4 hábitos que podrían ARRUINAR tu dieta

Empiezas cada semana con renovado entusiasmo y después de tres días haciendo dieta te das cuenta de que no has perdido ni una onza. Sientes que hasta respirando engordas y que ya los 20 minutos de caminata diaria no son suficientes para quitarte esas odiosas libras de más. Además, quitarte el sobrepeso del último embarazo se te está haciendo cuesta arriba. Y volverte a poner esos jeans que tanto te gustan parece un sueño imposible de lograr.

Lee más en ¿Qué más? 6 tips para que tu dieta resulte y no engordes más

Cierto que te resulta familiar. Pues cualquier parecido con la realidad NO es pura coincidencia. Nos pasa a todas. Y ocurre que pudiera ser que nosotras mismas, sin querer queriendo, nos estemos saboteando en nuestro objetivo de perder peso. Pasa revista a estos malos hábitos para ver si tú misma estás arruinando tu dieta:

No tomas suficiente agua. Parece mentira, es algo que todas sabemos, pero muchas veces no solo no nos tomamos los ocho vasos de agua que como mínimo deberíamos consumir al día, sino que sustituimos el preciado líquido con otras bebidas incluyendo las sodas, jugos de frutas azucarados o no, y té. No importa que las sodas de dieta no tengan calorías, o que el té lo endulcemos con edulcorantes con cero calorías. Para el agua no hay sustituto. Prueba a tomar ocho vasos como mínimo al día. Incluso ingiere el primero en ayunas y trata de tomar un vaso antes de cada comida. Carga una botella de agua en el bolso, en tu carro, ten otra en tu escritorio. Toma agua en abundancia y notarás la diferencia.

No duermes suficientes horas. Yo sufro de este mal. Pero si es que hasta uno de mis lemas es "para descansar, la eternidad", y resulta que es fatal, para esto de perder peso, no dormir de 7 a 8 horas diarias. Ocurre que cuando duermes, el organismo produce hormonas que regulan el metabolismo. Además tu cuerpo y tu mente descansan. El sueño es el mejor anti estrés que existe y tu yo sabemos que cuando andamos estresadas tendemos a comer más. Además, a más horas despiertas, más comida. Haz que tu sueño sea sagrado. Descansa y verás los resultados.

Comes en la calle. No me malinterpretes. Una cosa es una cena romántica con tu novio o esposo (a esas nunca debemos decirles que no), y otra es que por la razón que sea (apuro, falta de tiempo, cansancio), ordenas pizza, compras la comida hecha, o vas a cadenas de comida rápida con tus hijos. Esta comprobado que cuando comemos en la calle las porciones no sólo son más grandes, sino que contienen más grasa, azúcar y sodio que lo que preparamos nosotras mismas en nuestras casas. Además, lo primero que te ponen en un restaurante es una cesta de pan con mantequilla y después de la comilona, por lo general no te resistes al postre. Prueba a llevarte el almuerzo de tu casa a la oficina. 

Comes frente a la pantalla. Esto sí que es una fatalidad. La hora de la comida debería ser sagrada. Cuando comemos en familia no solo conversamos y compartimos. También transmitimos valores y civilizamos a nuestros hijos. Si te toca comer en la oficina, trata de compartir con un compañero de trabajo, o si te toca hacerlo sola, no lo hagas frente a la pantalla de tu computadora. Está comprobado que quienes comen frente al televisor, el laptop, los tablets y hasta los teléfonos celulares ni siquiera recuerdan lo que comieron, no tienen noción de las cantidades que ingieren y no disfrutan el acto de comer: tragan sin masticar y luego les vuelve a dar hambre más rápidamente.

Imagen vía Thinkstock