Ganando menos de $200 a la semana esta pobre madre debe mantener a su familia

La historia de Wendy Arellano es la de cientos de miles de trabajadores latinoamericanos, que se vienen a este país buscando un mejor futuro y ganan apenas el salario mínimo y no tienen ningún beneficio. Wendy, quien tiene dos hijas de 12 y 8 años, con quienes vivía en una habitación rentada y dormían las tres en una misma cama, tuvo que tomar la difícil decisión de separarse de ellas. Cuando te cuente la razón, entenderás por qué a veces sólo una madre es capaz de tanto sacrificio.

Lee más en ¿Qué más?:¡Cuidado! Tus hijos podrían estar inhalando popular golosina como si fuese droga

Aunque se supone que Wendy trabaja 32 horas semanales en el aeropuerto LaGuardia, en Nueva York, la verdad es que a veces sólo hace 27 horas. Al igual que otros 12 mil trabajadores en situación similar, Wendy gana el salario mínimo: 8 dólares la hora y sin beneficios como seguro médico para ella y sus dos niñas. Con las deducciones, su cheque semanal si acaso suma 160-170 dólares. Con eso no le alcanza ni para pagar la renta de 600 dólares al mes de la habitación alquilada donde vivía con sus dos niñas.

Por eso Wendy decidió tomar un segundo empleo y comenzó a conducir un taxi que le alquila a un primo por 50 dólares diarios. Trabaja en un horario que no le permite dedicarle tiempo a sus hijas: de lunes a viernes desde las 5 de la tarde hasta la 1 de la mañana. En un día bueno, logra hacer 120 dólares. Pero claro, hay días peores que otros.

Como ni siquiera el segundo empleo era suficiente para pagar los gastos, esta mujer que está en Medicaid, pero a quien le negaron los cupones de alimentación, decidió tomar un tercer trabajo como bartender los fines de semana. El horario es terrible para una madre: trabaja de 10 de la noche a las 5 de la mañana. Alcanza a dormir si acaso una hora para luego levantarse y alistarse para ir al trabajo en el aeropuerto donde labora de 8 y 30 de la mañana a 3 de la tarde.

Con este panorama, a Wendy no le quedó más remedio que separarse de sus hijas. Las mandó a vivir con su abuela en Long Island. No tiene tiempo ni para divertirse, ni para ir de vacaciones, ni para ningún gasto extra. Pero __c__uando siente que le falta el sueño o las fuerzas, piensa en sus hijas y sigue adelante. Sabe que no puede desmayar. Que no tiene en quien recostarse.

La de Wendy es la historia de muchas mamás solteras en este país y en muchos de nuestros países latinoamericanos. Ni siquiera puede soñar con ir a Ecuador a visitar a su familia. Con los precios de los boletos, eso parece un espejismo.

Ojalá que el hecho de que su historia esté hoy en los medios sirva para que pueda conseguir un mejor trabajo, una mejor paga y que pueda continuar con los estudios de enfermería que tuvo que suspender para trabajar y sacar a sus hijas adelante. Ojalá más temprano que tarde pueda volver a vivir con sus hijas bajo un mismo techo.Y que Dios la bendiga a ella, a sus dos hijas y a su mamá, que abuela la fin le está dando esta mano a esta mamá luchadora y guerrera.

Imagen vía Thinkstock