Una vez leí por ahí una frase que me dejó pensando: “Dicen que la felicidad un estado mental y que todo depende de la forma en que decides ver las cosas” ¿Tú que opinas? A lo largo de mi vida personal y como psicoterapeuta, he aprendido que la gratitud es un estado interno que regala muchos beneficios a nuestra salud mental y cuando vives en un estado contrario a ello desde la inconformidad constante y la insatisfacción desmedida puedes poner en riesgo tu propio equilibrio. Y es que depende mucho de ti y de la calidad de tus pensamientos y el hecho de vivir en plenitud, sobretodo cuando tienes todas las condiciones físicas, emocionales y mentales que te permiten decidir por el camino de la paz interior. Cuando te vuelves inconforme con lo que tienes y con lo que te rodea, puedes estar instalada en la queja y retroalimentar este círculo vicioso de insatisfacción sin que te des cuenta y lo peor, es que crece de menos a más como una bola de nieve hasta convertirse en la peor de las avalanchas. Así que para que hagas una evaluación de tu posición existencial ante la vida, aquí te comparto algunas de las primeras señales para que frenes a tiempo.
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Cuando a todo lo que te pasa le encuentras el lado malo, cuando ya perdiste tu capacidad de asombro y cuando tu frase favorita al responder ante las soluciones que otros te proponen a tus problemas es “si…pero…” déjame decirte que estás comenzando con un trayecto que no te va a traer nada bueno y lo peor es que estás alimentando al pesimismo que nada tiene que ver con realismo. Además de que puedes contaminar a todos los que están a tu alrededor, principalmente a tus hijos y eso volvería un caos el entorno emocional de tus seres queridos.
En este caso estaremos dejando fuera a las personas que tienen un diagnóstico por depresión en todas las vertientes de un diagnóstico clínico, ya que este problema bioquímico les impide enfocar y experimentar la motivación como normalmente se hace y en este caso, recomendaría acudir con un especialista para que puedan recibir la ayuda y herramientas que se los permitan. Pero, si tú no tienes ningún padecimiento neurobiológico que te lo impida, no tienes pretexto, solo tienes malos hábitos emocionales que necesitas modificar si quieres sentirte diferente. Así que toma nota.
Haz perdido tu capacidad de asombro, haces comentarios ácidos cuando antes no lo hacías e incluso te molesta ver que otros se entusiasmen con las cosas simples de la vida.
Desde un día de campo, hasta una película romántica o incluso un amanecer increíble, pueden ser regalos del día a día que tú percibes como simples, sin chiste y que incluso puedes llegar a criticar y juzgar con comentarios agrios como: “no exageres” o “no seas ridículo/a”. Una señal clara es que te puedes sentir molesta al escuchar las risas de otros, al verlos divertirse o incluso al considerarlos absurdos por sentirse contentos ante cosas que son muy cotidianas. Esa capacidad que ves en otros de disfrutar puede conectarte con algún asunto emocional que te robó la felicidad de cada momento.
Consejo: Haz memoria, recuérdate cuando niña y adolescente y ubica el momento en el que permitiste que algo o alguien te quitara esta capacidad de disfrutar las cosas simples.
Todas, absolutamente todas vivimos una infancia donde aquella niña que fuimos en algún momento jugó, se sorprendió y disfrutó explorando con curiosidad el mundo. Y aunque nacemos con un temperamento, ese no tiene porque limitar nuestra capacidad para ser plenas. En realidad, son los miedos, las creencias limitantes y los bloqueos los que te impiden ver de nuevo la vida con curiosidad, experiencias dolorosas o en las que te sentiste defraudada podrían ser la causa. Si les sigues dando tanto poder, estás quitándote tu propio poder personal para ser feliz día con día.
Juegas el juego psicológico del “si…pero”.
Cuando tienes un conflicto y te quejas de que no puedes resolverlo o te quejas de que siempre te pase lo mismo, estás convirtiéndolo en un mal hábito emocional, quizá no lo notes, pero podrías estar encontrando una especie de zona de confort en la queja y eso reafirma la amargura que estás proyectándote y reflejando en otros. Quizá alguien te de opciones de solución muy claras ante aquello por lo que te quejas, sin embargo, a cada alternativa tú le encuentras un “pero” y nada es suficiente. Esto habla de que en realidad no estás buscando soluciones y tampoco estás haciendo los esfuerzos pertinentes para salir del hoyo en el que te encuentras. Es una forma de vivir la vida instalada en la queja.
Consejo: Toma consciencia de tu victimismo y cada vez que te descubras bloqueando el camino de la solución haz una pausa y pregúntate qué quieres en realidad.
