Las madres queremos muchas cosas para nuestros hijos, entre ellas, que sean felices y tengan una fuerte autoestima. Al menos eso es lo que escucho con frecuencia de las mamás que conozco y las que trato en la consulta. Sin embargo, también es común que me encuentre con muchas confusiones con respecto a lo que verdaderamente representa “la práctica de la autoestima en los niños”, ya que más que un concepto es algo que se experimenta y se manifiesta. Los niños pueden vivirla día a día como una parte inherente cuando aprenden el camino adecuado del amor propio. Lo primero para quitar cualquier tipo de confusión es comprender que la arrogancia y el falso empoderamiento no tiene nada que ver con la autoestima, por lo tanto la soberbia tampoco. Un niño que tiene amor propio no necesita sentirse superior a otros. Al contrario, el complejo de superioridad proviene de inseguridades que pueden ser confundidas con un falso concepto de seguridad. La línea entre criar un niño con una fuerte autoestima y un niño con soberbia es muy fina sino entendemos las diferencias. Así que toma nota de esto que te comparto.
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En el afán de criar a nuestros hijos con mucha seguridad y autoconfianza podemos cruzar la línea y alentarlos sin querer a que desarrollen cierto tipo de conductas defensivas, dando el mensaje equivocado y poniéndolos en guardia ante el mundo con una buena intención, pero por un mal camino. En psicología hay algo que se denomina síndrome del niño emperador y define claramente a los niños que son mandones, que se creen merecedores de todo sin el más mínimo esfuerzo y que además, lo exigen de una forma bastante autoritaria.
Lamentablemente es un fenómeno cada vez más común. Las falsas creencias sobre lo que implica el desarrollo de la autoestima nos ha llevado muchas veces a sobreproteger a nuestros hijos mediante la gratificación inmediata con la intención de que no sientan ningún vacío y tengan todas sus “necesidades” cubiertas. El problema con ello es que se vuelven poco tolerantes a la frustración y son bastante caprichosos. Te repito, la intención es buena, pero el camino es el equivocado.
Los niños con autoestima se sienten reconocidos en sus talentos, los niños arrogantes buscan ser el centro de atención todo el tiempo.
Cuando buscamos desarrollar el potencial de nuestros hijos les ayudamos a explotar sus talentos de diferentes formas, enseñándoles que para lograr detonar al máximo dicho potencial a veces tendrán éxito y en ocasiones fracasarán, sin embargo, también aprenden del ello. En cambio, los niños arrogantes desarrollan su talento buscando el éxito con la intención de ser centro de atención y convirtiendo el reconocimiento en un alimento del ego en el que no se permiten a sí mismos ninguna equivocación y, por lo tanto, se exigen demasiado a sí mismos con tal de no perder el lugar que los ha colocado en la mirada de todos. El talento entonces se transforma en un generador de ego inflado que les impide aprender del fracaso.
Los niños con autoestima reconocen a otros en sus virtudes y comparten el éxito, los niños arrogantes compiten todo el tiempo y viven bajo tensión.
Podríamos pensar que un niño competitivo tiene la autoestima muy elevada, sin embargo, puedo decirte bajo mi experiencia profesional que un niño que está en competencia permanente también vive bajo un estado de alerta permanente. El temor que le provoca perder su posición privilegiada lo puede tener en un estado de vigilancia en donde la tensión y el estrés predominan en su día a día. A un niño arrogante le será muy difícil reconocer las virtudes de sus compañeros. Al contrario, quiere sentirse único en dichas virtudes y por lo tanto busca competir para ganarle a cualquier niño, hermano o compañero que le represente un riesgo. Por lo tanto, vive compitiendo con él o ella, esto puede llegar a obsesionarlo de tal manera que eso le robe su propia esencia, tratando de parecerse a los demás.
Los niños con autoestima ayudan a otros y saben colaborar, los niños arrogantes no saben trabajar en equipo y quieren dominar.
El problema con la arrogancia es que estos niños siempre quieren que las cosas sean de la forma que ellos dicen y como ellos quieren. Además, les cuesta trabajo escuchar las opiniones de otros y les es difícil incluir la diversidad de puntos de vista en cualquier cosa que requiera un trabajo colaborativo. Esto los lleva a vivir una especie de liderazgo mal encaminado en donde pueden ser abusivos con otros y querer dominar todo el tiempo. Pueden dar órdenes indiscriminadas y querer tomar decisiones sin consultar a los demás si están de acuerdo o no. Esto puede ser producto de una forma similar de relacionarse en casa, donde papá o mamá les permitan dominar y además hagan siempre lo que el niño dice o quiere.
Los niños con autoestima son empáticos, los niños arrogantes no piensan en las emociones de los demás y pasan por encima de ellos.
