Hay una frase muy linda y cuando la escuché me dejó pensando mucho: “Si no puedes cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento”. Y es que, en el recuento de los daños, me parece que éste año podemos darnos cuenta también de todo aquello que el 2020 nos enseñó a apreciar. ‘Apreciar’ es una acción tan importante que se nos olvida cuando ponemos el piloto automático a la vida y la vivimos como si fuéramos unos robots. Hay muchas cosas que podríamos valorar desde que nos despertamos hasta que nos dormimos. Sin embargo, la rutina, las preocupaciones, el estrés, el hastío y hasta la actitud pesimista nos puede limitar a ver más allá de lo aparente. Claro, hasta que una situación como la de este año se pone por delante para sacudirnos y mostrarnos todo aquello que casi nunca nos detenemos a valorar. Mira esto que te comparto.
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Este año puso a prueba la unión familiar, la capacidad de adaptarnos a los cambios, la tolerancia a la frustración, la amistad, los mecanismos de afrontar el estrés, el optimismo, la salud, en fin, fue un año que nos sacó de todo equilibrio. Además, estuvo lleno de emociones encontradas.
Sin embargo, nadie podría dudar que lo que más aprendimos fue a apreciar la vida y todo lo que nos regala. Aunque a veces no nos demos cuenta de ello por estar en modo automático. Así que detente un poco y mira aquí todo lo que pudimos aprender a valorar.
Aprendimos que con la salud no se juega.
La salud es algo que depende mucho del autocuidado y es manifestación clara del amor que te tienes. Cuando le haces caso a las señales de tu cuerpo te estás demostrando lo valiosa que eres para ti misma. No descuidar la salud es una de las grandes enseñanzas que vivimos este año. Hacerle caso a tus necesidades y cuidar de ti es parte del mensaje de autoprotección que te das todos los días. Independientemente de las condiciones físicas, mentales e incluso genéticas que puedas llevar en ti, lo importante es que te des cuenta que la salud depende mucho de ti.
La familia, las risas de tus hijos y sobre todo que pueden estar juntos en las buenas y en las malas.
Sé que convivir las 24 horas es algo a lo que no estábamos acostumbrados y a pesar de que quizá fue algo difícil de manejar por algún tiempo, en realidad es la máxima de las bendiciones ya que no hay nada más sanador que sentirte cerca de tus seres queridos a pesar de las tensiones que puedan generarse. El hecho de sentir que pueden estar juntos en las buenas y en las malas, reafirma el amor y los regalos de la vida.
La libertad de transitar, de andar, de caminar, de respirar.
Las circunstancias actuales nos obligan a seguir los lineamientos necesarios para el cuidado de nuestra salud y la de quienes nos rodean. Eso conlleva a vivir con ciertas restricciones que impiden la sensación de libertad a la que no estábamos acostumbradas ni tampoco nuestros hijos. Tener que adaptarnos a la forma actual de vida ha sido difícil. Valorar la libertad en todos sus sentidos es uno de los aprendizajes más importantes de este año. ¿No crees?
El contacto, la cercanía, los abrazos apretados, los besos que antes parecían tan cotidianos.
Ha sido un momento donde la naturaleza nos ha dejado claro que tenemos que hacer una pausa en el contacto físico con otros. Incluso, la percepción y el significado de la acción han dado un vuelco por resultar algo riesgoso en la actualidad. Jamás pensamos que iba a ser necesario dejar un espacio que marque la frontera y en donde nos vemos totalmente limitados en las expresiones físicas de amor hacia quienes no viven con nosotros. Tener que vernos a lo lejos o a través de un monitor puede hacernos extrañar eso que antes nos parecía tan natural, tan simple y tan rutinario.
Descubrimos formas diferentes de convivir y que las cosas materiales no importan tanto.
Muchas de nosotras sabemos que valorar la convivencia, celebrar la vida y recibir como regalo una gran sonrisa de nuestros seres queridos es mucho mas valioso hoy que en otros tiempos porque aprendimos a darle una importancia diferente. Hoy más que nunca esto resalta aún más allá de lo material porque aprendimos que aquello por lo que a veces trabajamos tanto, se convierte en lo que nos impide disfrutar las cosas simples de la vida. Por ello una puesta de sol o un desayuno en familia hoy puede que valga mucho más que mil diamantes.
Hoy más que nunca valoramos nuestras capacidades ocultas y confiamos en nuestro potencial.
En las sesiones de terapia me he encontrado con muchos comentarios de personas que desconocían tener ciertas capacidades o habilidades. Sin embargo, ha quedado muy claro que gracias a no darnos por vencidas y reconocer que estamos dotadas para encontrar soluciones, podemos salir a flote de toda crisis. Descubrir aquello que estaba dormido es algo que valoraremos y apreciaremos toda la vida.
Apreciamos más que nunca la tecnología y todas las facilidades que brinda ante la distancia.
