Otra cosa que extrañaba de México

Ya te había yo contado en otra entrada, cuánto extrañaba a los doctores en México. Lo que se me había pasado contarte es cuánto extrañaba a Fernando –mi "estilista" y amigo– quién me corta el pelo desde hace ya muchos años en un salón de belleza en el sur de la ciudad.

Esto a la gente le sorprende mucho, me dicen: "¿cómo es posible que viviendo en Nueva York no hayas encontrado a alguien increíble que te corte el pelo?".

Pues no, la realidad es que he pasado por varios lugares y por varios stylists, pero una visita lo que se dice "increíble" al salón, por menos de 200 dólares (incluyendo tinte y un buen corte de pelo), no me ha tocado. Lo cual es un precio muy alto que pagar, para no salir casi extasiada del salón.

Además dichos stylists neoyorquinos nunca se han vuelto mis cuates. Hacen su small talk y a veces prefiero que se callen, pues no hay nada más aburrido que hablar del frío o del calor.

Una época intenté ir con una rusa que sólo me despuntaba el pelo y me ponía el tinte, pero hablaba tanto con todos sus co-workers (ignorándome olímpicamente a mí), que no se concentraba — y un día me dejó el pelo de dos colores la muy cab***. Desde entonces dije, "gracias Natural Instincts de Clairol" y mis visitas al beauty parlor en Nueva York, se fueron reduciendo.

El caso es que Fernando es buenísimo cortando el pelo y buenísimo para el tinte. Pero no sólo es eso, mientras estoy con él en el salón, decide qué corte hacerme, procede a llevar su artística labor a cabo, hablamos de todas las cosas que han pasado desde que lo vi la última vez y mientras todo estos sucede, una eficaz manicurista me hace mi manicure. Somos unos multi-taskers los mexicanos.

Ayer, fui a que me cortara el pelo y cuando terminó conmigo le cortó el pelo a mi hijo Diego — sentado en mis piernas, luego se lo cortó a Juliana, además le hizo un par de rulos de princesa (muy cursis pero la hizo muy feliz y le duraron media hora) y todo esto sucedió mientras se secaba mi barniz de uñas.

Llevaba tanto tiempo sin venir a México que me veo observando más detenidamente las cosas, todo lo que me hace falta cuando estoy en Estados Unidos.

Para mucha gente estas pueden ser tonterías, pero la realidad es que todo se reduce a cuanto extraño la calidez de la gente y qué orgullosa me siento de que haya tanto talento en este país. Talento en este caso particular, que podría estar al nivel del mejor stylist neoyorquino payaso, pero eso sí, con una mucho mejor sonrisa y platicándome cosas que realmente me interesan.