Anoche llevamos a mi hijo de 2 años, que está obsesionado con los carros, a un show de Monster Trucks — o camionetas gigantes que han sido modificadas con llantas grandototas. Le habíamos hablado del espectáculo por varios días ya y camino al estadio no podía esconder su felicidad.
Mi esposo me había advertido que el ruido que hacen estos monster trucks es fenomenal y que teníamos que estar preparados en caso de que Santiago se asustara. Al llegar, me di cuenta que me había olvidado los tapones que había comprado para sus oídos y los de su hermana mayor. Me preocupé un poco porque la verdad es que desde que entramos por la puerta del estadio — tarde, como siempre — ya se podía escuchar el tremendo ruido generado por estas bestias. Pero, al parecer, ¡no conozco muy bien a mi hijo!
Una vez que nos sentamos con vista directa a la acción, Santiago no cabía en su pellejo de tan feliz que estaba. Es más, cuánto más ruido hacían los motores de las camionetas gigantes, más grande era su sonrisa. Esto me hizo pensar lo increíble que somos los seres humanos.
Yo jamás he empujado a ninguno de mis hijos a que les guste una cosa sobre la otra. En el caso de Santiago, ni mi esposo ni yo somos fanáticos de los carros o de las carreras de carros ni mucho menos, pero nuestro hijo tiene una verdadera obsesión con todo lo relacionado a vehículos. Sé que a la mayoría de los niñitos le gustan los coches, pero lo de mi hijo es diferente. Se puede pasar un montón de tiempo jugando con sus carritos, empujándolos de un lado del sillón al otro. Y, cuando se cansa de eso, agarra cualquier cosa en forma de círculo, como un timón, y corre por toda la casa haciendo ruidos de carro como si estuviera manejando. Además, no hay cosa que le guste más que lo deje jugar en mi carro, apretando todos los botones y moviendo todas las palancas.
Realmente no se de dónde lo ha sacado y puedo asegurar que no es por la tele, ya que en mi casa casi no vemos el aparato y menos él que apenas tiene 2 años. Obviamente, está en los genes.
Sólo espero que se le pase antes de que llegue a la adolescencia porque sino, ¡ya veo que voy a vivir con el corazón en la garganta una vez que aprenda a manejar!
¿Qué obsesiones tienen tus hijos? ¿Con qué cosas les gusta jugar aunque tu no les hayas enseñado?