Cualquier tipo de tensión que se siente en el entorno tiene efectos estresantes tanto en niños como adultos. El momento de incomodidad e incertidumbre es una respuesta natural independientemente de la edad. Muchos se pueden adaptar a ello y normalizarlo, sin embargo, las secuelas no se pueden evitar. Las discusiones y los desacuerdos son parte de la comunicación humana y resolverlo desde la comunicación asertiva siempre será la opción más sana para el bienestar de todos en casa. El problema es que se convierte en un foco rojo cuando las discusiones son una guerra eterna y aunque no sea intencional, papá y mamá están siendo negligentes en cuanto a las consecuencias que pueden provocar. Así que toma en cuenta esto que te comparto.
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Los hijos pueden aprender que esas formas de comunicación son normales y que los conflictos se resuelven desde un tipo de comunicación agresiva o pasiva. Los niños aprenden por imitación y aunque en el fondo sientan un ambiente de tensión es posible que repitan las pautas.
Cuando los niños escuchan a papá o a mamá discutir, pueden sentir ansiedad e incertidumbre ante lo que ocurre, pueden incluso imaginar escenarios de temor debido a los gritos o a las posibles ofensas que escuchen. Es por ello que te comparto cuales son las consecuencias de los conflictos de la pareja en los niños.
Puede utilizar el aislamiento como una alternativa para evadir sus preocupaciones y el estrés que siente.
En el momento de la discusión es una estrategia saludable para liberarse del estrés que siente. Puede irse a su habitación e incluso distraerse con algo, con la intención de encontrar la tranquilidad en medio del caos. El riesgo está en que esta forma de evasión se convierta en una especie de hábito emocional y que huya ante todo lo que le provoque tensión y que en un futuro evite la comunicación directa, respetuosa, clara y asertiva.
Pueden incorporar en sus aprendizajes de vida un modelo de pareja disfuncional como algo funcional.
En pocas palabras, pueden caer en una repetición de patrones en donde los procesos disfuncionales se normalizan y aparentemente cumplen con los requisitos de lo que considerarían la naturaleza de una pareja. Ya sea mantenerse distanciados emocionalmente o estar en medio de discusiones constantes y seguir esos lineamientos como un referente de lo que “debería de ser la vida en pareja” a pesar del conflicto interno que pueden experimentar.
Pueden sentir que lo que le da intensidad a una relación son las discusiones.
El punto es que si notan que después de la discusión hay una reconciliación y esto se convierte en un círculo vicioso, pueden tener una idea equivocada de la comunicación. Se puede convertir en un juego psicológico en el que relacionen el afecto con las discusiones acaloradas o incluso con las agresiones, dependiendo del nivel del conflicto. Incluso pueden acostumbrarse a relacionarse con sus seres queridos desde la agresión. Esto les puede pasar entre hermanos, con sus mismos padres o con las personas por las que sienten afecto.
Los niños corren riesgo de desarrollar hiperactividad.
Te cuento que, de acuerdo a un estudio llevado a cabo en la Universidad de Cambridge durante el 2000, los niños que viven en medio de discusiones continuas de sus padres, corren un elevado riesgo de desarrollar Trastorno de Déficit de Atención e hiperactividad. Esto es una consecuencia hasta cierto punto lógica debido a que los niveles de tensión y el ambiente emocional en casa producen efectos en los procesos de aprendizaje en los niños ya que se puede ver afectada la concentración.
Pueden tener sentimientos de constante impotencia.
El hecho de sentirse invisibles ante una discusión fuerte entre mamá y papá puede llevarlos a querer hacer algo y al mismo tiempo no poder hacer nada para resolver el conflicto. Se siente pequeño ante la situación e incapaz de poner una solución dedbido al miedo. El hecho de que discutan frente a él o ella representa una clara descalificación de sus emociones ya que de alguna manera lo está anulando cuando eligen el hecho de no controlar un impulso a pesar de su presencia.
De la comunicación pasiva y agresiva pueden aprender que es mejor no opinar para evitar discusiones.
Podrían desarrollar un concepto equivocado en cuanto a lo que implica una discusión con la intención de llegar a acuerdos a diferencia de una pelea de constantes agresiones y luchas. Todos tenemos derecho a expresar lo que sentimos, a aportar soluciones, opiniones o puntos de vista. Sin embargo, si tus hijos observan que esto es un sinónimo de pelea, preferirán omitir sus formas de expresar lo que sienten con tal de no tener un problema o estrés.
Pueden volverse agresivos y pensar que las faltas de respeto son requisito en una relación.
