Nunca olvidaré cuando mi hijo Santiago era más chiquito, tendría tal vez un poco menos de 2 añitos, y tuve que hacer un viaje de negocios corto. Cuando me le acerqué para despedirme, me dijo "mamá, vete". Recuerdo claramente que casi me da un ataque y es que por un tiempo cuando él tenía esa edad, me estuvo tratando así, bastante indiferente. Lo cual se me hizo muy difícil de entender porque me habían dicho que la relación entre una madre y un hijo era hasta más fuerte que entre una madre y una hija. ¿Acaso me habían mentido?
Al principio, me costó mucho trabajo entender su comportamiento. Además de negarme besos, los cuales sí le daba a su papá sin problema alguno, muchas veces al cargarlo me pegaba. También era muy claro en cuanto a quién prefería y si preguntaba algo y yo respondía, me decía: "Mamá, no, papá". Es más, en varias ocasiones hizo berrinche porque no le hicimos caso y no paró hasta que su papá fuese el que hiciera las cosas.
Aunque esto no era así todo el tiempo, ya que también habían momentos en que a la primera que buscaba era a mí, no puedo negar que su actitud sí me preocupó un poco. Tal vez fue porque no me había pasado lo mismo con su hermana quien nunca se comportó así. Con el tiempo -y a medida que fue creciendo las cosas fueron cambiando-, pero no si antes hacer que yo me preguntara mil veces si sería algo que yo había hecho. Muchas veces pensé que era porque había regresado a trabajar y esa era su manera de demostrar que no estaba contento o que me extrañaba.
Al final, me imagino que fue una de las tantas etapas por las que pasamos las madres y los niños. ¿Quién sabe?
¿Te ha pasado a ti? ¿Qué hiciste para superarlo?
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