El problema de la confusión con la alta autoestima es que podemos criar niños que no se pongan en los zapatos de otros, debido a mensajes equivocados como: “Tú eres mejor que… “Por su puesto que esto es un grave error ya que la autoestima es personal y no tiene que ver con comparaciones que inciten a los niños a competencias insanas. Esto impide que los niños aprendan a ponerse en el lugar de otros y que, por el contrario, al querer ser siempre centro de atención, ser los ganadores o que las cosas se hagan como ellos dicen, no se detienen a pensar en cómo su conducta puede afectar a otros o incluso en que deben ser éticos en la competencia que establecen. Si nosotros como padres no se los enseñamos y evitamos, será muy complicado que lo aprendan solos.
Los niños con autoestima practican la paciencia, los niños arrogantes son impacientes y poco tolerantes a la frustración.
El amor propio comienza con el desarrollo de las virtudes y una de las más importantes es la paciencia. Para ello, los niños deben aprender a esperar turnos, saber con experiencias que no todo llega en el momento que ellos quieren y que toda espera como por ejemplo la de un semáforo, tiene como objetivo el bien común. Si fuéramos impacientes y nos brincáramos un semáforo en rojo el mundo no funcionaría y estaríamos en riesgo. No es capricho de los padres no darles lo que quieren de manera inmediata, sino más bien es el entrenamiento de la paciencia necesaria con la dosis indicada para saber vivir en sociedad. El niño arrogante, al recibir todo de manera inmediata, se convierte en un niño demasiado exigente y demandante, que además no sabe esperar.
Los niños con autoestima saben gestionar sus emociones, los niños arrogantes exigen y pueden ser agresivos.
Al no tener la paciencia y la tolerancia necesaria un niño arrogante puede explotar de manera inmediata cuando no obtiene lo que quiere. Es muy probable que grite, que aviente cosas o que haga berrinches a pesar de que, por edad, ya haya superado esta etapa. Puede sentirse irritable de manera inmediata ante un límite o un “no” y por lo tanto sus emociones pueden verse desbordadas por no saber gestionarlas de forma adecuada.
Los niños con autoestima buscan protección, los niños arrogantes buscan sobreprotección.
En otras notas te he compartido que la sobreprotección es una forma de maltrato no intencionado, pero al fin de cuentas entra dentro de la clasificación debido a que impide que los niños sean independientes o autónomos. En el afán de cuidarlos, muchas madres y padres les resuelven todo a sus hijos, impidiendo que desarrollen las capacidades necesarias para que comiencen a encontrar soluciones y salidas por sí mismos. El problema es que cuando se ven enfrentados a la resolución de un conflicto pueden colapsar y enojarse al no sentirse capaces de encontrar el camino adecuado para resolverlo. Se dan por vencidos y al mismo tiempo se enojan con quienes les piden una respuesta o solución.
Los niños con autoestima ponen límites sanos, los niños arrogantes siempre están a la defensiva con otros.
Es importante inculcar en nuestros hijos el pensamiento crítico y por lo tanto la capacidad de poner límites a otros, sobretodo en el respeto. Es sano decir no cuando un niño no quiere hacer algo y es por ello que debe ser él o ella misma en el momento de expresar sus necesidades. Sin embargo, aquí la línea también es muy fina en cuanto a lo que respecta la libertad de expresión, ya que un niño arrogante puede confundirlo con estar en una postura de ataque o de defensa y tomar todo lo que ocurre o dicen otros de manera personal. Esto lo aprenden en casa, sobretodo cuando reciben mensajes del tipo: “no te dejes”, “no permitas que nadie te humille” y “tú eres el mejor”. Entonces como padres necesitamos enseñarle correctamente las formas de poner límites sin fomentar en ellos un estado defensivo innecesario y que solo les hará mucho daño.
Los niños con autoestima son asertivos y honestos, los niños arrogantes hacen críticas que descalifican a otros e incluso los humillan.
Saber expresar adecuadamente sus necesidades implica decir lo que piensan, lo que sienten y tomar su derecho a opinar de una forma respetuosa, jamás de forma descalificatoria o en la que desacrediten a nadie. Una cosa es expresar las cosas en el momento indicado, de la forma indicada y a la persona indicada. Otra es que estos pequeños se sientan con el derecho a tener actitudes de maltrato psicológico hacia otros, incluso cayendo en ser acosadores escolares o trasgrediendo los límites de cualquier figura de autoridad. Hay que tener mucha precaución en lo que pueden interpretar sobre la honestidad y esto solo se puede predicar con el ejemplo
Los niños con autoestima confían en sí mismos y en sus capacidades, los niños arrogantes temen que otros sobresalgan y les ponen el pie.
