Una vez, una mamá me dijo: "Cuando eres madre de un hijo con necesidades especiales, muchos te miran con asombro, compasión o admiración. Yo solo sé que soy madre y que lo más hermoso que me ha pasado es crecer como ser humano a través de mi hijo". Mira qué muchas cosas podemos aprender de mamás como ella…
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Aprendes a deshacerte de los prejuicios
Fue todo un reto romper con la idea del hijo perfecto, inteligente y capaz. Amo a mi hijo más que a mi vida. Acepto sus diferencias como un ser individual y único, es decir, sin compararlo en una absurda competencia de capacidades. Ha sido una de las lecciones más importantes como madre y ser humano.
Aprendes a confrontar sanamente las críticas
El fantasma más grande es la búsqueda de la aceptación, y aún las madres que tenemos hijos con necesidades especiales pasamos por el miedo al rechazo. Aunque cuando me paré frente a él y vi la inocencia en sus ojos, dejé de escuchar a esos monstruos internos y me dediqué a aceptarlo por completo tal y como es.
Aprendí a enfocarme en los progresos, motivándome para motivar
En mi caso todo ha sido una cuestión de actitud. Cuando tomé la decisión de mirar de lleno los avances de mi hijo, noté que sus esfuerzos son el mayor tesoro que puede tener. Enfocarme en lo que le faltaba lograr solo le hacía daño y lo desmotivaba para seguir adelante. Así que cambié el chip.
Aprendí que la victimización te estanca y la aceptación te moviliza
En ese proceso donde era vista como la madre especial que luchaba contra corriente, cargaba con un estigma de ser diferente y creo que me gustaba pero me dañaba. Decidí aceptar que era exactamente igual a las demás madres, con la única diferencia de afrontar una circunstancia que nunca estuvo en mis planes.
Descubrí mi potencial humano y mi tolerancia
El amor de madre es infinito. En mi caso, decidí aceptar el reto como una misión de vida donde el futuro de mi hijo está en mis manos. Así mismo, supe que en mi manos está mi futuro como ser humano capaz de dar empuje físico, emocional, mental y espiritual a un ser tan especial como lo es mi hijo.
Aprendí que en este camino no hay renuncias sino ganancias
Como madre de Carlitos, descubrí que cada renuncia de tiempo o espacio personal para dárselo plenamente a mi hijo, bien valía la pena porque todo lo que gané y le ayudé a ganar superaba todo lo aparentemente perdido.
He aprendido a hablar con el lenguaje del corazón
Con Carlitos he descubierto que el amor es la fuerza más poderosa para sanar cualquier dolor. He aprendido a ponerme en el lugar de las otras personas, a ser comprensiva y a no juzgar el dolor de los demás. Vivir en carne propia una situación no esperada te hace mucho más humano.
He sacado a flote mi perseverancia y mi fuerza interna para buscar lo justo
En el trato hacia niños con necesidades especiales, descubres un mundo de muchas injusticias y discriminación. Mi fuerza fluye cuando contínuamente lucho por los derechos de mi hijo y no quito el dedo del renglón cuando pido igualdad en el trato y en oportunidades para él.