Lo bello que sería este mundo, si todos los días viéramos historias como ésta. ¿Te puedes imaginar que con tanta violencia que hay en el mundo, todavía existiera una persona tan buena como para haber dedicado toda su vida a hacer sonreír a los demás? Suena como si se tratara de un cuento de fantasía -de esos que nos contaban nuestras abuelitas para dormir- pero no lo es. Esta persona existe y se llama Floyd "Creeky" Creekmore, el payaso más viejo del mundo. A sus 95 años, apenas puede ponerse a hacer malabares y trucos de magia, pero lo importante, es que sigue disfrazándose con el único afán de escuchar la risa de todos los pequeñitos que acuden al circo para verlo actuar.
Este ejemplar hombre, extrabajador agrícola de Montana, cuenta con el reconocimiento del libro Guinness de los Récords Mundiales, que en febrero lo declaró el payaso más viejo por solicitud de sus amigos, informó el periódico El Nuevo Herald. Y a partir de entonces, se ha ganado la atención mediática, pues todos quieren conocer un poco más de este extraordinario hombre, que ha pasado las últimas tres décadas actuando en el circo Shrine. Se dice que el veterano payasito se unió a los "shriners (una rama de los masones que organizan actos circenses con fines benéficos para su congregación) tras retirarse en 1981 del trabajo de la construcción y desde entonces se dedica a generar sonrisas en el circo.
¡Nada lo ha detenido! Ni siquiera una apoplejía que "Creeky" sufrió, que lo dejó sin poder utilizar su bicicleta y sin poder hacer malabares. Y ahora, con varios años de más, su familia cree que será difícil que deje sus actuaciones periódicas en el circo, pues hacer reír a los niños, es la misión de vida que este payasito eligió vivir.
No te puedo decir, lo mucho que esta maravillosa historia me hizo recordar a mi abuelo, pues no cabe duda, que hay personas que vienen a este mundo con una misión específica y no desisten de ella, hasta que la vida decide llevárselos de este mundo. La misión de mi abuelo, fue entre otras, educar. Y aún recuerdo como -aunque había perdido la vista por culpa de la diabetes- se empeñaba en seguir yendo a la universidad a impartir clases. No sólo eso, también siguió escribiendo libros (con la ayuda de una asistente) hasta el último de sus días, porque siempre pensó que la educación era una de las cosas más importantes para salir adelante.
Espero que podamos seguir escuchando historias tan emotivas como ésta, ya que en medio de la violencia que vivimos hoy en día, siempre el alentador, escuchar relatos de seres que sólo buscan el bien de los demás. ¿A ti qué te pareció esta historia?
Imagen via worldrecordsacademy.org