La autoconfianza depende mucho de la forma en la que haya sido fomentada su seguridad. Si tú has sido una mamá o un papá que les permite explorar el mundo sin perderlos de vista, que les permite arriesgarse un poco sin que esto los ponga en peligro, o si saben que pueden intentarlo sin que tú te asustes o angusties ante los nuevos desafíos que se ponen, tendrán una autoconfianza bien sustentada. Si por el contrario, tus hijos compiten todo el tiempo por ser los mejores, por buscar sólo el reconocimiento y ser el centro de atención, no solo no serán empáticos sino que pueden buscar esas formas de sobresalir perjudicando a otros, o siendo envidiosos ante los logros de los demás.
Los niños con autoestima saben aceptar sus errores frente a otros, los niños arrogantes son incapaces de asumir un error.
Cuando un niño con autoestima se equivoca muestra su amor propio sabiendo reconocer que cometió dicho error e incluso busca la manera de repararlo. Esto no es una cuestión que tenga que ver con el hecho de sabe pedir perdón ya que eso solo es una frase que incluso podría sentirse obligado a decir. En realidad, los errores se asumen por lo que un niño arrogante debido a su alta necesidad de reconocimiento le costará mucho asumir un error, negando toda responsabilidad sobre el acto cometido y peor aún, buscando responsabilizar a todos o al mismo entorno sin reparar la equivocación cometida o el daño hecho. Su única finalidad será no ser señalado por otros iniciando un camino de apariencias. Debes tener mucho cuidado si detectas esto en tus hijos porque no deben definirse a sí mismos por las equivocaciones o errores que comenten, eso los haría buscar una perfección inexistente con tal de sentirse el centro de atención.
Los niños con autoestima se sienten bien con los reconocimientos, los niños arrogantes buscan ser recompensados por cada cosa que hacen.
Un niño arrogante está acostumbrado a recibir premios y aplausos por cada cosa que hace y que en su mayoría son hábitos que corresponden al día a día. Pueden llegar a necesitar reconocimiento y aplausos por acciones cotidianas que son parte de su obligación. Incluso el hecho de bañarse, lavarse los dientes o hacer sus tareas pueden ser factores ante los que busquen felicitaciones continuas. Sacar buenas calificaciones puede implicar que demanden un juguete y por cada cosa que hacen buscan recibir algo a cambio. Ello es el resultado de que papá o mamá así lo han acostumbrado, pensando inapropiadamente que el exceso de reconocimiento va a elevar su autoestima.
Los niños con autoestima valoran los esfuerzos, los niños arrogantes no quieren hacer ningún esfuerzo y se molestan cuando la gratificación no es inmediata.
Cuando tus hijos van aprendiendo de la cultura del esfuerzo, van viviendo la experiencia necesaria para entrenar el hecho de no darse por vencidos tan fácilmente cuando intentan algo nuevo en su vida. Cada vez que tus hijos pongan a prueba nuevas habilidades, se enfrentarán a una curva de aprendizaje que les va a requerir atención, concentración y esfuerzo en lo que dominan dicha habilidad. Cuando tu educas a tus hijos en la arrogancia, verás como al no esforzarse, pueden darse por vencidos y ser poco tolerantes a la frustración. Esto implica que no terminen lo que empiecen y que hagan compromisos que no cumplirán debido al esfuerzo que les representa.
Los niños con autoestima son buenos líderes, pero sueltan el mando, los niños arrogantes siempre quieren ordenar y mandar a otros.
Cuando un niño arrogante quiere dominar, cree falsamente que el liderazgo es controlar, tomar el mando e incluso ser arbitrario. Esto puede ser aprendido desde casa, sobretodo si no han sabido ponerle límites y le han dado el mensaje equivocado de que “él manda”. Pueden cumplirle todos sus caprichos cuando es él quien decide qué comer, a donde irán a pasear o incluso qué harán durante las vacaciones. Si bien es cierto que la autoestima de un niño se fomenta tomando en cuenta su opinión y escuchando sus ideas, no quiere decir que siempre tengan que ser llevadas a cabo ya que la participación de todos es importante en cualquier decisión.
Los niños con autoestima viven plenos y disfrutan, los niños arrogantes siempre tienen algo de qué quejarse.
Debido a que les es difícil soltar el mando, a que siempre quieren controlar e incluso decidir por otros, es complicado que se adapten a un entorno participativo. El hecho de que no sea empático impide que escuche a otros y ante todo siempre pondrá un “sí pero”. Más allá de ser una conducta que sume, comienza a poner pésimismo en las cosas debido a que nunca es suficiente porque cuestiona a otros cuando siente en peligro su posición de ser el primero o de ser ese centro de atención que pude desembocar a la larga en una personalidad con un narcisismo elevado. Es por ello que debemos enseñar a nuestros hijos a vivir el presente, disfrutar cada momento y a conectarse con emoción.