Aunque la maternidad es una de las experiencias más bellas para una mujer, no significa que sea la única etapa que nos aporte felicidad. De hecho, ser feliz, sentirte plena y completa es un requisito imprescindible para disfrutar cada una de las etapas de la vida. Sin felicidad, no podríamos apreciar cada momento ni valorar todos nuestros logros e incluso no aprenderíamos de nuestros fracasos. Así que, si crees que eres egoísta por pensar en tu bienestar antes que en el de tus hijos, estás pensando de manera muy equivocada. Tu felicidad es la garantía de su bienestar, jamás lo olvides. Es por ello que te invito a que reflexiones sobre ello, tomando en cuenta estos 20 motivos por los que está bien ser feliz antes que todo, sin sentirte culpable por ello.
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No te pierdas a ti misma en los roles que te toca jugar en la vida. Ser madre, ser esposa o ser exitosa en tu trabajo siempre deben ir acompañados de tu entrega y motivación para dar lo mejor de ti. La receta para lograrlo depende de tu plenitud.
Puedes sentirte feliz todos los días, a pesar de los retos o desafíos de ser madre, y eso no significa que dejes de sentir. Puedes sentirte enojada, preocupada o cansada y aun así ser feliz. Cuida de ti para que puedas cuidar de los demás, esta es una norma fundamental y aquí te explico por qué.
En este episodio de nuestro pódcast 'Mamá Dice' explicamos las razones por las que debes buscar tu felicidad antes que todo:
Porque cuando eres feliz cuidas tu salud, duermes bien y te preocupas por tu bienestar sin sentirte egoísta por ello.
Ser madre no significa tener que ser perfecta. Eres un ser humano con virtudes y defectos pero sobretodo con "necesidades". Cuidar de tí y de tu salud debe ser prioridad, por lo tanto haz ejercicio, alimentate bien, duerme bien y así estarás en condiciones perfectas y con el ánimo perfecto.
Eres feliz cuando has aprendido a aceptar tus errores sin temor a ser juzgada o señalada como mala madre.
A veces es necesario recalcular la ruta y fluir con los cambios. No ocultes tus fallos, al contrario, en ocasiones hacerlos evidentes te ayuda a ejercitar la humildad para aceptar los fracasos y aprender de ellos. La presión extra a la que te sometes cuando quieres evitar una crítica te impide poner atención a lo más importante que es "aprender y disfrutar".
Cuando eres feliz, te das el permiso de liberarte del agotamiento que sientes sin remordimientos.
Eres un ser humano con virtudes y defectos y vas aprendiendo sobre la marcha. A veces estarás agotada, con ganas de salir corriendo y de tomarte un tiempo para respirar. No está mal si lo haces sobre todo cuando lo necesitas para cargar pila y continuar.
Cuando eres feliz, vas un paso a la vez sin perder de vista tus metas personales.
A pesar de que la maternidad representa una gran inversión de tu tiempo, no dejas de lado tus sueños o proyectos. Buscas un pequeño tiempo extra para planear lo que quieres hacer para nutrirte a ti misma y te conviertes en tu prioridad.
Porque cuando eres feliz quieres lo que tienes y disfrutas cada momento sabiendo vivir el presente.
Eres feliz cuando sabes vivir el aquí y el ahora, cuando te conectas totalmente con cada experiencia. Si estás con tu hijos, pones total atención disfrutándolos, si estas trabajando, pones tus cinco sentidos en ello. Es decir, ninguna preocupación se cruza en lo que estas haciendo.
Porque cuando eres feliz, no te comparas con nadie, estás satisfecha con lo que tienes y luchas por lo que quieres.
Nada mejor que ser un ejemplo de perseverancia para tus hijos. Cuando ellos perciben tus ganas de alcanzar tus metas (más allá de ser madre), te conviertes en su punto de referencia ante la vida ya que aprenden a aceptarse, a motivarse y a luchar por lo que quieren.
Porque cuando eres feliz puedes hablar de tus emociones con claridad sin sentirte culpable por ello.
Ser madre no te obliga a convertirte en la super mujer. No quieras ocultar tus emociones con la falsa creencia de que así no alterarás la paz de los que te rodean, incluyendo a tus hijos o a tu pareja. Si aprendes a expresar tus emociones, te liberas de muchas cargas.
Porque cuando eres feliz eres agradecida con la vida y has comprendido que la queja no te sirve.
Si incrementas tu capacidad de gratitud ante la vida, enfocando todo aquello que aprendes o todo aquello que logras a pesar del estrés del día a día y evitas la queja continua o la actitud del “Si pero…” podrás reflejar en tus hijos y en tu entorno, tu paz interior a pesar del caos.
