Recuerdo que hace unos años atrás, cuando ocurrieron los primeros incidentes de tiroteos en las escuelas, todos nos quedamos con la boca abierta y haciéndonos todo tipo de preguntas. Recientemente, cuando hice un comentario en mi cuenta de Twitter sobre el último tiroteo escolar en Ohio, muchos me contestaron: "¿Dónde estaban los padres de ese joven que asesinó a sus compañeros de clase?"
Después de unos cuantos años trabajando con jóvenes, estoy convencido que no es poco común que existan algunos con cierto nivel de "depresión juvenil", otros que sufren de una rebeldía bastante marcada y aun otros que hacen cosas que parecen ser ilógicas; simplemente por llamar la atención.
Pero lo que ha ocurrido en este último tiroteo escolar – al igual que todos los que han ocurrido en las últimas décadas – es que todos son el resultado de violencia provocada por alumnos que compartían clases con sus compañeros y maestros a diario y que aparentaban estar "más o menos" bien. En la mayoría de los casos, nadie esperaba lo ocurrido.
Los padres de familia tenemos que hacer más e involucrarnos mucho más en la vida de nuestros hijos adolescentes. Es importante estar al tanto de lo que ven y hacen en el Internet. Además, es imprescindible saber con quién se comunican y con qué frecuencia, ya que muchos de los sitios sociales le dan acceso a nuestros jóvenes a todo tipo de personas, con toda clase de problemas y enfermedades.
Creo que cada familia debe comprometerse a tres o cuatro actividades que ayuden a fomentar el diálogo y la buena comunicación con sus hijos.
Mis sugerencias:
- Hacer una noche familiar. Por lo menos una vez por semana apagar los teléfonos, computadoras, televisores y cualquier otro aparato electrónico para hacer una cena y conversar sobre lo que esta ocurriendo en la escuela y en la vida de los hijos. Los padres deben aprender a escuchar más y hablar menos.
- Conocer bien las amistades de los hijos y cuánto tiempo interactúan con ellos a través de los textos por teléfono, los chats y las visitas. No es bueno que los jóvenes anden sin supervisión adulta en casas donde ambos padres trabajan y puede existir acceso a drogas, pistolas y otros peligros.
- Integren a sus hijos mayoresde 12 años en grupos juveniles en su iglesia o sinagoga local. Casi todas las instituciones religiosas tienen programas para jóvenes, donde se les invita a conversar, hablar de sus problemas y buscar soluciones reales a las cosas que enfrentan los jóvenes.
- Evitar que los hijos tengan acceso a las armas de fuego – y preferiblemente – tenerlas fuera del hogar.
Imagen vía Richard Elzey /flickr