Cuando llegó la hora de tocar temas delicados con mis hijos me sentí en un momento de negación absoluta porque me costó mucho trabajo aceptar que ya no eran mis niños y que estaban creciendo. Sin embargo, tuve que enfrentar la realidad y fluir. Aunque no lo creas, esto representó un duelo para mí porque fue triste desprenderme de su etapa de infancia y reconocer que estaban entrando en la adolescencia. Sus intereses cambiaron, sus amigos y vida social comenzaron a formar parte de su mundo entero. Claro que esto también conlleva que tengan ciertas curiosidades como probar cosas nuevas y tomar riesgos en donde las drogas y el alcohol circundan. Aquí te cuento cómo enfrenté mi proceso como mamá, cómo acepté que crecían y cómo abordé temas como el alcohol y las drogas como una forma de prevenir desde mi trinchera que caigan en ello.
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Yo probé el alcohol y el cigarro cuando era adolescente y claro que me gustaría que mis hijos nunca lo hicieran. El punto es que no quise cegarme ante la realidad y lo mejor que pude hacer fue, es y seguirá siendo hablar directamente con ellos de lo perjudicial que puede ser para su salud física, mental y emocional el consumo de cualquier sustancia tóxica. El alcohol, las drogas y el tabaco nunca serán elementos constructivos para el organismo de nadie.
Así que un día decidí dejar de evadir el asunto y tomé el toro por los cuernos como dicen acá en México. Hablé de los temas delicados que tanto evitaba tocar con mis hijos en esta falsa y absurda creencia de que podía abrir puertas de curiosidades que no tenían. Te cuento paso a paso como intenté y sigo intentando tener acercamientos de comunicación clara y directa con ellos sobre las drogas, el alcohol y el tabaco.
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Quité el estigma de 'temas prohibidos para hablar'.
Acá hay un dicho que dice: “Después de niño ahogado, a tapar el pozo” y significa eso, que muchas veces pensamos que hay temas que abren puertas que siempre deberían permanecer cerradas. Se piensa falsamente que al no hablar de ello es como si no existieran esos riesgos, como cerrar los ojos y pensar que mágicamente al no enunciarlos van a desaparecer. Eso nos pasa a muchas mamás y es por eso que no me quise esperar a tener evidencias de nada relacionado a esto y empecé a informarme un poco de cómo acercarme a ellos.
Llegó su primer permiso para salir de noche y me asusté un poco.
Por supuesto que era mi primera vez como mamá de enfrentarme a su primer permiso de noche y millones de cosas pasaron por mi cabeza, no pude evitar recordar mis tiempos de adolescente rebelde y más pánico me dio. No importa el paso de los años, las fiestas y los adolescentes siguen y seguirán siendo terreno fértil para probar cosas nuevas, para no medir riesgos y para estar en medio de situaciones peligrosas.
Tenía que enseñar a mis hijos a decir 'no' a las conductas de riesgo.
No puedo meter a mis hijos en una burbuja, de hecho, ahora que escribo esto para compartirte, ambos van camino a una reunión con amigos y me sigo reforzando el hecho de que no puedo aislarlos del mundo. Pero sí puedo mostrarles el camino de la salud y sobretodo enseñarles que no necesitan intoxicar su cuerpo para pasarla bien. Pueden estar en medio del fuego y no quemarse si ellos así lo deciden.
Hablar con ellos directamente ha sido una buena herramienta para la confianza y la comunicación.
Ponerles el panorama realista, con información que conozcan sobre los riesgos y lo peor que puede pasar es una manera de desarrollar su capacidad de prevención, fomentar el amor por su salud, por su cuerpo, por ser vitales, también ha sido parte fundamental para que vean la vida con responsabilidad. No quiero decir que mis hijos son unos santos y que me cuentan todo. No voy a tapar el sol con un dedo, sin embargo me quedo con la calma de que siempre les doy la información pertinente para que sepan elegir.
Cuando algo no anda bien intento un acercamiento asertivo y no invasivo.
Cada vez que notamos actitudes raras en ellos, tanto papá como yo decidimos que, más que perseguirlos, podemos hacer la pregunta: ¿Todo bien? Y dejarlos elegir si nos quieren platicar o no a profundidad lo que les pasa. Monitoreamos constantemente su habitación y su mochila. Aunque pareciera ser algo invasivo, es la mejor forma de descubrir si están metidos en algún lío o están consumiendo algo. Hasta ahora hemos tenido la fortuna de no encontrar nada que ponga en peligro su salud.
Buscamos adentrarnos y conocer un poco su mundo social.
Esto es llevarlos y recogerlos en las fiestas, conocer e intercambiar unas cuantas palabras con su círculo cercano de amigos y explorar el estado físico y emocional con el que salen de las reuniones. También implica darles consejos y planes de acción pertinentes para que cuiden que no pongan nada en sus bebidas y creen una red de apoyo con sus amigos. En fin, lo importante es estar lo más cerca para monitorear todo lo que rodea los riesgos a los que están expuestos pero al mismo tiempo dejándolos vivir.
Escucha estos consejos para tener conversaciones difíciles con tus hijos en nuestro podcast.
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