino por la reacción que tenga la víctima.  

Las madres son los seres más influyentes en la vida de un niño.  Nuestro deber siempre ha sido ayudarle a que tenga las herramientas necesarias para tener una vida saludable y exitosa; le enseñamos a hablar para que se comunicara con los demás (no hablar por ellos); le enseñamos a caminar para que tuviera libertad a explorar sus alrededores (no caminar por ellos).  Les puedo asegurar que enseñarles a defenderse contra la intimidación de un niño agresor no es la excepción.

La clave es ayudar al niño agredido a detener la burla o el abuso a tiempo.  Aunque cada caso es diferente, nuestro deber como padres es fortalecer la autoestima del niño.  Esto le ayudará a defenderse y tomar el control de la situación, porque la única manera en que se puede dejar de ser víctima es a través del propio comportamiento…

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