La maternidad es adorable, sin lugar a dudas, pero en honor a la verdad, también tiene su lado oscuro. Me refiero a ese conjunto de cosas asquerosas que hacemos por nuestros hijos, que difícilmente haríamos por otra persona, y que suelen incluir mocos, vómito y popó. Sigue leyendo para enterarte acerca de estas cosas poco agradables que vienen de la mano de la maternidad.
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Imagen vía Jessica Lucia/Flickr
Bañada en vómito
¿Cuántas veces he terminado bañada en vómito? La verdad es que son tantas las ocasiones que yo ya no las recuerdo. En mi caso, todo suele empezar cuando mis hijas enferman: primero las sostengo mientras terminan de devolver todo lo que había en sus barriguitas y después las abrazo para tranquilizarlas. Obviamente, termino untada desde el pelo hasta los pies.
Comida premasticada
Para ser honesta, ya perdí la cuenta de las veces que terminé comiendo los restos de papa, carne, pollo, pescado, verduras o frutas, que mis niñas probaron, masticaron y terminaron escupiendo en mis manos.
Bebidas con ‘pececitos’
También han sido incontables las ocasiones en las que he tomado agua, jugo o refresco, decorado con ‘pescaditos’ o esos diminutos restos de comida que aparecieron justo después de que mis pequeñas bebieron de mi vaso.
Mirar, tocar y analizar materia fecal
La primera vez que lo hice fue cuando mi hija mayor era bebé y enfermó de una virosis. Muy preocupada llamé al pediatra y él me pidió que le describiera la consistencia de las heces y que buscara si había restos de sangre en ellas. El resto de la historia ya pueden imaginarla.
Pis en la cara
Sucede cuando le estás cambiando el pañal a tu bebé y él, de un momento a otro, te lanza un chorro de pipí en el rosotro. La primera vez, te toma tan desprevenida que, en términos literales, no sabes qué hacer. Tengo dos niñas, así que no lo he vivido, pero mis amigas que tienen hijos varones, dicen que es algo inevitable.
Popó en la bañera
Hace menos de 3 meses me volvió a suceder: tuve que limpiar el popó que mi pequeña de 2 años hizo en la tina al momento del baño. Para cuando finalmente pude encargarme del trabajo sucio, después de haber aseado a mi niña nuevamente, ya se imaginarán como estaba el agua.
Colchones con pis
Mi amiga Claudia me ha contado las innumerables veces que ha tenido que limpiar sábanas y colchones llenos de pis, pues su niñita suele mojar la cama por las noches. Quién dijo que ser mamá era tarea fácil, ¿no?
Convertirse en pañuelo
Por mi parte, debo confesar que acepté, con resignación, que mi hija menor se suene en mi ropa. La dinámica es siempre la misma: después de que ha llorado me pide que la abrace e inmediatamente sopla muy fuerte por la nariz. Los mocos salen, ¡y ella usa mi camisa como pañuelo!
Abrazar el retrete
Cuando mi niña mayor se siente estreñida me pide que la abrace mientras está en el baño. Es algo que hago desde hace 3 años, y ella ya tiene 6. La costumbre también la adoptó mi hija menor, de tan solo 2 años. Como verán, parece que pasaré un buen tiempo abrazada al inodoro.
Pañales olorosos
Para determinar si el niño ha ensuciado el pañal, es común acercar el rostro al pañal y respirar profundo. Asqueroso, pero funciona.
Sacar mocos
Las mamás aprendemos a dominar el arte de sacarles mocos a los hijos con una única y muy sencilla herramienta: la mano. Además, solemos acompañar la acción con la frase: ‘¡A ver ese moco!’.
Saliva contra la mugre
¿Y qué me dices sobre los usos prodigiosos que le concedemos a la saliva? La usamos, por ejemplo, para limpiar los rostros sucios de los niños o para quitarles los restos de comida que se pegaron en sus brazos o manos cuando no tenemos agua o un paño húmedo que nos ayude.
Vómito en el rostro
Después de alimentar a tu bebé, procedes a sacarle los gases. El pequeño expulsa un buen eructo y tú, absolutamente emocionada y orgullosa del pequeño, lo levantas y le repites lo buen chico que es. ¿Qué recibes a cambio? Una generosa cantidad de vómito directo sobre el rostro, según se explica en el portal Mommyish.
Sacar piojos
La última actividad desagradable del listado: tener que revisar la cabeza de los chicos en busca de piojos. Y el asunto empeora cuando encontramos vivo, al menos a uno de los pequeños parásitos.