8 Consejos para controlar tu temperamento frente a tus hijos

Los hijos tienen esa capacidad increíble, casi sobrenatural, de saber exactamente qué hacer o qué decir para llevarnos al límite de la paciencia y empujarnos al abismo. Si le sumamos el cansancio por el trabajo, la limpieza, la cocina, la ropa sucia, así como otros conflictos personales que podamos tener y las pocas horas de sueño, el cóctel es explosivo.

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Pero, como bien señala la psicóloga clínica Laura Markham, en un artículo de la revista Psychology Today, es también nuestra responsabilidad, como adultos y padres responsables, mantenernos lo más alejados posible de ese abismo, en el cual nuestros hijos pueden hacernos caer.

Escucha este episodio de nuestro pódcast 'Mamá Dice' sobre la importancia de no explotar con nuestros hijos cuando estamos molestas:

Hay que actuar con madurez.

Discontented young mother scolding little daughter expresses displeasure
fizkes/iStock

Por supuesto, todos nos enojamos; el reto es apelar a nuestra madurez para controlar la expresión de ese enfado. Solemos pensar que debemos dominar sus emociones primero, en lugar de tomarnos un minuto para pensar: “Oye, antes de reaccionar, voy a controlarme YO". Porque el gran secreto de todo esto es que cuando estamos en calma, los niños también se calman. ¡Es contagioso! Piénsalo de esta forma: Si no puedes lograr calmarte y tener bajo control tus emociones, estás creando el mismo escenario que querías evitar desde un inicio.

Jamás actues en caliente.

Lo más importante que necesitas recordar es no actuar en caliente. Bajo esas circunstancias no estás pensando con claridad, lo que hace que reacciones con gritos o insultos, como si tú misma fueses una niña. Sientes la urgencia de actuar automáticamente, de responderle y enseñarle una lección a tu hijo de inmediato, pero no cedas ante esa presión. Nada es demasiado urgente. Puedes hablar más tarde cuando te tranquilices. Tus hijos no se irán a ninguna parte y les estarás dando una de las lecciones más valiosas de su vida: No actuar desde el enojo. 

Respira profundo.

La pregunta que te estarás haciendo es: ¿Cómo puedo hacer para serenarme, para calmarme? La Dra. Markham aconseja tomarse un minuto para respirar hondo. Esa pausa te permite preguntarte: ¿Realmente quiero dejarme dominar por mi enojo? Recuerda que no es una emergencia y respira un poco más. Si realmente quieres gritar, vete al carro. Trata de sonreír, bailar o sacudir las manos para liberar tensiones. Lo bueno es que cada vez que te resistes a actuar en caliente, entrenas a tu cerebro a tener más autocontrol.

Aléjate para evitar que todo se salga de control.

Stressed mother of three
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Si necesitas alejarte de tu hijo y de la situación, hazlo y dile: “Estoy demasiado enfadada en este momento para hablar”. Vete al baño, mójate la cara y respira un poco. Y si no puedes dejar solo a tu hijo, vayan a la cocina y pon tus manos debajo del agua fría. Repite algún mantra que te tranquilice como: “No es una emergencia, no necesito actuar ahora”, “Los niños necesitan más el amor, cuando menos lo merecen”, “Ellos necesitan mi ayuda para gestionar sus propias emociones”.

Dosifica tu tono de voz.

Cuando finalmente elijas hablar, cuida tu tono. Está estudiado que, cuanta más serenidad mostramos al hablar, más calma sentiremos y mejor nos responderán los demás. Tienes el poder de tranquilizar o enfurecer aún más a tu niño solamente con las palabras y el tono de voz que uses.

Pon límites antes de estallar.

Otro consejo de oro de la Dra. Markham es poner límites claros antes de enojarse. Muchas veces nos enfadamos con nuestros niños porque no hemos puesto un límite a tiempo para aquel comportamiento o actitud que nos irrita. Necesitamos enfatizar las reglas o, tal vez, ajustar algunas rutinas, por ejemplo, acostarlos más temprano para no llegar agotadas y sin paciencia al final del día.

Elige tus batallas.

Daughter with grimace unwilling of listening to talking mom
Zynkevich/Instagram

También es importante elegir nuestras batallas. No podemos pelearlas, ni ganarlas todas. Que deje su chaqueta en el suelo puede irritarte, pero guarda el recurso de la discusión para cuestiones como su modo de dirigirse hacia otras personas o hacia ustedes, los padres. 

Indaga sobre el origen de su molestia.

Por último, es importante que te preguntes sobre el origen de tu enfado. Más allá de lo que hayan hecho tus niños, ¿de dónde viene ese desborde emocional? Quizás estés canalizando en ellos sentimientos hacia tu pareja, hacia tus padres o, incluso, hacia tu jefe. Entonces, en lugar de trasladárselos a tus niños, quizá necesitas buscar otro tipo de apoyo o descarga.

Volvamos a la clave inicial: Tienes en tus manos el poder de gestionar tus emociones para, luego, ser un ejemplo de comportamiento para tus hijos. ¡Tú puedes!