Cuando me di cuenta que cada segundo es irrepetible, entendí lo importante que es valorar y disfrutar cada etapa de mis hijos. El tiempo pasa tan rápido que en un abrir y cerrar de ojos las cosas cambian. Me encanta recordar sus abrazos, sus sonrisas juguetonas y su ternura encantadora. Hasta la fecha me siento muy conmovida cuando leo las cartitas o veo los dibujos que me hacían cuando eran pequeños porque son esos regalos que el corazón nunca olvida. El tiempo ha pasado, por lo tanto las cosas han cambiado un poco y por supuesto ellos también. En esta edición de Mamás Sin Filtros te cuento las cosas que puse en práctica para que mi casa no se convirtiera en un campo de guerra ante esos cambios inesperados que me tomaron por sorpresa y que además casi nos llevan a un punto de colapso por su rebeldía.
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Cuando comenzó toda esta transformación en ellos los sentí como desconocidos. Sobre todo cuando les daba alguna instrucción que antes hacían convencidos y sin cuestionar, ahora se convirtió en una aparente declaración de guerra.
Por supuesto que yo quería mantener todo bajo control y quería dejarles en claro que la que mandaba "era yo". Táctica que no me funcionó tanto, porque la comunicación empeoró y la lucha también. Es por eso que decidí aplicar ciertas estrategias que te comparto en este video.
Decidí prepararme psicológicamente, lo mejor era predicar con el ejemplo.
Me costó mucho manejar mi temperamento, busque apoyo en libros, cursos y en conferencias. Después me puse la meta de ser muy cuidadosa en que antes de explotar tenía que retirarme a tiempo. Sabía que debía resolver cada conflicto, pero también estaba claro que no lo haría estando de mal humor. Entonces, si en algo no estaba de acuerdo, les hacía saber que necesitábamos alcanzar acuerdos pero que lo haríamos en otro momento.
Decidí que quería su respeto y no su temor, así que probé formas diferentes de disciplinarlos.
Comprendí que no valía la pena imponer mi autoridad con una lucha de poderes, puesto que eso sólo incrementaba la tensión entre nosotros y nos alejaba emocionalmente. No quiero que me vean como su enemiga, pero tampoco quiero que pierdan la línea de la disciplina. Por supuesto que tengo clara que en mi labor como mamá soy una figura de autoridad que debe ser respetada, pero eso es muy diferente a ser una figura temida. Por lo tanto, intenté probar otros caminos basados en los acuerdos.
Hice acuerdos con ellos haciéndoles saber que los escucharía si ellos estaban dispuestos a hablar con respeto.
En todas sus etapas siempre he fomentado que se expresen, que me digan lo que piensan y que incluso opinen en las decisiones familiares. Sin embargo, cuando comenzaron su adolescencia esas opiniones se convirtieron en imposiciones e incluso órdenes. Ahí fue cuando tuve que poner freno y buscar una manera en la que les seguía permitiendo la libertad de expresión pero con reglas muy claras: “Nos escucharemos atentamente si nos hablamos con respeto y tenemos una propuesta para resolver el desacuerdo”.
Después de conversar, intento ser muy clara con las normas, hay cosas negociables y hay cosas que no.
Esto para mí significa que puedo ser flexible en algunas cosas como extenderles el horario para ir a la cama o quizá darles un permiso si es que han cumplido con todas sus tareas en casa. Sin embargo, aunque se enojen, me dejen de hablar y me consideren la peor mamá del mundo, soy muy firme con los aspectos que no están sujetos a negociación como todo lo que tiene que ver con su salud, seguridad, integridad emocional, física y psicológica.
Quiero encontrar el equilibrio perfecto entre disciplinarlos sin perder la buena comunicación con ellos.
Creo que éste ha sido para mí uno de los aprendizajes más complicados como mamá, porque se dice fácil, pero en la práctica es muy complicado. Hasta la fecha me cuesta trabajo encontrar equilibrio en esto y tengo que estar muy concentrada para no convertir algo simple en una batalla. Para mí no basta con respirar profundo y ya, porque mi carácter es explosivo y debo tener mucho cuidado en no cruzar la línea y comenzar a gritar. Eso requiere que esté muy conectada con mi meta de disciplina amorosa, todo el tiempo.
Decidí ser muy paciente y aprender a escuchar , aunque no siempre esté de acuerdo en lo que me dicen.
Déjame decirte que esta fue una de las prácticas que me trajeron mejores resultados. Claro que todos los días es un reto diferente para lograrlo y necesito de mucha concentración para escucharlos sin pensar en cómo contraatacar. Eso significa cuidar mis movimientos, gestos de desacuerdo e incluso la forma de descalificar lo que me dicen con la mirada. Lo que me ayuda mucho es recordarme a mí misma cuando era adolescente y tratar de comprender que su forma de ver el mundo es diferente.