Hace ya varios años yo leí unas estadísticas que decían que una de cada tres jóvenes son golpeadas por sus novios. ¡Casi me da un infarto! Lo primero que hice, fue hablar de eso con mis hijos, en ese entonces todavía adolescentes. Uno de ellos quedó muy sorprendido, pero otro, me dijo que sabía de una amiga suya que había sido cacheteada por su novio. Me dio ¡doble infarto! y por eso me pareció oportuno que te comente de una campaña que se lanzó desde Argentina por las Naciones Unidas y la compañía Avon, de nombre #que onda, para que los adolescentes se concienticen sobre la violencia entre las parejas jóvenes porque es impactante lo que está sucediendo.
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El lema es interesante: "El amor te hace bien. Si no, es otra cosa". Los cinco puntos principales son muy elocuentes: celos y control, descalificación, humillación, indiferencia y presión sexual. Todos estos puntos desembocan la violencia, el abuso psicológico y la agresión física. Es inconcebible que las jovencitas permitan que un novio sea capaz de maltratarlas y peor aún de abusar físicamente de ellas con la excusa de los celos.
Nosotros como padres de familia tenemos que estar muy involucrados en el comportamiento de nuestros hijos. En mi caso como madre de dos varones, siempre he tenido las conversaciones necesarias para hacerles notar que la violencia no tiene cabida en una relación, podemos enojarnos, podemos tener diferencias de opinión pero jamás podemos utilizar las malas palabras, las agresiones y los golpes para satisfacer nuestro enojo. Y al mismo tiempo les he hecho saber a mis hijos que una mujer que insulta, que humilla y que golpea no es digna ni de su tiempo y mucho menos de su amor, a ellos también hay que protegerlos.
No solamente son las mujeres las víctimas de la violencia, hoy en día las mujeres también tienden a ser abusadoras y tenemos que mantener a nuestros jóvenes despiertos a esta realidad. Por supuesto todo comienza en casa, con el ejemplo, con lo que ven y si nosotros en casa permitimos la violencia de nuestras parejas, definitivamente la estamos fomentando en nuestros hijos. Yo siempre he pensado que una caricia vale más que mil palabras.
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