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Cuando mis hijas eran más chicas, jugaban en una liga de fútbol intramurals. Un año, enviaron un correo electrónico en el que decía que necesitaban entrenadores (coaches), y que la temporada podría retrasarse. Necesitaban a alguien para el grupo de la edad de mis hijas, así es que me armé de valor y me ofrecí de voluntaria. Por supuesto, mi primer pensamiento fue, ¿qué estoy haciendo? Nunca había entrenado y por mucho que he jugado en equipos deportivos en mi juventud, el único fútbol que jugué era pateando la pelota con mis amigos en el parque.
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Pero tomé un respiro y lo primero que hice fue definir cuáles iban a ser mis metas. Estas eran: hacer que el entrenamiento fuera divertido, justo, que desarrollara las habilidades de las niñas y les fomentara la confianza en sí mismas. Cuando la jugadora más tímida anotó un gol sentí que había logrado lo que me había propuesto hacer. Al día de hoy todavía me siento que ser entrenadora fue una de las experiencias más bonitas que he tenido.
Estas son algunas de las estrategias que utilicé para mantener los juegos equitativos y divertidos:
Es importante tener prácticas regulares. Esto te da la oportunidad de fomentar el compañerismo entre los jugadores y repasar las reglas del juego.
Cuando tengas un entrenamiento, tienes que estar preparado y tener un plan. Siempre empezaba con juegos divertidos, luego ejercicios y terminaba con un juego de scrimmage para ayudar a desarrollar las habilidades y mantener a las niñas enfocadas. Mientras los otros entrenadores se quejaban de que las niñas de sus equipos no asistían a sus prácticas, yo estaba contenta que la mayoría de mis jugadoras siempre se presentaban y estaban encantadas de estar allí.
Todos juegan en el partido. Sin importar el nivel de habilidad, todas las chicas entraban al campo, al menos, la mitad del juego.
Gane o pierda, es la forma de jugar la que cuenta. Para cada jugadora se trataba de dar un 100% y hacer lo mejor posible. Les hablaba de sus pequeñas victorias en el campo y cómo cada una iba mejorando.
Enseñáles a ser un buen jugador (o como dicen en inglés good sportsmanship). Todo empieza contigo y cómo te comportas en el campo así que debes de ser un buen ejemplo. También el ser un buen jugador es algo más que no hacer trampa, gritar o arremeter, es hacerles entender que deben tratar a los otros jugadores de la misma manera en que les gustaría ser tratados.
Entrenamiento positivo. Esto crea espíritu de equipo positivo. Se trata de ayudar la autoestima y la confianza de cada niño y no de hacerlos sentir mal, así que en vez de críticas negativas ofrece formas útiles a tus jugadores para ayudarles mejorar sus habilidades. Finalmente tu objetivo es que tu equipo fomente un amor por el juego y regresen al campo la próxima temporada.
Imágenes vía Thinkstock