
¿Has oído hablar de las fiestas del arcoiris? Son la más reciente tendencia sexual entre los adolescentes y reconozco que saber de qué se trata me ha hecho sentir una mezcla de vieja, horrorizada y agradecida de que mis hijos aún están pequeños como para que yo me tenga que preocupar por eso. ¡Por favor!
Cuando escuché el término por primera vez, lo que me vino a la cabeza fue la serie de Mi pequeño pony. Te da una idea de lo desactualizada que estoy con todo eso. Después de sentirme idiota, pensé que era algo de moda de adolescentes, como los cabellos azules o rosa. Nada más lejos. Para que te vayas preparando te digo dos palabras: Sexo y lápiz de labios.
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Según he leído en informes de especialistas, sumamente preocupados, las fiestas del arcoiris son populares entre los adolescentes más jóvenes, de la edad de middle school, es decir entre 12 y 15. La idea es que cada chica lleve lápices de labios diferentes.
Después de bailes y consumo de bebidas alcohólicas viene la acción. Las muchachas le hacen sexo oral a los chicos. El que gana es el que tiene el pene con más colores diferentes. De allí, el término del arcoiris.
¿Ya cerraste la boca?
Yo estoy que no lo creo. Esto es tan malo, desde tantos puntos de vista que, francamente, me ha costado procesarlo. No sólo es antihigiénico, puede derivar en otras actividades sexuales para las que los jóvenes no están preparados, promover la promiscuidad y hasta la violencia sexual. Además, es algo tan, pero tan machista que me cuesta creer que en pleno siglo XXI las chavitas estén aceptando dar placer sin recibir nada a cambio.
¿Es esto lo que queremos para nuestras hijas cuando les enseñamos el valor de la virginidad? Estoy segura de que no. Para mí, aparte de los peligros obvios para la salud, lo peor de estas fiestas del arcoiris es la denigración de la mujer. ¡Qué tristeza!
Si cuando mis niños (tengo dos varones) lleguen a la adolescencia, me llegara a enterar que participaron en una actividad en la que usaron a muchachas de esta manera tan baja, me partiría el corazón. Hay que hablar con ellos desde que son chiquitos. No con detalles, obvio, pero el respeto al cuerpo propio y al de los demás, debe ser una conversación de todos los días.
¡Qué locura!
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