Casi siempre por las mañanas hago mi plan del día con la intención de que todo cuadre perfectamente y pienso en estrategias para que todo funcione, que el desayuno y la comida estén a tiempo, que la nevera esté suficientemente llena, que la casa esté en orden, que el ambiente sea agradable y que mis hijos se sientan atendidos, protegidos y tomados en cuenta. Para mí, es una forma de decirles a todos en casa cuanto los quiero. Después planeo mi día de trabajo, organizo mi agenda y siento que todo va a fluir de manera perfecta porque podré llegar a casa a ejercitarme, a ver una serie o meditar un poco. ¿Y cuál es el punto? Mi plan perfecto se esfuma porque llego cansada, con trabajo pendiente que voy directo a la cama a dormir o a mi computadora a seguir laborando y el día perfecto se vuelve imposible.
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En esta nueva edición de Mamás Sin Filtros te comparto mi experiencia cuando me hago la pregunta de: ¿Qué hacer cuando sientes que el día se te va en lograr que todo funcione a la perfección para que tus hijos se sientan amados, atendidos, queridos y protegidos, pero al final ya no te queda energía o amor para darte a ti misma?
Aún no lo logro a la perfección pero hace poco me dije a mi misma, ¡No más! Karina debes darte tiempo para cuidarte y consentirte un poco también. En ese momento fue cuando noté que no podía tener un día perfecto mostrando amor a mi familia, si no tenía acciones amorosas conmigo misma también.
Primero solté la idea de que si fallaba en algo estaba privando de amor a mi familia.
No es verdad, no soy pulpo, no puedo hacer veinte cosas al mismo tiempo y si ese día algo no cuadró con el plan para la casa o el trabajo, no significa que estoy haciendo las cosas mal, que estoy siendo mala madre o peor aún, que estoy fallando en el amor que doy. Tuve que convencerme poco en poco de que puedo dar amor aunque las cosas no salgan a la perfección y en lugar de criticarme decidí valorarme en mis esfuerzos.
Decidí hacer pequeñas renuncias y soltar la obsesión por hacer mil cosas a la vez.
Si quería llegar a casa y relajarme un poco, necesitaba hacer pequeñas renuncias de actividades que podían esperar o que no eran tan indispensables. En el fondo sabía que no pasaba nada si por un día no me daba tiempo de lavar los platos, por ejemplo, ya que alguno de mis hijos o mi pareja podían hacerlo por mí o que no pasaba nada si dejaba algunos pendientes del trabajo que podían esperar. Lo fui probando poco a poco y me funcionó.
Me recuerdo a mi misma la importancia de poner límites.
Dejé la capa de superheroína colgada en el armario, porque más que súper mamás mis hijos, mi esposo, mi familia y mis amigas requieren de una mamá feliz y por ello debo poner límites y perseguir mis sueños. Entre otras cosas comencé mi podcast que se llama "A que no te atreves" y era un proyecto que había estado postergando.
Me di cuenta que darme amor me ayudaba a tener una mejor versión de mí.
Acciones pequeñitas con las que me muestro cariño como el hecho de descansar, hacer ejercicio, cuidar mi piel, ver algo que me gusta, me llenan de satisfacción y además me ayudan a cargar la pila porque descubrí que si me cuido y me procuro, también me siento con energía para hacerlo por los demás. Así que poco a poco fui descubriendo que el amor propio es imprescindible para sentirme plena y protegida.
Jamás recibí ningún tipo de reproches en casa o en el trabajo, al contrario, fueron comprensivos conmigo.
Cuando decidí repartir mi tiempo de una forma diferente sin renunciar al tiempo en el que me doy pequeños detalles con los que me muestro amor propio, las cosas se acomodaron de forma diferente, incluso mis hijos y mi pareja hicieron más trabajo en equipo, por lo tanto mis preocupaciones desaparecieron y sobre todo fui recuperando la capacidad de disfrutar cada cosa que hago y me conecto genuinamente, incluyendo los tiempos que me dedico a mí con calma y entrega.
Descubrí que la formula de: Primero amor a mí misma para poder dar a los demás, sí funciona.
Al principio estaba un poco inquieta porque ese tiempo que me dedicaba no estaba siendo productiva e incluso me sentía un poco invadida por pequeños sentimientos de culpa o pensamientos de autorreproche. “Podría estar terminando mis pendientes y estoy aquí perdiendo el tiempo con una mascarilla” y claro que no, no es una mascarilla, es el autocuidado que me doy.
Comprendí que el amor propio tiene muchas formas de mostrarse y entre ellas el hecho de cambiar la percepción del tiempo.
Ser madre, esposa y además una mujer productiva no implica que deba estar ocupada todo el tiempo, eso no está escrito en ningún libro y la verdad es que no sé de dónde saqué esa idea. Esa forma de autoexigirme como si me fuera a ganar una medalla de reconocimiento era la forma más errónea de tratarme a mí misma. Todo debe tener un equilibrio siempre basado en el amor a mí misma.