En los últimos días se ha recrudecido el debate sobre la conveniencia o no de practicar la circuncisión a los varoncitos nacidos en Estados Unidos. De acuerdo a la Asocición Estadounidense de Pediatría, los beneficios de este procedimiento médico sobrepasan las desventajas. Toda la polémica surge porque el número de circuncisiones ha disminuido debido a que las aseguradoras empezaron a ponerle peros a su financiamiento. Ahora, dicen los expertos que la circuncisión evita enfermedades relacionadas tanto al tracto urinario, como a algunas de transmisión sexual. Es más, hasta han dicho que ayuda a prevenir el virus de HIV.
En dos platos suena como que los niños que no han sido circuncidados están en peligro, más bien como fuera de onda y que probablemente sus padres son unos incultos y poco cuidadosos que no se preocuparon por la salud o por el futuro de sus de sus hijos. Si eso es así, pues yo entro en esa estadística. Soy una de esas madres descuidadas porque tengo dos hijos varones, nacidos en este país y ninguno de los dos fue circuncidado.
Hace siete años, cuando nació mi hijo mayor, prácticamente me estaba bajando del avión. A pesar de que mi cuerpo estaba en Estados Unidos, mi corazón, mis costumbres y mis creencias, seguían intactas y arraigadas a mi país. Cuando la doctora me preguntó si le haríamos la circuncisión, sentí que se trataba de una pregunta completamente ajena a mí. No sabía que era una práctica común en Estados Unidos. En mi país, esto se asociaba más a prácticas religiosas. Por ejemplo, dentro de la comunidad judía.
No me sentí culpable de no hacerlo, ni siquiera sospeché que podría estar poniendo en riesgo su salud durante su vida adulta. Con el tiempo, algunas amigas comenzaron a tener sus hijos y "todas" circuncidaron a sus varoncitos –aunque creo que algunas lo hicieron más por moda que por convicción-. Cuando nació mi segundo bebé, el hecho de circuncidarlo o no, rondaba mi cabeza. Para ese momento había leído un poco más e incluso había hablado con dos de mis tíos, ambos pediatras y con muy buena reputación profesional en mi país. De hecho, los dos tienen amplia experiencia en el área académica. Ninguno de los dos ponderó los beneficios de la circuncisión. Es más, uno de ellos me dijo una frase que me marcó: "Negra –así me llaman de cariño en mi familia- si Dios o la naturaleza no hubiesen querido o considerado que el prepucio era necesario para recubrir la punta del pene, quizás nos hubiesen creado sin esta parte. A los seres humanos nos encanta andar arreglando lo que no está dañado y terminamos mutilando nuestro cuerpo".
Tomé esa frase como salmodia para dejar a mi bebé tranquilo. Además, mi esposo replicó que cómo íbamos a circuncidar a uno y al otro no. "La diferencia física se va a evidenciar en el futuro". Este es el final de la historia. Ninguno de mis dos hijos fue circuncidado y hasta ahora –y espero que así siga- ninguno de los dos ha padecido ningún tipo de infección o enfermedad, como tampoco su padre, sus tíos o sus abuelos, quienes tampoco fueron circuncidados. Aunque a veces, sobre todo en estos días con tanta polémica polulando alrededor del tema, me inquieta un poco el hecho de haber hecho lo correcto.
¿Qué opinas al respecto?
¿Quieres encontrar a otras mamás como tú? ¡Sigue a MamásLatinas en Facebook!
Imagen vía Thinkstock