Comprendo que cuando mamá o papá dejan que sus pequeños tomen ventaja en un juego y les permiten ganar lo hacen con la mejor de las intenciones. Pueden tener millones de argumentos como: ‘son solo niños, quiero que se sientan exitosos’, ‘no me gusta verlos triste’ y ‘prefiero evitarles un mal momento’. En fin, si te das cuenta, la mayoría de estos argumentos están relacionados con evitarles frustración. Sin embargo, la formación ante la vida depende mucho de los pequeños ensayos que van teniendo en casa a través de estas dinámicas que los preparan para enfrentar los pequeños y grandes retos que les esperan en su camino. Es por ello que aquí te comparto algunos motivos por los que no debes dejar que siempre ganen un juego a pesar de sus enojos, llanto e incluso berrinches.
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Dejar que tus hijos ganen todo el tiempo, es una conducta de sobreprotección. Además, con ello les estarías impidiendo el desarrollo de habilidades sociales, emocionales y creativas que forzosamente requieren para la superación de obstáculos.
Tus pequeños deben desarrollar la tolerancia a la frustración porque son destrezas que necesitan para afrontar un fracaso y recuperarse de ello para aprender y continuar. Así que mejor cuestiónate qué tan bueno es que le impidas las pequeñas experiencias de frustración con tal de que sólo viva el éxito. Piénsalo porque las consecuencias pueden ser a largo plazo.
Evitará participar en algún juego cuando sepa que no hay garantía de ser el vencedor.
Se rinde antes de tiempo ya que le es imposible tolerar la sensación que tiene cuando pierde o cuando siente que alguien más será considerado el triunfador. La consecuencia es que mejor evita participar y entonces pierde noción del verdadero sentido de la competencia entre niños. También pierde el sentido de la diversión cuando se trata de convivir. Esto lo puede volver un niño apartado y hostil como un posible mecanismo de defensa emocional.
Si siempre quiere ganar y llevarse el crédito, no desarrollaría la actitud colaborativa.
La actitud de colaboración es muy necesaria en todo grupo. La vida está llena de equipos de trabajo, incluso desde niños. Si tu pequeño solo se llena de sed de reconocimiento y halagos quiere decir que está desarrollando actitudes egoístas y por lo tanto debe aprender a alegrarse del logro de otros, a impulsarlos y a saber que a veces será elogiado y a veces no. Saber que a veces le tocará apoyar y otras ser apoyado.
Si no aprende a perder, jamás asumirá la responsabilidad que le toca.
Frases como: ‘No fue mi culpa, es que tu no me ayudaste o este juego no funciona’ son algunos de los pretextos que podría poner cuando no quiere aceptar su inminente derrota. Por lo tanto, tiene formas indirectas de como culpar a otros del hecho de perder. Y es que cuando los niños fracasan aprenden a ser observadores y a no cometer los mismos errores o distracciones en futuras ocasiones. Así que debes guiarlo para que haga un pequeño recuento que le ayude a evaluar la situación. ¿Qué puede hacer diferente para una siguiente ocasión?
Si lo dejas ganar todo el tiempo corres el riesgo de que se vuelva un niño egocéntrico.
Existen etapas en la vida de tus pequeños en donde el egocentrismo es natural. Sin embargo, conforme van creciendo deben aprender que no todo puede girar en torno a ellos, deben aprender que hay un mundo alrededor con el cual deben ser empáticos y sobre todo que las cosas no siempre saldrán como ellos esperan. Si los dejas perder en un juego irán aprendiendo poco a poco de la experiencia de la frustración y volviéndose más tolerantes a ello.
Si gana todo el tiempo creerá que los demás no tienen derecho a triunfar.
Todos los participantes tienen derecho de ganar el juego y tu pequeño no deberá ver a sus contrincantes como enemigos sino como personitas que, como él, tienen ganas de divertirse y de entusiasmarse planeando estrategias para ganar. No es una guerra y es algo que debes repetirle constantemente para que no confunda el concepto de un juego con una batalla de enemigos. Esto depende mucho del ejemplo que le des, ya que deberá de ver en ti la misma actitud relajada que le pides.
Si los dejas ganar en todo no los estás enseñando a enfrentarse a la realidad del mundo.
Es claro que muchas madres queremos lo mejor para nuestros hijos. Sin embargo, quitarles todos los obstáculos, picar piedra por ellos o allanarles el camino genera que eviten el esfuerzo necesario para desarrollar sus capacidades o habilidades creativas que les permitan encontrar las soluciones que requieren aplicar ante cualquier desafío. El mundo requiere que confíen en sí mismos y sobre todo, que tengan las bases necesarias que sustenten la autoconfianza ya sea ante un logro o un fracaso.
