¿Por qué las cosas son tan distintas con el segundo hijo?

Todo el mundo me lo dijo, pero yo no lo quería creer. Sin embargo, ahora que tengo dos hijos, sé que tenían razón. ¿Por qué las cosas son tan distintas con el segundo hijo? A ver, me explico… Cuando estaba embarazada con Vanessa, todo era nuevo. Compré libros, leí revistas y me inscribí en uno de esos sitios en línea que te mandan emails con el desarrollo del bebé todas las semanas.

Con Santiago, que vino tres años después, no hice nada de eso. Primero porque la verdad no tenía tiempo (tenía que estar detrás de mi nena de 2 años y medio) y segundo porque cómo que ya no venía al caso.

Pero eso no es lo único. A Vanessa le tomamos miles de fotos y vídeos durante su primer año de vida. Es más, ahora que las miro, pareciera que cada vez que hacía una mueca, ¡le sacábamos una foto! No voy a decir que Santiago no tiene fotos ni vídeos, pero en comparación a su hermana, realmente no tiene nada.

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Lo mismo con el librito ese que se llena de recuerdos del primer año del bebé. El de Vanessa lo iba llenando detalladamente cada vez que pasaba algo, desde cuando le salió su primer diente hasta cuando aprendió a gatear. El de Santiago por lo menos lo compré, pero me avergüenza decir que no sé ni donde está. 

Además, Vanessa sólo usó pañales de tela (¡por tres meses!), le preparé yo misma sus primeros purés y esterilicé todo lo que iba a su boca. ¡Nada de eso con el pobre Santiago!

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Y es que no se trata de que quiera uno más que al otro porque los amo con toda mi alma a los dos. No, no creo que tenga nada que ver con eso. Se trata más bien de que con el segundo hijo la ilusión es diferente porque no todo es tan sorprendente o increíble como la primera vez. No me puedo ni imaginar cómo hubiese sido si tuviese un tercer hijo.

¿Tú que piensas?

Imagen vía Philms/flickr