Si bien es cierto que ha habido otras épocas difíciles en la historia de la humanidad, esta época se caracteriza por todo aquello que se detonó a partir de la necesidad de hacer todo desde casa. En fin, los avances tecnológicos nos han facilitado muchísimo el trayecto de este difícil año y nos han dado la oportunidad de estar cerca de otros de maneras diferentes.
Seguramente hoy aprecias mejor la labor de los docentes ya que te ha tocado vivir el aprendizaje al lado de tus hijos.
Aunque sé que como mamá te ha tocado una parte muy importante y al mismo tiempo muy estresante en el desarrollo escolar de tus hijos durante este año, también sé que las cosas no han estado fáciles para los maestros de escuela. Apreciamos el esfuerzo y la creatividad con la que intentan hacer las cosas. Tú mejor que nadie has descubierto en carne propia los retos a los que se enfrentan día con día y aunque sé que es parte de su trabajo, hoy más que nunca entendemos todas las habilidades que se necesitan para estar a cargo de la atención de los niños.
Apreciamos de sobremanera el trabajo y la entrega del personal de salud como médicos y enfermeras.
Me parece que todas nosotras tenemos claro que la disposición y entrega a la profesión que se dedica a salvar vidas ha hecho esfuerzos incontables para mantener todo a flote. Valorar a las personas que han dedicado su vida a la investigación, al cuidado de la salud de otros y a velar por el bienestar, es algo que debemos aplaudir y agradecer todos los días. Hoy más que nunca sabemos que los médicos y los investigadores de la salud son los héroes principales en todo lo que vivimos durante este año. No son solo especialistas, son personas comprometidas con su labor y que en lo cotidiano solo vemos como médicos pero que aportan algo más allá.
Apreciamos las cosas sencillas y simples de la vida.
Ver un amanecer, sentir la brisa, la lluvia, escuchar música, contemplar la luna, el sol, las flores, la vida misma. Y aunque suene muy poético me parece que todas en algún momento hemos estado desconectadas de todo lo que nos rodea debido al ajetreo de la vida diaria, por lo que no nos damos muy seguido la oportunidad de eso, de la contemplación a través de un respiro. Sin embargo, en esta crisis que todas vivimos durante el año, quizá nos percatamos que la vida está hecha de muchas más cosas que el estrés, el exceso de responsabilidades y el trabajo mismo.
Hemos aprendido a valorar nuestro trabajo porque además de ser nuestra fuente de ingresos, le da sentido a la vida.
El trabajo es donde pasábamos mucho tiempo de nuestro día, aprender a hacerlo a distancia ha sido un aprendizaje que detonó habilidades desconocidas en cada una de nosotras. Sin embargo, creo que esta época donde lo laboral también sufrió transformaciones ya sea en sueldos, en el contacto y cercanía con nuestros compañeros de trabajo e incluso en los espacios donde lo desempeñábamos, justo nos conectó con lo importante que es tener un medio de vida basado en hacer lo que nos gusta y que nos permita cubrir nuestras necesidades básicas.
Apreciamos la solidaridad y la responsabilidad, además de predicarlo con el ejemplo a nuestros hijos.
La solidaridad, la responsabilidad y la empatía van de la mano. Pensar en el propio bienestar, pero también en el de los demás nos llevó a la práctica de muchos valores y sobre todo a romper las barreras del egoísmo. El ejemplo que damos todos los días a nuestros hijos ha sido esencial porque en esta práctica de amor y preocupación por los demás, descubren la importancia del valor social y trabajo en equipo.
Descubrimos que la salud mental vale oro y debemos aprender a cuidarla.
Fue un año de tantos cambios abruptos que muchos atravesaron por crisis de ansiedad muy fuertes, otros experimentaron depresión, miedo, angustia e incertidumbre ante los eventos que no están bajo nuestro control. Es ahí donde nuestro equilibrio mental se puso a prueba y pudimos valorar la importancia de la tranquilidad y la paz interior. Es natural que muchos hayamos sentido una sacudida abrupta a nivel emocional y eso desajuste el balance interno al que estábamos acostumbradas, sin embargo, adaptarnos es parte del reto.
Aprendimos a valorar las actividades fuera de casa.
Los días y los meses de confinamiento nos llevaron a vivir de cerca el encierro, el aburrimiento y la frustración debido a la falta de contacto. Recordar las reuniones, días de campo con amigos y salidas familiares nos llevaron a valorar y extrañar esos momentos. El contacto social es algo que apreciaremos mucho más de ahora en adelante porque estamos enfocandos en darle importancia a los pequeños momentos que te hacen crecer y que puedes disfrutar.
Aprendimos a valorar la armonía familiar y a aquellos a los que no podemos ver en persona.
Durante algún tiempo vivimos el caos que pudo haber sacado la peor parte de nosotras. Eso nos lleva a la reflexión de que guardar la calma y buscar las condiciones de equilibrio para entender a otros es parte de encontrar la armonía interior. Valorar la tranquilidad de la rutina en casa es algo que no podemos menospreciar y ni a aquellos que no están cerca incluso para ser el hombro que nos ayudaba a desahogarnos.