Cosas que hacemos las mamás que alientan a los niños a ser quisquillosos con la comida

La internet está llena de consejos y cosas que pueden hacer las mamás para estimular a los niños quisquillosos con la comida, pero lo cierto es que muchas veces hacemos todo lo contrario a lo que les puede ayudar y los empeoramos. Seguir las recomendaciones erradas puede crear en tus hijos hábitos alimenticios terribles que pueden tener consecuencias negativas por el resto de sus vidas, por eso es mejor escuchar solamente a los especialistas.

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Lamentablemente, las recomendaciones de nuestras mamás y nuestras abuelas están entre esas cosas que pueden hacer daño y ponerlos peor. En sus tiempos se acostumbraba a obligar a los niños a comer a toda costa y se les castigaba horriblemente si se ponían tercos con los alimentos. Es algo que se ha aprendido que es contraproduciente en la meta de tener hijos con una relación sana con los alimentos.

Tampoco es recomendable seguir consejos de otras mamás o incluso de blogueras. Cada niño es diferente y las razones por las que está teniendo problemas con la comida pueden ser totalmente razonables y hasta producto de un problema de salud. Lo peor que podemos hacer las mamás es agravar la situación. Aquí están 20 de los errores que cometemos más a menudo y que en vez de ayudar a los chiquitos los ponemos peor.

No respetar el apetito de tus hijos.

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No tiene sentido esperar que los niños mejoren su relación con la comida si le ofreces los alimentos cuando no tienen hambre. Menos, cuando se trata de comidas nuevas que no se ven atractivas para ellos.

No llevar una rutina.

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Si los niños comen cualquier cosa, a cualquier hora, será imposible que encuentres los espacios en los que de verdad están dispuestos a comer cosas diferentes. Te será mucho más fácil conocer el estado del apetito de tu hijo y reconocer qué es lo que causa problemas a la hora de la comida si tienes una rutina.

Esperar que todo salga bien a la hora de introducir nuevos sabores.

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Las razones por las que un niño puede rechazar los alimentos pueden ser infinitas. Casi nunca es producto de terquedad o mal comportamiento. Todo es cuestión de descubrir qué es lo que le sucede. Si te pones impaciente y te enojas, lo único que lograrás es que se cierren y se nieguen a experimentar.

Lo mismo aplica cuando quieres que tu niño pruebe nuevas texturas.

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Muchas veces el problema no es el sabor, sino cómo se sienten algunos alimentos en la boca. Si sientes que tu hijo está perdiendo la oportunidad de consumir nutrientes importantes, busca alternativas. Empeñarte en que coma lo que no le gusta y usar la fuerza o los gritos será contraproducente.

Por ejemplo, si no quiere comer carne, ofrecele granos u otros alimentos cargados de proteína. Más que lograr que coma lo que tú quieres, lo importante es que reciba la nutrición que necesita.

Convertir la cocina en la de un restaurant.

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Lo peor que puedes hacer es cocinar algo diferente cada miembro de la familia, para complacer sus gustos. Así nunca van a aprender a adaptarse.

Llenar de estrés la hora de las comidas.

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Es mucho más fácil lograr que tu hijo haga lo que quieres si lo está pasando bien. La presión y la preocupación por lo que come lo pondrá peor y hasta puede que contagie a los que comen bien.

Tener distracciones en el comedor.

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A veces los niños se enfocan en lo que tienen alrededor y se olvidan de comer. Luego se aburren de haber pasado mucho tiempo en la mesa. Lo mejor es sacar del comedor todo lo que puede llamarle la atención.

Darle premios que más bien son sobornos.

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Es muy tentador ofrecer dulces o un premio para que tu hijo coma lo que quieres, pero es sentar un terrible precedente. No caigas en la tentación.

No comer de todo delante de él.

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Si tu hija  te ve comiendo con gusto lo que le estás ofreciendo, lo más probable es que termine aceptándolo. De lo contrario va a copiar tus hábitos alimenticios.

Evitar llevar a los niños a la compra.

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Un niño que haya escogido los alimentos y los haya manipulado tendrá una mejor actitud a la hora de probarlos. Si lo mantienes alejado de la comida cuando está cruda, nunca va a aprender.

Sacar a tus hijos de la cocina.

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Aunque te vuelvan todo un desastre, o se ensucien, tu pequeño no sentirá tanta ansiedad ante los alimentos si ha ayudado a hacerlos. También es un momento ideal para mantener una conversación sobre qué opina de ellos y qué siente ante la idea de comérselos. Busca recetas divertidas. Es importante.

Ponerle la comida en el plato sin prestar demasiada atención.

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Algunos niños sienten ansiedad cuando lo ven demasiado lleno. Otros, cuando los alimentos se tocan, o están cortados de una forma particular. Lo mejor al ofrecer nuevos alimentos o que ya han sido rechazado es comenzar con muy pequeñas cantidades.

Hay niños muy sensibles al olor.

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Ignorar sus reacciones te van a hacer la vida y su vida más difícil. Lo importante es que vayas descubriendo qué olores son irresistibles para tu chiquito o chiquita, y los mezcles con los que les causan desagrado.

Poner la comida en la mesa sin prestarle atención a la temperatura.

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Hay niños que no toleran los alimentos muy fríos o muy calientes. Fíjate a ver si tu chico quisquilloso con la comida tiene alguna preferencia.

Darles jugos de frutas como si fueran agua.

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No son las mejores bebidas, en especial los artificiales. Para que tu hijo aproveche todos los nutrientes y vitaminas que ofrecen las frutas, lo mejor es que las coman enteras. Los jugos o zumos suelen tener un exceso de azúcar, que no ofrecen ningún beneficio y reducen el apetito a la hora de comer.

Estudia qué le pasa a tu hijo con las comidas.

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Anota sus preferencias, las horas en las que prefiere comer y qué tipo de alimentos rechaza y cuándo.

Haz a tu hijo consciente de lo que pasa en su cuerpo.

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Aplica la técnica llamada del mindfulness. Pregúntale: "Cómo se siente tu estómago, ¿vacío, lleno?". También pídele cómo se siente su boca, la lengua. ¿Qué emoción siente?

Entre los dos podrán descubrir qué es lo que sucede.

No buscar aliados entre sus hermanos o amiguitos.

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Muchas veces los niños bajan la guardia cuando no son los papás los que le invitan a comer algo.

Empeñarte en que tienen que comer lo que les sirve y ya.

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Acuérdate que en la infancia es cuando los niños desarrollan hábitos que les durarán toda la vida y que tu meta en la mesa es que aprendan a comer balanceado y que ingieran los nutrientes que necesitan. Para eso, tienen que probar y comer de todo. Si tu hijo adora la comida frita, compra una air fryer, que le da el mismo sabor, pero sin la grasa.

Si prefiere lo dulce, puedes ofrecerle la comida nueva con salsas hechas a base de miel, frutas enteras o pimentones rojos o naranja. La idea es seducirlo con los sabores que más ama.

Hacer una guerra con las comidas.

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Lo único que vas a lograr es que tenga sentimientos negativos al respecto. Es mejor armarse de paciencia e información. Pero si te comienzas a preocupar, anda al médico y pide ayuda. Además, hay suplementos alimenticios cargados de compuestos nutricionales que te pueden ayudar.