En este nuevo capítulo de nuestra serie Mamás Sin Filtros, tocamos el tema de lo complicado que a veces resulta la convivencia con nuestros hijos adolescentes. Y es que sobrevivir intactas esta etapa tan intensa representa una gran prueba de vida, ya que debemos lograr a toda costa que la relación no se desgaste a pesar de los roces o desencuentros que puedan surgir debido a su imperiosa necesidad de independencia y cuestionamiento de lo justo.
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En este video te cuento que para lograr mantener los límites claros desde mi rol de autoridad y al mismo tiempo hacerlo sin perder su confianza y la maravillosa conexión que tengo con ella, he probado de todo. Desde convertirme en Hulk y explotar sacando la peor parte de mí, hasta ser un hada madrina adorable que cumple todos los deseos de su princesa. Y pues… nada de esto me ha funcionado. Puedo decirte que muy a pesar de mi profesión como psicóloga y psicoterapeuta, estoy viviendo toda una revolución interior que me llena de confusión.
Como mamás, siempre hay una primera vez.
Es mi primera vez como madre de una hija adolescente y a pesar de mis conocimientos, voy aprendiendo sobre la marcha y recorriendo junto a ella el camino haciendo lo mejor que puedo. Creo que "ambas" hacemos lo mejor que podemos. A veces con calma, a veces con desesperación. A veces con entusiasmo y a veces con frustración. Esto es así, es un recorrido de altas y bajas que valen la pena porque no dejan de ser una experiencia desde el amor y para el amor.
A pesar de la tensión que puede surgir en esta etapa, el amor lo puede todo.
Cuando logré ponerme en su lugar comprendí muchas cosas y recordé otras tantas. Fue ahí que descubrí que la empatía, la capacidad de ponerme en sus zapatos es un paso imprescindible para lograr que esa conexión con ella no se perdiera. Necesito enfocar el mundo desde su óptica para poder comprenderla y después guiarla y educarla desde mi madurez, no desde mis impulsos o mi necesidad de control.
He aprendido que el tiempo pasa y debemos aceptarlo.
Tengo dos hijos maravillosos que al pasar de los años y de sus etapas me han regalado vida y entusiasmo. Cada momento desde que eran bebés me ha permitido disfrutar a manos llenas la maternidad. Sin embargo, nunca perderé de vista que ellos han venido al mundo a volar por lo que jamás les cortaré las alas. Eso sí, siempre cuando sus alas estén fuertes y ellos listos y entrenados para volar en la verdadera libertad.