Ponte frente al espejo y proporciónate a ti misma soluciones ante el conflicto que estás viviendo, verás que tu lado creativo encontrará muchas salidas que tu lado de dolor se ha impedido ver para quedarse en la sensación de “pobre de mi”. Este ejercicio no funcionará si no aceptas que estás pasando por un momento donde te estás quitando poder personal para sentirte en el suelo y ante esto te digo que nadie vendrá a recogerte de ahí sino lo haces tú misma y te sacas de las arenas movedizas en las que te has metido. Así que toma valor y toma tu potencial dormido, despiértalo y ponte límites firmes cuando así lo necesites. Si descubres que necesitas ayuda de un terapeuta, busca apoyo, no te quedes cruzada de brazos y hazlo por ti.
Constantemente invalidas los esfuerzos de otros, descalificando cada logro que ves en los demás con una crítica sutil y que haces con buena intención.
En realidad no lo haces a propósito y tu intención no es molestar, pero es tanta la visión negativa que estás acumulando que poco a poco te vas convirtiendo en una mujer que sólo ve a través de lo que está mal. Estás muy pendiente de los posibles errores que puedan cometer otros y así señalárselos con la intención aparente de hacerles un bien, aunque parece que estás entrometiéndote. Esto puede provocar que te vayan excluyendo por la tensión que generan tus comentarios a manera de regaño. Se que a veces quieres ser buena persona, pero convertirte en quien fiscaliza los errores de los demás solo es una proyección de tus asuntos internos no resueltos.
Consejo: Ponte el objetivo de un día de la semana sin criticar, juzgar o señalar errores de otros, es un muy buen ejercicio de conciencia que te mostrará un lado de ti que no habías notado.
A pesar de que suena un ejercicio sencillo, tú misma notarás el esfuerzo que te tomará llevarlo a cabo. Durante el día muchas veces actuamos en automático y es muy común en todos nosotros como seres humanos, señalar los errores de las demás personas. Sin embargo, cuando descubres la cantidad de veces que puedes estar llevando a cabo este mal hábito durante el día podrás ver cuanta energía gastas en ello y además cuanta energía te roba esta actitud también. Estar pendiente de lo que hacen mal los otros te convierte en una mujer que no es feliz con nada y que siempre encontrará el fallo desde una actitud negativa y de poco reconocimiento y por lo tanto de poco auto reconocimiento.
Quieres controlar la vida de todos y que se adapten a tus necesidades, no estás siendo capaz de hacer acuerdos.
Te estás volviendo una persona muy dictatorial disfrazada de empoderamiento. Practicas un liderazgo deformado y por lo tanto te has vuelto controladora. No estás respetando los límites de otros y quieres que se hagan las cosas como tú dices con la intención de sentirte mejor. Sin embargo, aunque así suceda puedes toparte con una pared y descubrir que tu insatisfacción sigue y que incluso entras en ansiedad cuando no tienes las cosas bajo control. Es un círculo vicioso en el que para sentirte mejor lo único que logra es empeorar tu estado emocional ya que eres muy impaciente. No sabes reconocer logros de otros y además eres muy impositiva. Aunque lo que te acabo de describir suena a bruja de cuento, es en lo que puedes caer si no pones freno a tu necesidad de control.
Consejo: Date la oportunidad de sentir el alivio de no tener todo bajo control y haz una lista de las cosas que no has querido aceptar como realidades que están ocurriendo en tu vida.
Tú no te puedes engañar, este estado de querer retener y controlar todo lo que está a tu alrededor, incluyendo a las personas, es el efecto de situaciones que no has querido aceptar en tu vida. Si haces un conteo reflexivo y vas anotando en una libreta todas esas cosas que quisieras que fueran diferentes o que hayan sido diferentes en tu pasado, encontrarás que ninguna de ellas ha estado en tus manos. Habla con tus miedos, hazle saber que esas cosas son así y que no se pueden cambiar controlando lo que te rodea. Haz una práctica diaria de soltar algo por muy insignificante que te parezca y cuando te descubras haciéndolo, suelta, respira y deja que las cosas sucedan como tengan que suceder.
Te estás volviendo extremadamente sensible ante los comentarios de los demás y te sientes atacada por todos, te cuesta trabajo ser objetiva y saber escuchar.
Este puede ser un mal hábito de tu personalidad o puede ser el resultado de alguna situación de tu historia de vida. Quizá durante mucho tiempo estuviste en medio de críticas de otros y eso te colocó en un estado defensivo, pero no es algo que te vaya a funcionar como una solución sana ni para ti ni para los que están a tu alrededor. Sentirte atacada es parte de un estado de supervivencia emocional cuando en realidad puedes aprender a tomar los comentarios sin engancharte, sobretodo sabiendo que el querer complacer a todos es la verdadera raíz de estar alerta ante lo que consideras un ataque. Puede que sea cierto o puede que sea la historia que tú te cuentas, lo que es un hecho es que esto te llevará a convertirte en una persona que vive peleando, a la defensiva y buscando aprobación.
Consejo: Aprende a escuchar, haz ejercicios de al menos una vez a la semana donde antes de contestar para defenderte, guarda silencio y solo escucha.