Cuando eres feliz, siempre encuentras el lado bueno a las cosas a pesar del caos a tu alrededor.
Sabemos que la felicidad es el resultado del enfoque o percepción que eliges sentir ante cada situación de tu vida. Si practicas todo lo anterior como cuidar de ti, pedir lo que necesitas, hablar de tus emociones y ser agradecida, verás siempre encontrarás el lado bueno de las cosas.
Porque cuando eres feliz puedes ser empática, ser compasiva y comprensiva con los demás.
Cuando te enfocas en tu bienestar, estás en condiciones emocionales perfectas para conectarte con los seres que te rodean. Esto es porque el estar bien contigo misma y satisfecha con quien eres, te ayuda a ponerte en los zapatos de otros sin juzgarlos.
Eres feliz cuando te das el permiso de divertirte, aunque no siempre sea en familia y no te sientes mala persona por ello.
Ser madre no te obliga a sólo enfocarte en actividades que tengan que ver con tu familia o tus hijos. Si sigues fomentando tus gustos y practicando tus hobbies, estarás dándote el espacio que necesitas para ser tú a través de actividades que te gustan y así estarás de muy buen humor.
Cuando eres feliz no te sientes culpable por decir “no” cuando así lo requieres.
A veces quienes te rodean necesitan un “no” de tu parte como una manera de poner limites sanos. Eso no te convierte en una mala persona, al contrario, sabes que es una herramienta muy necesaria para ser genuinos en la vida.
Cuando eres feliz aceptas a los demás tal cual son y no te aferras a controlar la vida de otros.
El hecho se reconocerte como una persona única con sus propias cualidades y fallos, te ayuda a comprender a otros (principalmente a tus hijos) y a aceptar que también son únicos. Esto te quita la necesidad de querer controlar todo y permitiendo que fluyan a su propio ritmo.
Cuando eres feliz buscas tiempo para estar sola, sabes que tu ausencia momentánea no dañará a nadie.
No te sientas una mala madre o una mala persona por necesitar momentos de soledad, o por requerir un silencio mental. Cuando recargas tu energía en momentos de aislamiento, estás regalándole a tus hijos y a los que te rodean, una mejor versión de ti al volver del retiro.
Cuando eres feliz, no permites que la maternidad te cambie y te convierta en una mujer insatisfecha.
A pesar de que la maternidad puede cambiarte la vida para bien, también (si tu lo permites) podría sacudirte interiormente y meterte en una crisis fatal en la que tu esencia corra riesgo. Recuerda que el rol no te define y puedes seguir siendo tú a pesar de los cambios en tu vida.
Eres feliz cuando no temes pedir ayuda a otros y reconoces cuando la necesitas.
El necesitar del apoyo de otros no te hace una mujer fragil . Además, es algo que también te ayuda a soltar el control. De hecho, tus hijos te lo van a agradecer, no es lo mismo cuidarlos de mal humor por lo agotada que te sientes que cuidarlos después de un descanso en el que cargas la pila.
Si eres feliz aprendes a valorar tus cualidades y dejarás de criticarte por todo.
Recuerda, la búsqueda de la perfección podría llevarte enfocar sólo tus defectos y a criticarte más de la cuenta. Si valoras tus virtudes, te las reconoces y estas consciente de tu potencial, dejarás la autocrítica y te sentirás satisfecha contigo misma.
Si eres feliz, impulsarás tus aspiraciones y tendrás la energía suficiente para organizar tu vida y tus tiempos.
La capacidad de planear tus roles, depende de tu energía. A veces el agotamiento es solo mental porque te llenas de ideas como: Es muy difícil, esta muy complicado, no puedo ser madre y mujer al mismo tiempo. Organízate y vive los cortos momentos de incomodidad y verás como “sí se puede”
Si eres feliz, no te importará compartir tus problemas y buscar consejo cuando las situaciones te sobrepasan.
Si requieres un consejo, una orientación o simplemente que te escuchen, puedes pedirlo sin sentir que estás fallando en tus capacidades de resolución. La felicidad es la práctica de la aceptación de la realidad. Si te sientes que algunas situaciones te sobrepasan, puedes pedir consejo.
Si eres feliz, confías en ti y no permites que te invadan las frustraciones o angustias por el futuro.
Confías en tus capacidades, en tus habilidades y en que pase lo que pase todo tiene solución y la sabrás encontrar. No te dejas invadir por pensamientos catastróficos porque sabes que encontrarás los caminos.
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