Al dejarlos ganar impides que aprendan a tomar decisiones ya que su cerebro se vuelve perezoso ante la búsqueda de soluciones.
La creatividad para superar los obstáculos depende de que a lo largo de su infancia tengan pequeños retos que los ayuden a encontrar caminos diferentes y el juego es uno de ellos. Si los dejas ganar les estás impidiendo desarrollar las habilidades y capacidades resolutorias que requieren para la vida. En este caso, cuando pierden, pueden tomar lo mejor del coraje para concentrarse y buscar nuevas rutas en una próxima ocasión.
Cuando lo dejas ganar le estás diciendo entre líneas que él no tiene la capacidad.
Quizá tu intención sea la de elevar su autoestima y darle poder personal. Sin embargo, ellos no son ingenuos, tus hijos se dan cuenta claramente cuando les estás dando ventaja y podrían sentirse incapaces. El mensaje puede llegar al revés y por lo tanto se sentirían desconfiados de su potencial y sobre todo pueden sentir que lo están haciendo mal y que siempre necesitarán ayuda de alguien.
Pueden pensar o sentir que en casa no se toleran las equivocaciones y que siempre deben acertar.
La actitud que tu tomes cuando ellos pierdan un juego es muy importante, sobre todo cuando se sientan frustrados. Necesitas tener una actitud neutra y mostrar que el perder es algo normal y que a todos nos pasa. Si tu actitud es de burla, de sarcasmo o de crítica directa o indirecta, tu hijo puede sentir que en casa sólo se aceptan ganadores y por lo tanto corres el riesgo de que ya no haga intentos con tal de no perder.
Porque se vuelven poco resilientes ante las adversidades de la vida.
La resiliencia es la capacidad que tenemos los seres humanos de recuperarnos de las situaciones difíciles que vamos atravesando. La infancia de tus hijos y la forma en cómo los entrenes para la vida es un terreno fértil para que aprendan a ser resilientes. Ojo, no significa que tengan que aguantar de todo para ser fuertes, se trata de que les des oportunidad de equivocarse y sobre todo de descubrir cómo pueden resolverlo.
Porque son impacientes con los procesos y solo piensan en la meta.
Cada cadena se construye con eslabones, cada edificio se construye poniendo un ladrillo tras otro. Si tus hijos no disfrutan el camino que van viviendo y ven el juego solo como la posibilidad de sentirse ganadores sobre otros, no están disfrutando la convivencia, las risas, la emoción y la compañía en familia. Entonces, resalta en ellos que, aunque hayan perdido, la estás pasando muy bien a su lado. Así pondrán el foco en otro lado.
Si no lo enseñas a perder cuando sea adulto le costará mucho trabajo manejar la frustración.
La inteligencia emocional está tomando cada vez mas auge en el desarrollo de los seres humanos. Muchos colegios se están preocupando por instruir a los alumnos en técnicas de gestión de emociones que les permitan manejarlas adecuadamente sin estigmatizarlas como emociones buenas o malas. La intención es que durante su desarrollo sean capaces manejar de forma adecuada sus sentimientos. Así que la frustración la manejará si se enfrenta a ella y le enseñas cómo sobrellevarla.
Al no enseñarle a perder impides que desarrolle su fuerza psicológica.
La fortaleza psicológica y de valores depende de que atraviese por el desarrollo de la responsabilidad, la honestidad y el respeto. Si lo enseñas a perder, él estará siendo responsable de las consecuencias. Además, será honesto ya que aprenderá a no hacer trampa sólo por ganar y sobre todo estará respetando el hecho de que todos tienen derecho a competir y a ser ganadores.
Porque cuando siempre ganan se vuelven apáticos y ya no hacen dobles intentos.
Es posible que pierdan el sentido de competencia y emoción que los lleva a concentrarse en el reto. Si siempre ganan, poco a poco se irán acostumbrándose a ello y por lo tanto no sentirán esa adrenalina que le da sentido al juego. El hecho de que desarrollen una atención enfocada les da la oportunidad de enfrentarse a un desafío, por lo tanto también activa su cerebro.
Porque si siempre lo dejas ganar, le costará mucho trabajo socializar adecuadamente.
El efecto que produce el hecho de no saber perder puede generar en muchos niños una actitud de derrota, de berrinche, de aislamiento e incluso de agresión hacia su entorno. Evidentemente esto le impide socializar de forma armónica y muchos niños podrían evitarlo, sobre todo cuando se trata de competir e incluso de trabajar en equipo. Debe saberse adaptar al entorno y no siempre será el líder.