En definitiva, eso de "Juntos por siempre", sólo pasa en las películas románticas. En esta nueva edición de Mamás Sin Filtros confieso que compartir tanto tiempo con mi marido en esta etapa de cuarentena ha sido tan complicado que a veces quisiera salir corriendo. Al principio, nos pareció una linda oportunidad para reencontrarnos y hasta hicimos pequeños planes para disfrutarlo. Sin embargo, el efecto luna de miel acabó muy pronto porque conforme fueron transcurriendo los días ya nos estábamos declarando la guerra. Superar este tiempo unidos en armonía ha requerido de toda nuestra creatividad, paciencia y disposición. Al final, esta fue la mejor combinación para lograrlo.
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En este video te cuento lo difícil y complicada que ha sido la convivencia con mi marido, al pasar las 24 horas juntos. Un sueño de amor romántico que con el paso de las semanas llegó a convertirse en la peor de las batallas. Y aunque sabemos que hay mucho amor entre nosotros, hubo días en que no queríamos cruzar ni la mirada, ni las palabras.
La armonía se rompía poco a poco cuando ambos nos sentimos desorientados e invadidos.
Tantos cambios en nuestra rutina nos llevaron a un colapso de estrés y llegamos a pelear por todo. Estábamos a la defensiva y nos vimos rebasados por nuestras emociones. Nos desbordábamos la mayor parte del tiempo teniéndonos muy poca tolerancia y paciencia. Eso ya de por sí era una señal de alerta.
Teníamos que parar y hacer equipo, no podíamos convertir el hogar en un campo de guerra.
Ambos quisimos y pusimos todo de nuestra parte para bajar la guardia y aceptar que estábamos pasando por un momento de crisis de adaptación. Más que reproches, necesitábamos comprensión mutua, aceptar que no estaba siendo tan fácil como creíamos y que debíamos tener cuidado para no deteriorar nuestra relación.
Nos convertimos en aliados y decidimos desarrollar un plan de acción ante nuestros malos ratos.
Tanta irritabilidad e intolerancia son efecto del confinamiento y el estrés por reacomodar nuestros hábitos. Decidimos comprendernos más y juzgarnos menos. Podemos descargar nuestras emociones sin necesidad de convertirnos en enemigos.
Dicen que después de la tormenta siempre llega la calma y poco a poco lo hemos ido logrando.
No podemos negar la turbulencia por la que atravesamos, pero sí podemos hacer una retirada pacífica y pedir nuestro espacio cuando así lo necesitamos. Y en este caso, la empatía y la comprensión fueron nuestra gran salvación.