En casa, cuando éramos niños, mamá siempre nos decía a los hermanos: "hablen en español que se les va a olvidar". Mis padres salieron de Cuba antes de que yo naciera, pero siempre doy gracias a Dios que aunque vivimos en Estados Unidos siempre insistieron en que mis hermanas y yo habláramos español. Hoy día, mi esposa y yo enfrentamos la misma batalla con nuestra bebita y con el que viene; ya que nuestro hijo de 17 años es perfectamente bilingüe.
En estos días, Yudhijit Bhattacharjee, un científico y autor prominente, presentó la evidencia de varios estudios en un artículo publicado este domingo en el New York Times en el cual el afirma que:
"La evidencia colectiva de un número de estos estudios sugiere que la experiencia bilingüe mejora la llamada la función ejecutiva del cerebro – un sistema de mando que dirige los procesos de atención que utilizamos para planificar, resolver problemas y realizar otras tareas mentales exigentes. Estos procesos incluyen el hacer caso omiso a las distracciones para mantener la concentración, el cambio de la atención voluntaria de una cosa a otra y el mantener la información en la mente -como lo es el recordar una secuencia de direcciones mientras manejamos."
Después de leer dicho artículo, tuve la oportuna coincidencia de escuchar al mismo autor de este artículo en una entrevista en la radio pública, en la cual afirmaba que los padres latinos que educan a sus hijos en español en casa, le están haciendo un bien tremendo, ya que los hijos aprenderán inglés rapidísimo y sin problemas cuando comiencen las clases formales en el preescolar. Osea, ¡que viva el español! Además, otro beneficio que señalan los estudios científicos es que los bilingües han comprobado estar menos predispuestos a problemas de memoria y condiciones como la demencia y el Alzheimer's.
Toda la evidencia confirma que si estás enseñándole a tus hijos a hablar español en casa eso no interfiere con su educación–y todo lo contrario–les va a ayudar a desarrollar sus cerebros de una forma extraordinaria. No dejemos el español. Más allá de nuestro orgullo y nuestra herencia, no olvidemos el valor que tiene para el bienestar de nuestros hijos a largo plazo el poder funcionar en – por lo menos – dos idiomas.
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