Las guerras en las mesas son conocidas por todas las familias, que éste no come frijoles, que la otra se retuerce al ver un tomate.
Todas hemos pasado por eso. Aquí te paso cinco técnicas que a mí me han funcionado y conste que de nuestros tres chicos, sólo uno come bien naturalmente. A los otros dos ha habido que aplicarles sus buenas dosis de psicología con astucia.
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1.-La guerra se gana en el supermercado. No compres chucherías, ni comida chatarra. Si no hay, no la pueden comer. Deja esos alimentos engordantes y nada nutritivos para algún día especial o cuando estén apurados en la calle.
2.- Que se sienten a la mesa con hambre. Mi papá decía que el hambre es la mejor salsa. No permitas que coman nada al menos una hora y media antes de comer. Como entrada dales unos deditos de zanahoria o pimentón, para mojar en su salsa favorita. No importa si es kétchup. Te aseguro que si tienen hambre van a comer. Aunque después no toquen un vegetal en el plato principal, ya habrán comido una buena porción.
3.-Haz de los vegetales algo divertido. En mi casa, los brócolis y coliflores son arbolitos y comida para mini dinosaurios, los tomates son el alimento preferido del hombre araña (porque son rojos) y el aguacate, el de el Hulk. La ensalada sale del jardín de la casa de los hermanos de Súper Mario Bros.
4.- Déjalos jugar con ellos. Mis hijos tienden a aceptar mejor un alimento nuevo si ellos mismos lo han cocinado y la cocina en familia es un gran juego. Los frijoles negros eran mirados con gran asco hasta que designamos a los niños los encargados de lavarlos, sacar los malos y ponerlos a remojar. Son ellos los que luego los ponen en la olla y agregan los otros ingredientes. Cuando están listos se emocionan y desde que hacemos los problemas desaparecieron.
5.-No tengas miedo de esconderlos o disfrazarlos de dulces. Lo importante es que los coman, las recetas en las que recomiendan meter brócoli rallado en un brownie pueden que funcionen para ti. Cuando yo era pequeña, mi abuela me daba tomate con aceite de oliva y azúcar, para mí era un manjar y lo es hoy para mis hijos. También meto frutas y nueces en las ensaladas. Lo importante no es cómo los combines sino que los niños se los coman.
Un consejo final: no conviertas la comida en una lucha. Si tus hijos no quieren comer algo, no peleés con ellos. Insiste con calma y luego déjalo. Preséntale la comida de otra forma en otra oportunidad. De lo contrario, puede que llegue un momento en que no coman por llevarte la contraria.
Eso nos pasó con el hijo mayor de mi marido. No comer los vegetales se convirtió para él en una cuestión de honor, y hoy a los 21 años sigue siendo complicado en la mesa. Evita ese error. Nosotros todavía nos arrepentimos. ¡Buena suerte y si tienes un tiempito cuéntame cómo te fue!
Imagen vía f1uffster (Jeanie)/flickr