Cuando somos madres primerizas, sentimos la necesidad de hacerlo todo bien, al fin y al cabo, no queremos poner en ninguna clase de riesgo a esa preciada criaturita que amamos tanto. Pero soy la primera en reconocer que a veces me pasé de cuidadosa a paranoica, y con el nacimiento de mi segundo bebé, me di cuenta de algunas cosas que llevé a los extremos, y que debí tomarme con más calma. ¿Te han pasado?
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Imagen vía Corbis
La fiebre
Aun recuerdo estar amamantando a mi nena resfriada, tomándole la temperatura cada 15 minutos con la firme intención de salir corriendo a la sala de emergencia al menor indicio. Lo cierto es que hay que llamar al médico cuando un recién nacido presenta una fiebre igual o mayor a 100.4°F, sin embargo, cualquier número debajo no es para alarmarse.
Esterilizar los biberones tras cada uso
Aunque es mejor prevenir que lamentar, en este caso exageré un poco. Los biberones se deben esterilizar tras el primer uso, y de vez en cuando después. Pero lavarlos con agua caliente y jabón, o simplemente colocarlos en la máquina lavaplatos a altas temperaturas, es suficiente.
Introducir fórmula
Cuando mi bebé empezó a perder peso porque no produje suficiente leche materna, sentí que el mundo se me iba a caer encima. Yo estaba totalmente decidida a amamantar exclusivamente, pero tuve que introducir fórmula para complementar la alimentación de mi pequeñita. En ese momento me sentí tan mal, pero hoy en día es una niña normal, saludable. No nos podemos culpar por cosas que se salen de nuestras manos.
El llanto
Los niños pueden sufrir de cólicos, y en esos momentos tienes que ingeniártelas de varias formas para calmarlos. Que lloren no quiere decir que estén enfermos necesariamente, así que no puedes perder la cabeza, simplemente intenta varias cosas. También recuerda que en ocasiones lloran porque sí, y tienes que aceptarlo.
Cubrirlos todo el tiempo
No es necesario mantenerlos arropados como si vivieras en el Polo Norte. De hecho, los bebés también pueden sentir calor. Así que mantenlos cómodos con una cobija ligera; si no lloran es porque se sienten bien.
No salir de casa
Yo no saqué a mi niña casi que por un mes completo, pero esto es definitivamente una exageración. Está bien que salgas con tu recién nacido por unos minutos, siempre y cuando no lo lleves a lugares muy concurridos en donde puedan pescar una enfermedad. Con mi segundo bebé, salir a caminar un rato en el coche no solo lo calmó a él, sino que me ayudó a relajarme a mí.
Comprar tanta ropa
Es lógico que con la emoción nos apresuremos a comprar toda clase de prendas, arreglos para el pelo, y hasta joyas. Pero lo cierto es que yo no terminé usando ni la mitad de todas esas cosas. Los primeros meses te estás recuperando, y la verdad es que los niños crecen tan rápido, que en un abrir y cerrar de ojos ya nada les sirve.
Reflujo no es vómito
Que tu bebé escupa un poco de lo que ha tomado, aun si lo hace seguido, no quiere decir que tenga algún problema digestivo. El vómito por otra parte es un poco más serio. La diferencia está en la cantidad y la intensidad: Cuando hay vómito tu bebé devuelve el líquido en forma de proyectil, y en ese caso se deben considerar otras medidas.
Mantener un horario militar
Que el bebé tiene que comer cada tres horas, que se le cambia el pañal también a las tres horas … Lo cierto es que no existe una rutina rígida cuando se tiene un hijo, a veces no van a querer comer a la hora exacta, y eso es perfectamente normal. Aprende a relajarte un poco.
Consultar el internet para todo
Esto solamente te enloquece, créeme. Con cada pregunta que me surgía, me iba a Google a averiguar, y al final terminaba traumatizada. Es mejor que las dudas serias las discutas con el médico, NO con el Doctor Google.
Culparme por todo
Es imposible ser la madre perfecta, y es por ello que no podemos darnos golpes de pecho cada vez que aparezca el menor inconveniente.