Es lamentable que en pleno siglo XXI sigamos viendo noticias de maltrato hacia la mujer. De hecho, ¿Sabías que un estudio realizado por la Organización Mundial de la Salud encontró que una de cada cuatro mujeres en el mundo sufre malos tratos por parte de su pareja, y que debido a ello tienen una alta probabilidad de presentar problemas de salud física, mental y emocional en un futuro. El riesgo de las secuelas es muy elevado. Lo más difícil es el impacto generalizado que la violencia provoca no sólo en la persona que la sufre directamente, sino en los niños que son testigos y, en ocasiones, también son víctimas de las agresiones físicas y verbales. Exponer a los menores y permitirles que vivan en medio de la hostilidad tiene consecuencias muy graves en su salud, tanto física como mental.
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Es muy importante saber que el maltrato familiar no distingue nivel socioeconómico o cultural. Si sufres de maltrato, quizá ya estés viviendo en carne propia los efectos de la violencia. Sin embargo, conocer los posibles efectos que tus hijos podrían experimentar en su vida futura podría ser un aliciente que te ayude a tomar una decisión definitiva en tu situación familiar. Aquí expongo algunas de los graves y devastadores efectos que tiene la violencia doméstica en nuestros hijos.
Si tú o alguien que conoces es víctima de violencia doméstica, llama a la Línea Nacional sobre Violencia Doméstica, al 1-800-799-7233 (para español oprime 2).
El estrés y la tensión permanente en el entorno familiar puede retrasar su crecimiento.
Muchos pediatras explican que a pesar de que un niño no sufra las agresiones de manera directa, el hecho de ser observador presencial lo vuelve una forma de violencia indirecta que se manifiesta de múltiples formas en su cuerpo debido a la ansiedad que esto le produce. El retraso en el crecimiento es una de ellas y se manifiesta en una estatura menor a la que habrían podido tener si hubieran crecido en un ambiente seguro y en armonía.
Tus hijos pueden tener extremas dificultades de concentración y atención en el colegio.
El exceso de cortisol (hormona del estrés) producido por el cerebro puede tener efectos en los procesos de atención y concentración ya que inhibe esta capacidad cuando los niños se sienten en peligro constante o latente. Esto impide que su cerebro funcione de manera equilibrada y por lo tanto comienza a afectar sus capacidades de aprendizaje. Es posible que debido a ello, su rendimiento académico baje considerablemente.
Se desarrollan dificultades para conciliar el sueño, lo que a la larga afecta su desarrollo cognitivo.
Sus habilidades verbales, de lectoescritura, sus habilidades numéricas e incluso su memoria, pueden verse afectadas debido al entorno hostil. Igual que en el punto anterior, invariablemente provoca poco rendimiento escolar y bajas calificaciones. A su vez, esto puede afectar el autoconcepto que van desarrollando sobre sus propias capacidades y convertirse en un círculo vicioso que desemboca en posibles complejos psicológicos y sentimientos de inferioridad por no poder alcanzar el ritmo del resto de sus compañeros de grupo.
Ser víctima o testigo de maltrato puede llevar a tus hijos a repetir el mismo patrón de conducta.
Recuerda que en muchas de mis notas he sido muy enfática en mencionar que los niños aprenden por imitación. Lo que observan les queda como un registro en el cerebro de una conducta que reproducirán a la larga. Existe un gran porcentaje de niños que a la edad adulta o incluso desde la misma adolescencia, deciden el camino de la violencia como una forma de empoderarse ante la debilidad que sienten por las situaciones de agresión que han observado o vivido. Además, es una forma de aprender también la violencia de género como un camino ante la vida.
Pueden tener muchos problemas para socializar con otros niños o buscar amistades que extiendan el maltrato.
Las dificultades en las habilidades sociales los pueden volver niños apartados, aislados y temerosos. Incluso podrían buscar relacionarse con amigos abusivos ya que están tan adaptados a la violencia y la consideran normal, es por ello que muchos se pueden vincular con quienes son amigos hostigadores o acosadores escolares para darle continuidad al guión de maltrato que sufren en casa.
Si tus hijos son pequeños es probable que presenten conductas regresivas como el mojar la cama o incluso usar un lenguaje de bebés.
Esto es debido a la afección psicológica que se desarrolla como producto del miedo y la ansiedad. Por ello comienzan a manifestar actitudes que no corresponden a su edad cronológica y tienen conductas que pertenecían a etapas previas. En este caso pueden presentar enuresis o encopresis al hacer nuevamente pipí o popó en la cama, pueden pedir de nuevo un biberón o un chupón. También pueden pedir que los cargues todo el tiempo. Es posible que esto pase como una conducta compensatoria en la que piden atención, cobijo y protección.
Puede afectar su autoestima y aprender que el maltrato es parte natural de la vida.
