Los niños pequeños no se levantan una mañana y deciden hacerle la vida difícil a los papás a la hora de la comida por que sí. La mayoría tienen sensibilidades con los sabores, las texturas, la temperatura y hasta la forma con la que luce la comida en el plato, que ellos mismos no entienden o no saben expresar bien.
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Por eso es importante prestar atención a qué le dicen que no, e incluso más importante, a qué le dicen que sí. Fíjate qué tienen en común las comidas favoritas de tus niños.
Quizá es el aderezo, o la forma en qué se cocina. Incluso puede ser hasta los ingredientes. Si no te queda claro a simple vista, comienza a llevar un diario de alimentos. ¡Ahí está la clave!
Acuérdate que los hábitos alimenticios que se adquieren en la infancia les marcarán para el resto de la vida.
Ten paciencia y creatividad a la hora de introducir nuevos alimentos a su dieta.
También comienza de a poco. Como ves, en este plato hay un solo 'arbolito' de brocoli. Será más fácil convencer a tu niño que coma un poquito la primera vez, que si le sirves un plato completo.
Pero además, no te quedes pegada en lo que te han enseñado que combina. Si tu hijo disfruta de la mayonesa, pues ya sabes qué tienes que ponerle a los alimentos que rechaza.
Haz platillos que puedan comer con la mano.
Será más fácil para ti y para tu niño aceptar hacer un esfuerzo, si además no se tiene que preocupar por los buenos modales.
¡Además no hay nadie puede negar que la comida sabe mejor así!
Agrega los sabores preferidos por tus chicos.
Un poquito de ketchup, por ejemplo, puede hacer que las verduras bajen más fácilmente.
No conviertas la mesa en un campo de batalla.
Una niña feliz estará más dispuesta a afrontar un alimento que le de miedo, o que le produzca una sensación nueva en la boca.
Además, esto impedirá que en el futuro, tu hijo o hija use la comida como algo para molestarte.
Reclútalos para que te ayuden a cocinar.
Aunque no tenga nada que ver con sabor, lo que uno prepara suele saber delicioso.
El dulce sí puede ir con lo salado.
Los colores de las frutas y una buena presentación hará de un platillo así de lindo irresistible.
La cebolla, el ajo y las especias pueden hacer la diferencia.
Si tus niños no disfrutan de las texturas, hazlos puré, pero agrégalos a las comidas.
Sin olvidar que el exceso de sal es malo, adereza bien la comida.
Muchos creen que los niños no disfrutan de sabores diferentes, pero es un mito.
Experimenta con aceites diferentes.
El rechazo puede ser incluso al que usas normalmente. Afortunadamente, hoy en día hay una variedad increíble.
No descartes la idea de esconder ciertos ingredientes.
Zanahorias en los brownies y cebolla molida en las albóndigas son trucos infalibles.
No hay mejor ingrediente que el amor.
Juegos y risas harán la comida más amena, los platillos menos intimidantes y la experiencia más positiva.