Los adolescentes llevan consigo muchísima carga emocional: El estrés que viene con la escuela, lo que observan que pasa en el mundo y hasta ya transitaron una pandemia mundial. A todo esto, también se le suma el proceso propio de crecer e ir convirtiéndose en personas individuales. Por eso, no es raro que puedan experimentar ansiedad, depresión o cualquier otro problema de salud mental, los cuales son más comunes de lo que piensas.
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En 2022, la Academia Estadounidense de Pediatría se unió, a otras instituciones de prestigio, para declarar a la salud mental de los jóvenes como una emergencia nacional. Incluso, los expertos en salud mental juvenil han expresado su preocupación por las presiones extremas sobre los niños y adolescentes. ¿Cuáles son las presiones que experimentan? Te contamos.
Escucha este episodio de nuestro pódcast 'Mamá Dice' sobre la importancia de no explotar con nuestros hijos cuando estamos molestas:
Aislamiento por COVID.
Durante la pandemia, muchos sintieron estrés por la situación global y por el cierre de las escuelas y el aislamiento.
Y, más allá de los factores relacionados con el COVID, es probable que sientan una gran presión por obtener buenas calificaciones en la escuela o por conseguir que los admitan en universidades de prestigio.
Exceso de actividades.
En la misma línea, a muchos les pesa la necesidad de ser buenísimos en los deportes o en otras actividades extracurriculares, en las que deben destacar para volverse más atractivos para el personal de admisión de su futuro college.
Sin embargo, en ocasiones, su agenda plagada de actividades no les permite gozar del suficiente tiempo para el descanso, la relajación y la diversión no estructurada.
Bullying presencial y cibernético.
Por otra parte, el bullying y el acoso (virtual o en persona) son moneda corriente para muchos teens.
Preocupados por su entorno.
También podrían sentir miedo e impotencia por temas importantes de impacto global, como el cambio climático, las guerras, el hambre o la pobreza.
Discriminación por raza, preferencias u otros factores.
Muchos son discriminados, de forma abierta o sutil, a base de su raza, su género, su orientación sexual, su talla, su religión o si tienen alguna discapacidad, por nombrar algunas posibles razones.
Mala calidad de vida.
Si el dinero no alcanza para que puedan tener una vivienda segura y estable, así como abrigo y suficientes alimentos nutritivos, esto traería sus propios problemas.
¿Cómo saber si nuestros hijos necesitan ayuda?
Además de los síntomas más evidentes, como cambios en el estado de ánimo, irritabilidad, ira y llanto, es posible que observes:
1.- Cambios notables en su sueño, su peso o sus hábitos alimenticios.
2.- Pérdida de interés en las cosas que habitualmente le gustaban.
3.- Mayor alejamiento de los amigos, familiares y la comunidad.
4.- Cancelación de planes con sus amigos más cercanos con poca o ninguna explicación.
5.- Dificultades académicas que parecen diferentes o más intensas, por ejemplo: Reprobar exámenes en su materia favorita o negarse a hacer la tarea que, alguna vez, le hubiera parecido fácil.
6.- Si te dice que tiene pensamientos o preocupaciones constantes que no le dejan en paz.
7.- Si tiene un grupo completamente nuevo de amigos que no has conocido.
8.- Si se niega a hablar de lo que le molesta, incluso si te has esmerado para que, al hablar contigo sobre asuntos difíciles, se sienta seguro, respetado y cómodo.
9.- Si se obsesiona con un objetivo y piensa que si no lo logra, su vida nunca volverá a ser igual.
10.- Si muestra señales de consumo de drogas o de alcohol.
11.- Si piensas que se puede estar provocando autolesiones.
¿Cuándo debemos preocuparnos?
Ten en cuenta que tener un solo síntoma de esta lista no significa que tu adolescente esté en crisis, necesariamente. Los cambios biológicos, incluidos los cambios hormonales, también podrían afectar su estado de ánimo o su rendimiento escolar, entre otros elementos.
Pero ahora que sabes cuáles son las señales de alerta, puedes prestar más atención a detalles en el comportamiento de tu hijo y evaluar si podría ser hora de tener una conversación con él sobre la salud mental. Y, en general, es mejor prevenir que curar, así que si tu radar de mamá te dice que algo no anda bien, siempre es mejor consultar con un profesional de la salud mental.