Evidentemente esto también es resultado de las formas de aprendizaje que pueden conllevar a un niño a desarrollar la idea de que cualquier relación debe llevar el ataque de por medio. Incluso, pueden pensar que cualquier desacuerdo necesita de la pelea para ser resuelto. Esto puede ser una consecuencia futura, sin embargo, en el presente pueden ser agresivos como una reacción ante el estrés continuo al que se ven sometidos cuando está en medio de constantes discusiones. La tensión continua pone a los niños en un modo de supervivencia permanete y pueden estar a la defensiva como un mecanismo natural del propio organismo.
Pueden desarrollar sentimientos de culpa
Un niño tiende a preguntarse con frecuencia si él es el responsable de los problemas que ocurren en el entorno familiar. Incluso, si hay comentarios por parte de la madre o el padre que refieren que siguen juntos para mantener la unión de la familia y que lo hacen por el bien de los hijos, se les está adjudicando una responsabilidad que no deben cargar sobre sus hombros. Esto los podría llevar a interpretar que, si no fuera por ellos, los problemas se podrían resolver
Pueden crearse alianzas, sobretodo si un padre habla mal del otro.
Dentro de los conflictos tus hijos pueden tomar partido por alguno de los dos y comenzar a formar parte de una guerra que no le corresponde. Se crea una opinión distorsionada de un problema que sólo le compete a la pareja y se puede sentir en la obligación de defender a alguno de los dos, sobretodo a quien ve como víctima de la situación. Todo esto es terrible ya que es un rol que no le corresponde llevar a cabo dentro de la familia, como hijo, debe estar ajeno a los problemas de los adultos además de que al estar involucrado, puede desarrollar resentimientos o rencores ante un problema que interpreta como una guerra con alianzas, sintiéndose parte de un bando amigo y un bando enemigo.
Pueden tener dificultades con el manejo de su ira o enojo en sus relaciones con otros.
La baja tolerancia a la frustración también puede ser aprendida, para él puede ser algo natural sentir que los demás deben aguantar sus modos explosivos de reaccionar ya que es a lo que está acostumbrado. Por lo tanto, puede afectar sus relaciones sociales y ser rechazado debido a su inadecuada forma de gestionar las emociones. Puede que le tengan miedo o que prefieran no estar cerca de él para evitar problemas debido a su alta irritabilidad.
Piensan que a los acuerdos se llega solo a través de una pelea.
Es posible que forjen una idea equivocada de que se pueden establecer negociaciones en pareja o con cualquier persona después de gritos y lucha de poderes. Lo que podría estar percibiendo es que los acuerdos son producto de un rol de ganador o perdedor en la discusión y de esta forma sentir que se triunfa en una discusión a través del sometimiento de otros o de sentirse sometido ante el conflicto. El enfoque lo vive desde una batalla y no desde las negociaciones o límites sanos.
Se pueden convertir en consejeros matrimoniales o mediadores de la relación de sus padres.
Depende mucho de la personalidad de tu hijo ya que puede que se aleje o que quiera solucionar desde su propio nivel de comprensión ante la circunstancia. Debido a lo desesperado de la situación, puede tener momentos de involucramiento en donde decida frenar la discusión y ser un mediador o moderador de la misma. Esto lo sacaría completamente de su rol de hijo y lo haría responsable de ser el consejero que ayude a sus padres a mejorar su comunicación. Incluso regañándolos como si él fuera el adulto y los padres los niños pequeños, invirtiendo así los roles del bloque familiar.
Pueden volverse rebeldes y tener problemas con las figuras de autoridad en el colegio.
Ya que tienen un modelo de discusión disfuncional en casa y sumado al nivel de tensión diario que pueden estar viviendo, los niños que están en medio de las fuertes discusiones de sus padres pueden volverse cuestionadores y retadores ante las figuras de autoridad en general. En el colegio pueden meterse en líos debido a que no siguen instrucciones o están descargando en el ambiente escolar todo el enojo e impotencia que no pueden descargar en casa.
Pueden volverse mensajeros de ambos padres, llevando y trayendo recados en medio del ambiente hostil.
En esta típica escena de dile a tu papá que… o dile a tu mamá que…, se convierten en un puente de comunicación que los responsabiliza de ser intermediarios de lo que está ocurriendo entre sus padres y formando parte de un entorno de hostilidad ante el cual deberían estar protegidos. Ellos no tienen nada que ver con el conflicto o con la situación entre la pareja, algo que además de molesto o confuso para ellos los lleva a sentirse incómodos en su propio espacio.
Pueden tener problemas de inestabilidad emocional.
Esto se reduce como el efecto total de todos los puntos que te compartí con anterioridad. El desequilibrio emocional se debe a que no saben qué esperar de las discusiones que se crean en casa y por lo tanto pueden volverse ansiosos, apáticos y vivir en el estrés constante que les impide tener un adecuado desarrollo emocional. Además de normalizar el conflicto como parte de una relación, están sujetos a manejar sus propias emociones por lo que los efectos pueden ser múltiples y dependen de su temperamento y carácter, lo que los mantiene en una sensación de inestabilidad permanente.
