Antes de comer, al levantarnos y al acostarnos, tenemos la costumbre de orar en nuestra casa. Cuando mi esposa y yo rezamos con Camila, nos hemos dado cuenta que ella ya responde – incluso con 15 meses que tiene – diciendo "Amén". Lo dice con fuerza y entusiasmo. Y esto me ha hecho pensar en un tema importante para los padres de familia latinos de todas las creencias y denominaciones: la espiritualidad y la fe en la vida de los hijos.
En estos días se acerca la Semana Santa y son muchos los padres que evitan ir a las iglesias con hijos pequeños porque se abochornan del ruido o los niños son muy inquietos. Pero en la mayoría de las iglesias y otros lugares de oración, ya es común ver una sección para los niños (en inglés le dicen "cry room") donde los pequeños pueden estar junto a sus padres o con personas entrenadas para cuidarlos. Lo importante es que la familia pueda orar y asistir junta, sin preocuparse de los llantos, gritos y actividad que a veces generan los niños.
Recuerdo el sacerdote que estaba predicando y un bebé no paraba de gritar, hasta que la madre empezó a sacar al niño de la iglesia. El sacerdote paró el sermón y dijo: "Por favor señora, no se lleve al niño que él no molesta; es un bebé" Y la madre dio la vuelta y le dijo al sacerdote, "Pero Padre, usted está molestando al niño, por eso me lo llevo".
Con cada día que pasa, doy gracias a Dios porque mis padres siempre nos llevaron a la iglesia y nos enseñaron el valor de la fe en Dios y la espiritualidad. Yo sé que vivimos en una sociedad pluralista de creyentes y no creyentes, además, de una diversidad de creencias y grupos religiosos. Pero lo más importante es que la familia no deje de practicar sus tradiciones y creencias, por el hecho de que los hijos sean pequeños.
El "Amén" de Camila me recuerda que los niños si quieren orar – y tienen su propia espiritualidad – pero los padres son quienes deben encaminarlos y darles el ejemplo.
¿Animas a tus hijos a desarrollar su espiritualidad?
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