Cuando haces este ejercicio con consciencia estarás creando un momento de pausa necesaria para calmar tus miedos internos. El estado defensivo representa mucho miedo a que alguien quiera descalificarte aún cuando ni siquiera tienen esa intención. Es como si hubieras desarrollado como hábito emocional el hecho de dar respuestas automáticas que solo te meten en problemas y con los que además te quitas la oportunidad de tomar lo mejor de lo que alguien trata de explicarte o quizá de aconsejarte. Deja de sentirte en medio de un juicio y aprende a guardar silencio escuchando activamente a quienes se acercan a ti, tengan buenas o malas intenciones.
Vives decepcionada de todos los que te rodean porque no cumplen tus expectativas y te sientes desilusionada de la falta de reciprocidad de otros hacia ti.
Esta es una variante del victimismo ya que cuando buscas que los demás te regresen un favor o incluso los sientes en deuda contigo estás siendo chantajista y manipuladora aunque no lo notes. La vida no funciona de esta manera. Te darás cuenta que esa ley de la reciprocidad muchas veces no se da y no por ello te debes permitir la amargura o incluso la desilusión pensando que todos son malos y que te van a decepcionar. Desarrollar ideas ante la vida como: “Nadie hace nada sin recibir nada a cambio o, nadie está ahí cuando lo necesito”, solo te llenarán de frustración y de mucha desconfianza, misma que te tendrá alerta ante todo y ante todos.
Consejo: Suelta tu rol de rescatadora del mundo y deja de sobreproteger a otros, así no te sentirás decepcionada cuando no sean recíprocos contigo.
Mi intención con este consejo no es sugerirte que seas egoísta. En realidad va mucho más enfocado a que hagas una evaluación consciente de las formas en las que tiendes a ser la rescatadora y salvadora de todos resolviendo la vida de muchos con la intención oculta de que te necesiten y de que en algún momento estén ahí para ti también. Lo lamentable de esto es que seguramente te pasa todo lo contrario y quizá cuando tú necesites apoyo te lleves la gran sorpresa de que muchos no te tenderán la mano como tú esperas y no porque sean malos contigo. En realidad puede ser porque no puedan o no sepan cómo hacerlo. Por lo tanto, es mejor que encuentres un balance y no esperes nada a cambio con la ayuda que ofreces a otros.
Nada te conmueve, has perdido tu capacidad empática, puedes estar en apatía total ante las necesidades de otros.
El acompañar emocionalmente a otros te es prácticamente imposible porque no logras conectarte y conmoverte con lo que otros pudieran estar atravesando. Es como si te hubieras vuelto insensible ante las necesidades emocionales de otros. Te has colocado una coraza y quizá sea porque estás molesta con tu propia vulnerabilidad emocional y al verla reflejada como un espejo en otros, lo rechazas de inmediato porque te lleva a un encuentro con tu propia vulnerabilidad. Es una especie de efecto espejo en el que te desconectas de ti a través de lo que observas en otros y eso a la larga puede generarte un conflicto interno y también con los demás. Esa aparente falta de empatía te convierte en un hielo y el problema es que eso puede obstaculizar tus relaciones de vida.
Consejo: Reconoce tu vulnerabilidad emocional como algo natural en ti y en cualquier ser humano.
La importancia de la inteligencia emocional es algo básico en estos tiempos. Pensar que la tristeza o la melancolía te colocan en una postura de debilidad es una creencia del siglo pasado. No es necesario mostrar fortaleza a través de la insensibilidad, al contrario, cuando te permites sentir toda la gama de emociones como algo natural en ti y aprendes a gestionarlas de forma adecuada, encontrarás tu verdadero poder personal. Intenta amigarte con todas tus emociones, no rechaces ninguna. Comienza una práctica de ponerle nombre a lo que estás sintiendo y sabrás que eso te ayudará a recuperar tu empatía y tu capacidad de acompañamiento emocional sin descalificar a nadie por sus momentos bajos.
Consejo final: Haz las cosas que has dejado pendientes en tu vida, toma los riesgos y date la oportunidad de cambiar tus hábitos de ingratitud por hábitos de gratitud.
Una reflexión final que me gustaría dejarte en esta nota es aquello que Elizabeth Kübler Ross, quien es la investigadora y escritora que ha dejado un gran legado para aprender sobre los duelos, escribió en uno de sus libros que en sus investigaciones en los hospitales cuando trataba a las personas que estaban a punto de morir, con lo que más se encontró es que todos le dijeron que de lo único que se arrepentían ahora que esperaban una muerte inevitable era no haber hecho las cosas que querían debido a sus miedos, al que dirán e incluso debido a sus inseguridades. Y decían que les hubiera gustado regresar el tiempo para poder vivir felices y plenos sin tener tantas telarañas en la cabeza. Así que vive tu vida feliz y con gratitud.