En esta familia, muchos mueren a los 64 años

Con una sencilla premisa –la llegada a los 64 años como límite de la vida, en una familia marcada por ese sino-, la periodista y escritora Sigal Ratner-Arias escribió "64: una novela" (Penguin en Español, 2013) donde se desarrollan varias historias de amor

Lee más en ¿Qué más?: ESCALOFRIANTE foto de niño muerto que aparece como ángel guardián de su prima

La imagen de Sigal Ratner-Arias inclinada sobre su Blackberry para escribir una novela mientras el tren donde viaja devora las distancias es, en sí misma, una evocación literaria. Una joven profesional debe desplazarse diariamente entre su casa y su oficina. Cuando ya ha hecho muchas veces el trayecto llega a conocerlo a la perfección y ya no le queda curiosidad por el paisaje exterior. Entonces se queda sola con sus pensamientos. Y con sus recuerdos. Hay uno que la inquieta especialmente: su padre y su tía, hermana de aquel, murieron a los 64 años, la edad a la que había fallecido la madre de ambos. Dos días antes morir, su padre la advirtió de que había alcanzado esa edad tan peligrosa en su familia. Entre bromas y verdades, coincidieron en que sobre su familia pesaba "la maldición del 64".

Un día, sumida en sus ensoñaciones en ese tren, Sigal empezó a preguntarse cuáles serían los pensamientos de alguien sobre quien pesa "la maldición del 64" y  está muy cerca de cumplirlos. Dado que desde niña tiene el hábito de escribir, puso sus ideas en blanco y negro. Y cuando vino a ver, ya tenía un primer capítulo. Había empezado a escribir "64: una novela", la saga de una familia judía venezolana a la que el destino emplaza a enfrentar vicisitudes como una grave enfermedad, una pérdida terriblemente dolorosa originada en los ataques terroristas del 11-S, la lidia con la depresión y el desengaño amoroso. Pero, sobre todo, es una trama donde el amor se las va arreglando para poner las cosas en su lugar y restituir la esperanza.

Sigal Ratner-Arias nació en 1975 en Caracas, donde transcurrió su infancia y primera juventud, con una interrupción de algunos años en Israel. Hizo estudios de Comunicación Social en la Universidad Central de Venezuela, en Caracas; y trabajó como asistente de producción y redactora de noticias para RCTV, entonces uno de los principales canales de la televisión venezolana.

Hace 15 años –en 1998- se radicó en Nueva York, donde ha ejercido el periodismo como editora de cultura y espectáculos del servicio en español de la Associated Press, una responsabilidad que la ha llevado a entrevistar a las personalidades más notables del espectáculo mundial en estos años. Si todo esto fuera poco, tiene un esposo y tres hijos. De hecho, aquel capítulo inicial quedó "en el congelador" mientras tenía su tercer bebé. Cuando regresó al trabajo, se vio nuevamente sola en un tren y retomó sus notas. Sus personajes estaban allí esperándola, llenos de frescura y vitalidad.

–¿Por qué dedica su primer libro a una novela? Y no a una historia que pudiera desarrollar con las técnicas periodísticas.

–Siempre, desde pequeña, me encantó leer literatura. Primero, los clásicos cuentos infantiles, luego novelas juveniles y después grandes novelas. Fui narradora antes que periodista (de niña le cambiaba las letras a las canciones y me sentaba frente a cualquier máquina de escribir que veía a inventarme cualquier cosa). Ya en la universidad supe que quería ser escritora y periodista. El periodismo lo llevo ejerciendo muchos años. La muerte de mi padre, entre otros sucesos, despertaron a Sigal la escritora.

–Llama la atención que una escritora joven desarrolle una trama cuyos figuras principales son personas mayores, con problemas de personas mayores.

–Definitivamente, el ver a mis abuelos y los de mi esposo morir y a nuestros padres madurar y hacerse abuelos me ha sensibilizado mucho en este sentido. Sobre todo, tras la muerte de mi padre. Creo que, en cierto modo, he buscado darle a mi madre y otros seres queridos la fe de que el amor puede vivirse a cualquier edad, de que la vida continúa y tenemos que aprovecharla pese a las circunstancias.

–¿Cómo se las arregló para sacar el tiempo para escribir una novela?

–Trabajo full-time y tengo tres hijos, pero también un esposo maravilloso que me ha apoyado muchísimo y una hora diaria de ocio en el tren, donde escribí de media hora en media hora la mayor parte de 64, a lo largo de un año.

–¿De dónde sacó los modelos para los personajes de su trama?

–De familiares y amigos, de mí misma, de mi esposo. Aunque los personajes son creados y sus vivencias ficticias, uno como escritor inevitablemente les imprime características y personalidades de lo que ha visto, de lo que ha vivido. El modelo que más me emociona y conmueve es probablemente el de mi amiga Amparo Krestin, cuya lucha contra un cáncer de mama en estadio IV no sólo inspiró muchos de los acontecimientos en este libro sino que le dio a Anna, la protagonista, la fuerza para afrontar su propio cáncer con la mejor cara posible, como ella lo hizo.

–¿Qué está escribiendo ahora?

–Estoy en el proceso de investigación para lo que espero sea mi próximo libro, que será mucho menos personal y más vinculado con las cosas que he visto como periodista de espectáculos. Será una especie de novela rock sobre los peligros de la fama desmedida.

 Imagen vía sigalratner-arias.com