Durante estas vacaciones de verano descubrí que el hecho de pensar en voz alta frente a mis hijos tiene sus riesgos, sobretodo cuando esos pensamientos se transforman en palabras de autocrítica constante a mi cuerpo.
El punto es que no había notado ese pésimo hábito en mí, hasta que vi que estaba teniendo efectos negativos en la formación de la autoimagen de mi hija. Además, descubrí que a veces le doy demasiado peso a mi apariencia, al grado de desconectarme de todo lo que es disfrutable a mi alrededor y todo, con tal de no perder el estilo y al final me pierdo de lo verdaderamente valioso, las experiencias del aquí y el ahora. De esto y más te platico en esta nueva edición de Mamás Sin Filtros.
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Estar en medio de paisajes lindos, la playa, la arena, los peces o la convivencia en plenitud con mi familia es mucho más importante que enfocar mi energía en verme bien todo el tiempo. ¿Qué importa si de repente me despeino?, ¿qué importa si mi ropa se mancha?, ¿qué importa si mi sombrero no combina con el traje de baño? Y peor aún, ¿de que me sirve estarme autocriticando frente a mis hijos? Esas fueron algunas reflexiones que hice durante mis vacaciones familiares y aquí te comparto lo que descubrí y a las conclusiones que llegué por el bien de mi autoestima y por el bien de la autoestima de mis hijos.