Los niños pueden acostumbrarse a vivir el maltrato como lo único conocido. Pueden sentir que es una forma de trato que está bien y que así debe ser, o puede pensar que las humillaciones y las agresiones son normales. Pueden crecer con sensaciones de poca valía, sintiéndose malos hijos o malas personitas y comenzar a dudar de sí mismos, teniendo un bajo auto concepto y por lo tanto poco amor propio que a la larga los puede llevar a la autoanulación de sus necesidades o a un pensamiento de: “no merezco amor”.
Es posible que desarrollen enfermedades psicosomáticas permanentes.
Dolor de cabeza, dolor de estómago, dolor de cuerpo, alergias, defensas bajas, en fin, las enfermedades psicosomáticas se presentan con frecuencia debido a los altos niveles de estrés y ansiedad que viven. El organismo no resiste y puede colapsar provocando dolores, desequilibrios orgánicos e incluso manifestando tics nerviosos. A la larga esto puede traer complicaciones en la salud general de los niños y cargar con las secuelas hasta una edad adulta.
Estados de hipervigilancia e hiperactivación que pueden producir daños a nivel neurológico.
Esto es debido a que su estado de supervivencia está encendido todo el tiempo ya que no se sienten seguros e incluso sobredimensionan las reacciones ante los estímulos. El entorno hostil provoca que estén en constante atención a cualquier cosa que pueda pasar y que los lleva a sentirse en un riesgo latente y constante. Esto puede llevar a alteraciones neurofisiológicas que pueden afectar el desarrollo sano de su cerebro.
Si tus hijos están en la adolescencia pueden presentar conductas violentas hacia los demás.
El mismo estado alterado puede llevarlos a un estado defensivo y desarrollar ideas como que se tienen que defender de todo aquello que les represente un peligro y por lo tanto su postura ante la vida es de ataque total. Pueden sentir que el uso de la violencia está justificado para resolver problemas ya que es la única forma conocida para ellos en cuanto a lo que se refiere a enfrentar la vida.
Pueden desarrollar depresión y ansiedad severas, sobretodo en la etapa de la adolescencia.
Esto puede ser consecuencia del estrés post traumático sumado a la crisis de la etapa adolescente. Recuerda que la violencia puede ser directa o indirecta, sin embargo, eso no hace diferencia en los efectos que dañan su salud mental. El revivir los sucesos de violencia puede llevarlos a experimentar el evento como si les estuviera pasando en todo momento. Esto genera un estado de ansiedad permanente que puede afectar su estado emocional y posteriormente el mental. La depresión puede ocasionar pérdida de sentido de vida.
Su salud física puede verse muy afectada en la adultez, sobre todo en la posibilidad de desarrollar obesidad.
Un estudio hecho en Boston reveló que los niños provenientes de hogares donde su madre sufría violencia intrafamiliar pueden sufrir de obesidad, diabetes e incluso cáncer en edades adultas. Esto es sumamente grave ya que las secuelas pueden provocar la muerte en edades futuras debido a tantos problemas de salud. Incluso, uno de los factores que dicha investigación descubrió es que la depresión de la madre puede ser uno de los muchos causales de la presencia de obesidad en sus hijos.
El ser testigo o sufrir de violencia directa los hace mucho más vulnerables al abuso sexual.
Existen muchas investigaciones sobre el tema que sugieren que el 4% de casos de niños y niñas que están en medio de la violencia doméstica son más propensos a sufrir abusos sexuales dentro o fuera de la familia. Además, es posible que también sean víctimas o practiquen la violencia de género. En el caso de las niñas, hay quienes sugieren que el riesgo se eleva a un 6%. Esto podría estar relacionado con la vulnerabilidad y la indefensión que produce el riesgo latente. No hay atención hacia ellos y están más expuestos.
Es posible la presencia de autolesiones como una forma de descargar su ansiedad.
La violencia puede generar mucho enojo contenido en los niños y adolescentes. En los pequeños las descargas o fugas del enojo contenido pueden verse reflejadas en la hiperactividad, los berrinches y las conductas regresivas. En el caso de los adolescentes pueden revertir ese enojo hacia ellos mismos y lesionarse de manera que el dolor emocional se traduzca en dolor físico con la creencia inconsciente de que así se irá más pronto.
Pueden caer en el abuso de alcohol y drogas durante la adolescencia.
Son conductas de riesgo que pueden ser detonadas debido a la ansiedad y depresión. Las drogas provocan un estado alterado de conciencia que les permite anestesiar sus emociones o vivir en un mundo donde se sienten aislados de los problemas. Sin embargo, la conducta puede volverse adictiva y perder el objetivo de ser un refugio ante los problemas, convirtiendo esto en un problema severo de salud.
Karina Suárez Fernández es psicóloga clínica, psicoterapeuta y mamá de dos adolescentes