Momentos inesperados que las mamás jamás imaginamos nos traerían felicidad

Una de las cosas más maravillosas de ser mamá es que aprendemos a disfrutar de un sinnúmero de momentos inesperados de la cotidianidad que, bajo otra óptica, podrían carecer de valor alguno. En mi caso, muchas de esas ocasiones inolvidables están relacionadas con la primera vez que mis hijas lograron metas importantes.

Lee más en ¿Qué más?: 12 Regalos perfectos para una mamá primeriza este Día de la Madres

Pero también están esos momentos del día a día que me arrancan un sinfín de sonrisas y suelen terminar con decenas de fotos y gritos de alegría. Como cuando…

Saltan en un charco de lodo.

Se trepan a un árbol.

Decoran solas un pastel de cumpleaños.

Encuentran los huevos que les deja el conejo de Pascua.

Las sorprendo bailando en su habitación.

Caminan por la calle cogidas de la mano de papá.

Bailamos todos juntos en una fiesta.

Las moja la ballena durante el show del acuario.

Montan a caballo.

Caminan con sombrillas bajo la lluvia. 

Un momento único e inolvidable

Personalmente, no puedo olvidar esos momentos que generaron tristeza, pero que terminaron con un final feliz, como cuando mi hija mayor perdió su oso de peluche favorito. Para que tengan una idea más clara, les contaré la historia.

Hace poco más de un año fuimos a un almacén y ella, como siempre, llevó a Teddy, el oso de peluche con el que duerme todas las noches, y al que le falta un ojo. 

Mientras yo buscaba unas sábanas, mis dos hijas jugaban con los artículos de las repisas. Luego llegó el momento de volver a casa y salimos de la tienda sin Teddy. Pero nos dimos cuenta de que lo habíamos olvidado un par de horas después y ya era muy tarde para buscarlo. Entonces, le expliqué a mi hija mayor que lo haríamos al siguiente día, y aunque lo entendió, lloró un buen rato.

Al otro día, después de la escuela, fuimos a buscar a Teddy. Lo encontramos en la sección de juguetes con una etiqueta de venta (¡con precio!). Cuando mi hija lo vio, lo abrazó fuertemente y lloró, pero de alegría. A mí, como imaginarán, también se me escurrieron lágrimas de felicidad. ¡Ese, sin lugar a dudas, ha sido uno de los momentos más emotivos que he vivido!

Imagen vía Thinkstock