Se acerca el Día del Padre y qué mejor momento del año para pararnos a reflexionar sobre lo que de verdad es importante en esta vida. Ganar dinero, tener éxito en los negocios o alcanzar la fama son metas loables, pero al final, quizás lo mejor que podemos hacer durante nuestro tiempo en la tierra es criar a buenos seres humanos. Por eso, estas son las enseñanzas que me gustaría dejarle a mí hija, y en las que ya estoy haciendo bastante hincapié.
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Mi hija Lola está a punto de cumplir 6 años, pero es una niña muy despierta que aprende a pasos agigantados cada día. Es muy observadora, por lo que me toca predicar con el ejemplo, no solo intentar convercerle de las cosas que debe hacer o no hacer en su día a día. Lola no nos quita el ojo de encima a su mamá y a mí, lo que nos está convirtiendo a nosotros en mejores personas: ella nos obliga a ponernos el cinturón siempre en el auto, a reciclar la basura, a no pasar todo el rato mirando nuestro teléfono móvil y a estar mucho más presente de lo que estábamos en nuestras vidas antes de que apareciera ella.
Pero hay cosas en las que, como padre, no puedo fallar. Cosas que estoy seguro que le van a ayudar a crecer mucho más feliz y ser una persona más segura de sí misma. Estas son las lecciones más importantes que, en este momento de su vida, le puedo transimitir a mi pequeña.
1. Lo más importante es aprender a compartir.
Lola es hija única, y además de padres divorciados. Eso significa que tiene demasiados juguetes. Creo que es normal que querramos darle lo mejor a nuestros hijos, y en nuestro caso –por el hecho de estar divorciados– quizás nos hemos excedido a la hora de darle todo lo que quiera y pida. Por eso, es importante que aprenda a compartir. Obviamente, al no tener hermanitos en casa es más complicado hacerle entender que debe compartir todo lo que tenga, pero por eso me esfuerzo mucho más en que entienda lo importante que es esto para llegar a crear buenas amistades y relaciones en general.
Ya sea con sus primos, con sus amigos e incluso conmigo, no hay día en que no le recuerde a Lola que debe compartir todo lo que pueda y más. Incluso las cosas que más le gustan, ya sea su peluche más querido o su comida favorita. Lo que siempre le recuerdo es que cuando le presta algo a un amiguito o comparte algo con alguién, no debe pensar lo mucho que lo va a echar de menos, sino lo feliz que está haciendo a esa otra persona. Simplemente eso debería hacerle feliz… no sé si todavía he logrado convencerla del todo, pero definitivamente estamos en ello.
2. Pasar más tiempo afuera y menos tiempo viendo la televisión siempre es una gran idea.
Esta es quizás una de las cosas más complicadas de conseguir. Por suerte, a Lola le encanta estar jugando con sus amigos o correteando por el jardín con su perrita, pero la comodidad de sentarse a ver la televisión y YouTube en el teléfono de papá cada vez le llama más la atención.
Su cerebro se nutre de toda esa oferta de entretenimiento disponible las 24 horas que le brindan Netflix y cualquier otra plataforma de contenido, y cada vez es más difícil convencerle de que debe pasar más tiempo leyendo, coloreando y jugando que viendo la televisión. Por eso me toca también demostrarle lo importante que es el mantenerse activo y, cada vez que está conmigo, intento hacer con ella varias actividades que la mantengan ocupada y lejos de la televisión. De esa manera, espero que desarrolle buenos hábitos que le ayuden a lo largo de la vida para tener más energía y ser más sana.
3. Que tenga confianza en sí misma y afronte siempre sus miedos.
Al igual que su papá, Lola es extremadamente tímida. Me veo muy reflejado en ella porque, de pequeño, a mí me daba pena hasta pedir un vaso de agua al camarero en un restaurante. Con los años, me fui enfrentando a mis miedos y mis inseguridades, hasta que me di cuenta que a nadie le gusta quedar en ridículo y que, quizás por eso, la gente no suele intentar hacerte quedar en ridículo.
Me encantaría poder hacerle entender eso a mi hija mucho antes de lo que lo comprendí yo, pero entiendo que es un proceso que va a tener que manejar por si sola. Sin embargo, siempre que la veo atenazada por el miedo cuando tiene que saludar a alguien o que hablar enfrente de sus amigos en la escuela o, simplemente, cuando quiere elegir el sabor del helado que quiere, intento hacerle entender que debe pedir lo que quiera y decir lo que piense, lo más alto posible, mirando a las personas a los ojos y sonriendo, porque nadie le va a hacer sentir mal siempre y cuando ella les obsequie una bella sonrisa.
4. Que necesitamos dejar nuestro planeta mejor de lo que lo encontramos.
Cuando era pequeño, mi tío solía llevarnos de acampada a la montaña y siempre nos repetía un viejo lema de los escaladores y aficionados al trekking: "La montaña hay que dejarla siempre mejor de lo que la encontraste". Se trataba de concienciernos no solo a limpiar todo lo que ensuciáramos durante nuestra acampada, sino a ir un poco más allá. Si todo el mundo hiciera eso, llegaría un punto en que no habría nada de basura en el campo o en la montaña, pues siendo tan respetuosos entre todos lograríamos mantener nuestra naturaleza en el mejor estado posible.
A Lola intento inculcarle las mismas ideas a la hora de proteger nuestro planeta. Es difícil viviendo en una ciudad, con tanta basura y suciedad por todos lados, y tan malos ejemplos en todas las esquinas. Lola ve a gente en todo momento tirando cosas al piso, ensuciando cosas que no limpian después, y un largo etcétera. Por eso hago mucho más hincapié de lo normal en la importancia de cuidar el planeta, de hacer el esfuerzo de tirar la basura donde toca, de reciclar en casa, y de asegurarse que cuando va al parque o a pasear por la montaña, debe ser responsable para no dejar ningún reguero por donde pase.
5. Me gustaría que mi hija aprendiera siempre a ayudar a los demás.
Es quizás lo más difícil de conseguir. Desde pequeñitos nos están empujando a competir. En la escuela, en los equipos en los que hacemos deporte, en las diferentes actividades a las que nos apuntamos. La meta es siempre ser el mejor, caiga quien caiga. Y aunque esto tiene su lado bueno a largo plazo, también acaba haciendo que nos convirtamos en gente más egoísta de lo normal y dispuesta a hacer lo que sea por llegar a lo más alto.
Si pudiera elegir, preferiría que Lola fuera una de esas personas a las que le hace feliz ayudar a los demás. De las que se alegran de manera genuina cuando las cosas le van bien a los demás, y de las que están dispuestas a dar siempre un poquito más de lo que reciben.
Ya sé que eso es complicado, pero creo que si desde pequeñita le inculco el ver lo bien que puede llegar a sentirse cuando ayuda a alguien, poco a poco podrá entender que esta forma de ser puede hacerle mucho más feliz en su vida.