Mamás Sin Filtros: No confundas el amor a tus hijos con la sobreprotección

Te confieso que me tomó mucho tiempo descubrir que no hay peor forma de mostrar amor a mis hijos que sobreprotegiéndolos. Tenía la falsa creencia de que mostrarles mi cariño complaciéndolos en todo lo que querían y haciéndoles la vida más sencilla los haría niños muy felices. A toda hora me anticipaba a satisfacer sus necesidades y los convertía en el centro de todas mis atenciones. Decidía por ellos, sentía por ellos y hablaba por ellos. Claro, hasta que llegó la claridad a mi cabeza y me di cuenta que algo no andaba bien con mi forma de proceder. Eso sí, mis intenciones siempre fueron las mejores, pero eso no quitaba el daño que podía causarles.

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Confundir el exceso de protección con amor es un riesgo que podemos correr muchas mamás. Es por ello que en esta nueva edición de Mamás Sin Filtros te comparto mis aprendizajes en las experiencias que he tenido sobre este tema como mamá de Sofy y Diego.

Espero que mi experiencia te sea de gran ayuda para no caer en estos típicos errores de las mamás modernas que buscamos la felicidad de nuestros hijos a toda costa creyendo que si les evitamos todas las frustraciones que deben vivir como algo necesario en su desarrollo no sufrirán. Así que toma nota.

Era su salvavidas para todo y se estaban convirtiendo en los reyes de casa.

Me convertí en su rescatadora número uno. Si se metían en problemas yo se los solucionaba aunque ellos no me lo pidieran. Yo estaba ahí con respuestas para todo, teniéndolos en una burbuja de cristal para que no hicieran el más mínimo esfuerzo y tuvieran todo a la mano. No me daba cuenta que esforzarse era necesario para que aprendieran a valorar muchos aspectos importantes de la vida. Los convertí en los reyes de casa.

Temía que se lastimaran o no supieran tomar buenas decisiones.

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Siempre justificaba mi conducta argumentando que era por amor y los limitaba en sus destrezas por mis propios miedos. Me preocupaba demasiado queriéndoles evitar los fracasos. Me convertí en una madre impositiva, vigilante y muy resolutoria. No les permitía explorar y en más de una ocasión les impedí poner a prueba sus habilidades. Algo que es sumamente necesario para aprender del ensayo y el error.

Se estaban convirtiendo en niños muy pasivos que buscaban siempre la comodidad.

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Me di cuenta del error que estaba cometiendo en el momento en que ya no querían esforzarse para nada. Querían lo más sencillo y evitaban aquello que les implicara paciencia y perseverancia. Buscaban soluciones rápidas y no querían comprometerse con muchas responsabilidades. No estaban aprendiendo del trabajo colaborativo y de la empatía.

Darles lo fácil, les hace la vida más difícil.

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Comprendí que la vida en casa es un entrenamiento para el mundo de allá afuera. Un mundo en el que van a enfrentarse a las responsabilidades, a los límites y a las consecuencias de sus decisiones. Si yo no los entreno adecuadamente en la cultura del esfuerzo es posible que tengan efectos muy importantes y que les volverían la vida más difícil, al grado de que esto los podría hacer desconfiar de sus capacidades.

Después de todo el caos decidí soltar la conducta sobreprotectora y fluir.

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Me relajé y solté el control. No puedo estar resolviendo todo por ellos, así que me hice la idea de que debían vivir las consecuencias de sus decisiones y aprender de ello. También permití que aprendieran de la cultura del esfuerzo sin sentirme culpable. Confié en ellos y en sus capacidades para ayudarles a desarrollar su confianza y sigo aprendiendo en el camino de ser mamá.