Cuando leí que el hijastro del reconocido cantante norteamericano Usher fue declarado muerto cerebralmente, me escalofrié. Con tan sólo once años de edad, el pequeño Keyle Glover, hijo de Tameka Foster –exesposa de Usher- quedó incapacitado de todas sus funciones cerebrales. Los detalles del accidente aún no han trascendido. Se sabe que el pequeño fue gopleado en la cabeza por un Jet Ski,conducido por un hombre de 38 años.
Al parecer, el conductor no estaba ebrio. También resultó herida una jovencita de 15 años. Se dice que Tameka Foster, también estaba en el Lago Lanier, en Georgia, cuando ocurrió el accidente. El pequeño fue trasladado inmediatamente a un hospital local donde fue declarado muerto cerebralmente. Ha trascendido que Usher, viajó hasta Georgia para estar junto a la familia.
Esta noticia –como a cualquier madre- me afecta mucho. Estoy segura que por ahí habrá quienes salgan a decir que seguramente la madre no estaba prestando suficiente atención al niño, que etcétera, etcétera. Sabes qué, es verdad que debemos tomar las mayores precauciones del mundo tanto en nuestro hogar como fuera de él. Pero, también es verdad que cuando los accidentes van a ocurrir, pues nada los detiene. Sí, en ese caso creo en el destino.
Hoy, una vez más pienso en lo vulnerable que somos los seres humanos. Fíjate en este caso, un artista de la talla de Usher, con toda su fama y su multimillonaria fortuna, no puede hacer nada para devolverle la salud a su hijastro. Solamente un milagro podría aliviar a este pequeño. Y la verdad, le pido a Dios que meta su mano para que este niño –con la vida por delante- salga caminando sano y salvo del hospital. En momentos como éste, creo que hasta los ateos deberían creer en Dios y orar por un milagro.
No creo que haya madre alguna sobre la tierra que quisiera estar en los zapatos de Tameka Foster, cuya angustia debe ser infinita. Una lección más para que disfrutemos día a día la bendición de tener un hijo sano y salvo.
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Imagen vía Getty Images