Ryan Michael Jolley llegó a este mundo el 11 de octubre de 2013. Seis días más tarde, el 16 de octubre, se convirtió en un angelito. En su tumba se lee un epitafio, grabado en letras blancas sobre la lápida de mármol gris oscura, que dice: "Eres mi ángel, mi cariño, mi estrella y mi amor te encontrará donde quiera que estés". Lo escribieron sus papás, Timothy y Ashlee Jolley. Y no puedo imaginarme su dolor y su tristeza.
Un hijo es un hijo, no importa si sólo pudiste besarlo, arrullarlo y cargarlo una vez. Pero nunca te imaginarás lo que Timothy y Ashlee hicieron para que Charlie, el hermanito de Ryan, pudiera jugar con el angelito…
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Por la foto, me imagino que Charlie habrá de tener unos 2 añitos. Así que sus papás resolvieron mandar a hacer una caja de arena justo sobre la tumba de Ryan, de manera que Charlie pueda… jugar con su hermanito…
La verdad es que la foto me produjo sentimientos encontrados. Si bien me parece una idea sumamente práctica, de manera que cuando Timothy y Ashlee vayan al cementerio Charlie se distraiga y juegue, e incluso tenga, como ellos dicen una "relación con su hermanito", no se… me dio como escalofrío.
Si bien es cierto que la muerte es algo natural para lo que deberíamos prepararnos teniendo en cuenta que es lo único seguro que tenemos en esta vida, también me parece que un cementerio no es lugar para una criatura tan pequeña.
Aunque entiendo que a menos que Charlie desarrolle el hábito de visitar la tumba de su hermano, luego terminará por olvidarse y no visitarla, tal vez una forma más "terrenal" de "relacionarse" con su hermanito sea en el mundo de los vivos.
A lo mejor sus padres ni siquiera tienen una foto de Ryan, la verdad es que cualquier cosa que diga es mera especulación, pero creo que a los muertos hay que dejarlos descansar y que Charlie no tendría que estar jugando con sus carritos en la tumba de su hermano.
Aunque puedo ver en la decisión de los papás de Ryan un acto de amor infinito por sus dos hijos, creo que el tema del duelo y dolor que produce la muerte de un hijo, en el caso de un hermano tan pequeñito como Charlie es más asunto de sus papás que de él, que es una criatura inocente.
Yo perdí a mi hermanita menor hace 10 años. Ambas éramos mujeres hechas y derechas cuando ella perdió la batalla contra el cáncer de ovario. El mayor de mis hijos, quien se llama Andrés porque ella se llamaba Andreína, tuvo la fortuna de conocerla y de que ella fuese su madrina de bautizo. Mi hijo menor no corrió con la misma suerte porque mi hermana murió cuando yo tenía ocho meses de embarazo.
Siempre le hablo a mis hijos de su tía y todos queremos creer que ella es un ángel que nos cuida desde el cielo. Sus cenizas están esparcidas por el mundo y hemos optado por recordarla como ella quería: con alegría, en cada flor amarilla o naranja, y una que otra noche miramos al cielo y nos imaginamos que es una estrella titilando en el firmamento.
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